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Dado que no hay una vacuna en contra del coronavirus ni un tratamiento específico contra el mismo, con el fin de atenuar su propagación se nos pide minimizar los contactos personales. Así, y a pesar de los enormes avances médicos ocurridos a lo largo del último siglo, la situación no es demasiado diferente de la que prevalecía en 1918 durante la pandemia de la llamada gripe española. Los especialistas, no obstante, saben mucho más acerca del virus que provoca la pandemia actual que lo que en su momento se sabía del agente infeccioso responsable del brote epidémico de 1918, y esto con seguridad acelerará el desarrollo de una vacuna y de tratamientos en contra del coronavirus.
Otra diferencia entre la epidemia actual y la de 1918 es la posibilidad de mantener contactos entre personas, por medio de la red Internet, a pesar del aislamiento físico. Es posible, por ejemplo y si la naturaleza de la actividad lo permite, realizar nuestro trabajo desde la casa. Es posible, también, realizar una reunión virtual entre personas, sin importar los lugares del mundo en los que se encuentren. Estas posibilidades no son nuevas y se han usado ya por un buen tiempo. La epidemia de coronavirus, sin embargo, podría catalizar su uso de manera más amplia y cotidiana.
Una actividad en la que la comunicación a distancia es pertinente es la educación, en particular a nivel universitario. Con respecto a esto, y a raíz de la suspensión temporal de actividades académicas de la UASLP hace algunos días, un grupo de profesores nos vimos forzados a continuar con nuestros cursos de manera remota. En lo personal, para quien esto escribe, esta nueva forma de impartir clase constituyó una experiencia nueva. Con la ayuda pertinente, sin embargo, pudimos organizarnos y continuar con el curso de manera remota.
Si bien es todavía muy temprano para evaluar el grado de éxito del arreglo forzado, no es posible negar que tiene aspectos positivos. Uno de estos es el relativo a la facilidad y naturalidad con la que los jóvenes estudiantes se han adaptado a las nuevas circunstancias. Debo confesar en una primera instancia no me fue evidente que así ocurriría. Ahora entiendo que, siendo los estudiantes nativos digitales, interactúan de manera natural con las computadoras y demás dispositivos informáticos. Se podría argüir también que, por su familiaridad con computadoras y teléfonos inteligentes, los estudiantes interactúan de manera más natural con este tipo de dispositivos que con el pizarrón tradicional del aula de clase.
De hecho, un fenómeno que ya ocurre es que algunos estudiantes en lugar de anotar en un cuaderno lo que el profesor escribe en el pizarrón, de manera más conveniente le toman una fotografía con su teléfono celular. En un esquema de educación a distancia, el estudiante tendría acceso, no solamente a la imagen del pizarrón sino a todo el audio de la sesión de clase.
Ciertamente, dependiendo del área que se considere, la educación presencial no puede ser sustituida por completo por la educación a distancia. Es el caso, por ejemplo, de programas educativos en los que un entrenamiento práctico es una parte integral del mismo. La educación a distancia, sin embargo, complementada con sesiones presenciales, podría jugar un papel importante en el futuro.
¿Podría la epidemia del coronavirus catalizar el uso extendido de las tecnologías informáticas para actividades tales como el trabajo en casa, las reuniones virtuales y la educación a distancia? Todo esto para minimizar el contacto entre personas y evitar la ocurrencia de una pandemia como la que nos aqueja en la actualidad. Posiblemente no nos tomará mucho tiempo averiguar qué es lo que nos depara el futuro. En los tiempos después del coronavirus.
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