El primer laboratorio científico de la historia

Innovar o morir

Los pasados días 7 y 8 de enero se llevó a cabo en la Ciudad de México el 2º Foro de Innovación para la Competitividad en México, organizado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) y a la que asistió José Ángel Gurría Treviño, Secretario General de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). En dicho foro, Gurría Terviño habló sobre las políticas de innovación en nuestro país y la influencia que éstas han tenido en el desarrollo económico de México en los últimos decenios.

En su intervención, Gurría Treviño destacó la importancia que la innovación y la creación de industrias de base tecnológica tiene en el desarrollo económico de un país, así como el atraso que México guarda en esta materia y que le ha hecho perder competitividad frente a otros países más dinámicos. Mencionó que, por ejemplo, entre los 30 miembros de la OCDE –compuesta mayormente por países desarrollados– México ocupa el último lugar en el porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) invertido en investigación y desarrollo. Este porcentaje es inferior al 0.5 %. y es incluso más bajo que el de países en desarrollo como China (1.5 %) y Brasil (1%).

Por solicitud del Gobierno de México a través del CONACyT, la OCDE realizó un estudio sobre la innovación en nuestro país que plasmó en el documento “OECD Reviews of Innovation Policy: México”, y que sirvió de base a la intervención de Gurría Treviño en el foro de referencia. En dicho documento se destaca que si bien la economía de México ha crecido en los últimos 15 años después de la puesta en marcha del TLC –que incrementó el flujo de capitales hacia nuestro país y el establecimiento de firmas extranjeras–, la competitividad de México ha estado basada fundamentalmente en los bajos salarios que se pagan en el país y no en nuestra capacidad de innovación tecnológica. De este modo, en la medida que los salarios en México crezcan perderemos competitividad, sobre todo frente a países en rápido desarrollo como China que ha hecho inversiones considerables en investigación y desarrollo tecnológico.

El CONACyT tiene programas para impulsar la innovación tecnológica en México. Entre estos se cuenta el programa “AVANCE” que según la página de CONACyT tiene como propósito: “…impulsar la detección y generación de oportunidades de negocios así como la creación de nuevos negocios de alto valor agregado basados en la aplicación del conocimiento científico y/o tecnológico.” De la misma manera, el programa “IDEA” proporciona recursos para la incorporación de profesionales con grados de maestría o doctorado en las industrias, a fin de que éstas incrementen su capacidad de innovación.

La OCDE considera, sin embargo, que si bien fue acertada la puesta en marcha de proyectos como AVANCE e IDEA, el CONACyT opera demasiados programas –con presupuesto, además, insuficiente–, lo que hace difícil su manejo administrativo. Considera, además, que no hay una decisión política firme por parte del gobierno de impulsar la innovación tecnológica en el país.

Por otro lado, la OCDE señala el hecho que la industria en México depende en gran medida de la importación de tecnología y ha dado poco impulso a la innovación y al desarrollo de tecnología propia. Esto ha propiciado que los graduados de los programas de maestría y doctorado en México no encuentren en la industria establecida aquí una fuente de trabajo que debiera ser natural.

El estudio de la OCDE ve en México también fortalezas y oportunidades. Apunta, por ejemplo, que nuestro país cuenta con un conjunto de universidades y centros de investigación de calidad, así como con un grupo considerable de científicos calificados, con recursos naturales y con una diversidad cultural como fuente de creatividad. Como oportunidades para México la OCDE señala, entre otras, nuestra proximidad con los Estados Unidos, una población joven y la biodiversidad del país como un activo económico potencial.

México enfrenta, por supuesto, también amenazas: la competencia con países en rápido crecimiento como los son China, la India y Brasil, la expansión acelerada de la frontera del conocimiento científico y tecnológico que requiere cada vez de mayores esfuerzos para no perderla y la competencia mundial por talento –fuga de cerebros.

Tenemos mucho por hacer en lo próximos años para no perder la carrera por un desarrollo económico que elimine la pobreza en el país. En un mundo en el que la innovación tecnológica y la producción de artículos con alto un valor tecnológico agregado juegan un papel cada vez más importante, es esencial que el país incremente el porcentaje del PIB que invierte en ciencia y tecnología. En los últimos años esto no ha sido así y estamos lejos de alcanzar en este rubro la meta de 1% que, de acuerdo con la Ley de Ciencia y Tecnología decretada por el Congreso de la Unión en el año 2002, debía haber sido lograda en 2006.

México, que es en gran medida un país maquilador, enfrenta un reto con muchas facetas que podría resumirse, en palabras de Gurría Treviño, diciendo que es necesario transformar la frase “Hecho en México” por “Creado en México”.

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