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Edison, la silla eléctrica y el capitalismo del siglo XIX



Según una noticia aparecida en los medios de comunicación la pasada semana, el Parlamento Europeo reafirmó su decisión de desaparecer gradualmente los focos incandescentes empleados para iluminación y sustituirlos por fuentes de luz más eficientes, como un medio de reducir la emisión de gases de invernadero causantes del calentamiento global. La decisión europea, juntamente con iniciativas similares en otras partes del Mundo, equivalen a una sentencia de muerte para las lámparas incandescentes, desarrolladas por Thomas Alva Edison hace 130 años.

El foco incandescente cambió drásticamente el ambiente nocturno de los centros urbanos a finales del siglo XIX y constituyó un excelente negocio para la compañía Edison Electric Light, fundada por Edison en 1878, que instaló sistemas de iluminación pública en Nueva York y otras ciudades de Este de los Estados Unidos. Además de la lámpara incandescente, Edison es conocido por la invención del fonógrafo y por muchos otros desarrollos -al morir tenia registradas más de mil patentes- que llevó a cabo en su laboratorio de Menlo Park, Nueva Jersey, al que se considera precursor de los modernos laboratorios de investigación industrial. Edison es uno de los más grandes héroes norteamericanos y un icono del capitalismo, notable no solamente por sus inventos sino por su actividad como empresario.

Un aspecto del trabajo de Edisón que es menos conocido y que lo pinta, no obstante su fama pública, como un empresario carente de escrúpulos, es el relativo a sus experimentos para desarrollar un método de ejecución de criminales por choques eléctricos. Estos experimentos, que a la postre dieron origen a la silla eléctrica -usada por primera vez en Auburn, Nueva York en 1890 en la persona de William Kemmler-, fueron conducidos en animales por Harold Brown y Arthur Kennelly, este último empleado de Edison, en las instalaciones del laboratorio de Menlo Park. En notas de laboratorio de julio de 1888 de estos dos investigadores se consigna que, después de haber llevado cabo pruebas de electrocución con perros fox terrier, bulldog y pastor, experimentaron con un perro negro de raza híbrida al que le aplicaron inicialmente una descarga de 300 voltios, con lo que el animal “aulló por un minuto y comenzó a forcejear violentamente”; que con subsecuentes choques de 400 y 500 voltios el perro “chilló y luchó” y, finalmente, con una descarga de 600 voltios el infortunado animal “chilló, gimió y murió a los noventa segundos”.

El interés de Edison en la electrocución de condenados tuvo que ver con la competencia feroz que sostenía con George Westinghouse -fundador en 1886 de la compañía Westinghouse Electric- por el control de mercado de la electrificación de los centros urbanos en los Estados Unidos. Edison y Westinghouse competían por dicho mercado cada uno con su propia tecnología: Edison con la tecnología de corriente directa y Westinghouse con la de corriente alterna. La tecnología de Edison tenía la desventaja de requerir de cables de cobre más gruesos que los demandados por la tecnología de Wesitinghouse; en contraposición, esta última involucraba el empleo de voltajes de miles de voltios en parte de la red de distribución eléctrica, voltajes que son letales para los seres humanos.

Aprovechando esta última característica, Edison se lanzó a una campaña para presentar a la tecnología de corriente alterna como peligrosa e incompatible con la vida, y como parte de esta campaña, se pronunció a favor de la electrocución como un método de ejecución más “humano” que la horca prevaleciente en la época. Para expresar sus opiniones, Edison se basó en sus experimentos de electrocución de animales, no solamente con perros sino también con terneras y caballos. Su verdadera intención fue, sin embargo, hacer que la imagen de los electrocutados quedara asociada en la mente del público a Westinghouse, ya que para conseguir los altos voltajes necesarios para operar la silla eléctrica se requería emplear corriente alterna. De hecho, en la ejecución de Auburn se empleó un generador de electricidad marca Westinghouse, en gran medida gracias a maniobras de Brown apoyado por Edison.

Es quizá innecesario mencionar que, no obstante los testimonios y opiniones de Edison, la silla eléctrica estuvo lejos de matar sin dolor y que, por el contrario, en las primeras ejecuciones hubo muchos contratiempos. Kemmler, por ejemplo, sobrevivió a una primera descarga de 1000 voltios por 17 segundos y sólo murió después de recibir una segunda descarga por un tiempo entre uno y dos minutos, misma que le quemó la cabeza e incendió los cabellos.

Irónicamente, y a pesar de todos sus esfuerzos, Edison perdió finalmente la batalla con Westinghouse y la corriente alterna se impuso a la corriente directa, situación que prevalece hasta nuestros días.

Edison ejemplifica a un sistema económico capitalista con claroscuros, que lo mismo ha generado avances tecnológicos que han elevado substancialmente nuestra calidad de vida -incluyendo las fuentes de iluminación más eficientes que sustituirán a los focos de Edison en el futuro próximo- que fraudes multimillonarios y crisis económicas como la que estamos padeciendo. Sólo el futuro nos dirá si esta situación podrá ser superada.

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