Hogar, dulce hogar

¿Intereses divergentes?



Quien haya visto la célebre película “El Graduado”, estrenada en 1967, posiblemente recuerde la escena en la cual el protagonista, Benjamín Braddock -caracterizado por Dustin Hoffman-, recibe un consejo para su futura carrera profesional. La escena transcurre durante la reunión que los acaudalados padres de Benjamín le han organizado en su residencia con motivo de su reciente graduación en una universidad de prestigio del este de los Estados Unidos. Un amigo de la familia, el señor McGuire -no llegamos a saber su nombre de pila- es quien aconseja a Benjamín. Lo hace con una actitud paternal y de una forma teatral, apartándolo de la fiesta para espetarle enfrente de la alberca: “Te quiero decir una palabra”. “Solamente una palabra”. “¿Me escuchas?” Cuando Benjamín contesta afirmativamente, McGuire simplemente menciona: “plásticos”. Ante la confusión de Benjamín, McGuire es más explícito: “Hay un gran futuro en los plásticos”.

El diálogo entre Benjamín y el señor McGuire es tan famoso como la película misma y se ha interpretado en el contexto del dislocamiento entre generaciones que se dio en los Estados Unidos en la década de los años setenta. Así, para Benjamín, que se encuentra en una gran confusión sobre que quiere hacer de su vida, resulta absurdo que McGuire, un miembro de la generación de sus padres, le de tanta importancia a los plásticos, un material que es una imitación barata de otros muy superiores, como es el caso de los metales o la madera.

Por otro lado, más allá de la interpretación alegórica que podamos hacer del diálogo entre McGuire y Benjamín, si lo tomamos en su sentido literal habría que reconocer que a McGuire no le faltaba razón. Una prueba visible de esto es el problema cada vez más agudo de contaminación ambiental por desechos plásticos, resultado del desproporcionado incremento en la producción a nivel mundial de estos materiales desde que se estrenó El Graduado.

Con respecto a esto último, según reporta un artículo de julio de 2017 publicado en la revista “Science Advances” por un grupo de investigadores encabezado por Roland Geyer de la Universidad de California en Santa Bárbara, entre 1967 y 2015 la producción de plásticos a nivel mundial se incrementó unas 17 veces, hasta alcanzar unos 400 millones de toneladas anuales. Según la misma fuente, la producción acumulada de plásticos entre 1950 y 2015 es aproximadamente 8,300 millones de toneladas, de las cuales 2,600 millones corresponden a materiales que aún están en uso, y 5,700 millones a plásticos ya desechados. De estos últimos, solo el 14% han sido destruidos mediante incineración. El 86% restante está acumulado en depósitos, más o menos seguros, o bien disperso sobre la superficie del planeta. Habría también que hacer notar que se ha reciclado apenas el 7% del total de plásticos producidos y que un cierto porcentaje del material reciclado ha terminado por desecharse.

Una medida del nivel global de contaminación por plásticos lo obtenemos si dividimos la masa de plásticos desechados y que no han sido destruidos, por el número de habitantes del mundo. Si hacemos esta división, a cada uno de nosotros nos corresponderían alrededor de 750 kilogramos de basura plástica.

La creciente contaminación por materiales plásticos ha encendido las alarmas y esto ha llevado, entre otras iniciativas -y como bien lo sabemos-, a la prohibición de las bolsas de plástico que proporcionan los supermercados. Si bien esto en principio ayudará a combatir contaminación por plásticos, las bolsas de supermercado no son el único factor que contribuye a dicha contaminación. Así, según la organización “Ocean Conservancy”, una campaña de limpieza de zonas costeras llevada a cabo en 2018 encontró que los mayores contaminantes son, en ese orden: colillas de cigarro, envolturas de comida, popotes, cubiertos de plástico, botellas de plástico, tapas de botella, y bolsas de supermercado.

Así, si bien la prohibición de las bolsas de supermercado podría aliviar el problema de contaminación por plásticos, no podría por sí misma resolverlo al no constituir dichas bolsas la única fuente contaminante. De hecho, la medida es controvertida, y así como hay quien la apoye, también tiene detractores quienes consideran que podría incluso agravar el problema de contaminación atmosférica, habida cuenta que la fabricación de los sustitutos de las bolsas de supermercado podría conducir a un mayor consumo de combustibles fósiles.

Por lo demás, la medida de prohibir las bolsas de supermercado ha ganado impulso, si bien tendremos que esperar a que los años por venir nos digan de su efectividad. Lo que sí resulta claro ahora es que el señor McGuire no se equivocó con su consejo a Benjamín Braddock en eso de que había un gran futuro en los plásticos. Futuro que, sin embargo, no fue del interés de Benjamín que renunció a la seguridad que le ofrecía la acomodada posición social de su familia, según la trama de la película. Siendo además posible que tampoco haya coincidido con los intereses del planeta.

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