El primer laboratorio científico de la historia

Obstáculos inesperados



Sabemos que, como una consecuencia inesperada de la pandemia de coronavirus hay una escasez de chips semiconductores que ha afectado a la industria automotriz a nivel mundial. En particular, en San Luis Potosí ha forzado paros técnicos a lo largo del año de la armadora de General Motors. Dicha escasez sería el resultado de varios factores, incluyendo el hecho de que al inicio de la pandemia la industria automotriz -previendo una disminución en la demanda de automóviles por el confinamiento forzado- habría bajado su demanda de semiconductores, los cuales habrían sido absorbidos en su lugar por la industria del entretenimiento y los videojuegos. Así, al prolongarse la pandemia y mantenerse alta la demanda de chips para estas últimas aplicaciones, se ha producido una escasez que no ha podido ser superada. Esto último debido a que la industria de los chips semiconductores es altamente compleja y requiere de inversiones extremadamente elevadas. De hecho, existen muy pocas compañías a nivel mundial capaces de fabricarlos.

La emergencia sanitaria ha perturbado así la compleja cadena de suministros de la industria automotriz, y en este contexto resulta particularmente interesante un artículo aparecido el pasado mes de julio en la revista “Enviromental Science and Technology”, en el que se analiza el impacto que producirían las fluctuaciones en los precios de las materias primas empleadas en la fabricación de los automóviles, y cómo este impacto difiere entre los automóviles con motores de combustión interna y los automóviles híbridos -que pueden funcionar tanto con motores eléctricos como con motores de gasolina-. El artículo fue publicado por un grupo de investigadores adscritos al Instituto de Tecnología de Massachusetts y al Centro de Investigación e Innovación de la compañía Ford Motor Company, encabezados por Baran Bhuwalka.

En su artículo, Bhuwalka y colaboradores reportan los resultados de un estudio llevado a cabo con siete automóviles marca Ford, tanto de gasolina, como híbridos. En este último caso incluyeron automóviles cuyas baterías eléctricas pueden ser recargadas enchufando el vehículo a la red eléctrica o bien mediante la tracción del mismo vehículo.

Como primera parte de su estudio, los investigadores identificaron el número total de componentes de cada vehículo -alrededor de 1,700 en promedio- y determinaron los compuestos y los elementos químicos que las integran. Encontraron que en la fabricación de los siete automóviles se emplearon más de 200 compuestos y 76 elementos químicos -más del 80 por ciento de todos los elementos que ocurren en forma natural-. Como era esperable, el hierro y el acero resultaron ser los principales constituyentes, seguidos de los materiales poliméricos y del aluminio.

Enseguida, Bhuwalka y colaboradores calcularon cuál sería la “exposición” -incremento en los costos de manufactura- de cada uno de los automóviles estudiados ante las fluctuaciones estimadas en los precios de los elementos que los componen. Encontraron que los automóviles híbridos enchufables tienen una exposición entre el 75 por ciento y el 95 por ciento más alta que los automóviles de combustión interna. Esta diferencia es sobre todo debida a los materiales empleados en la fabricación de la batería del automóvil eléctrico, incluyendo cobalto, níquel y grafito, que tienen precios altos y/o volátiles. Es debida también a los materiales empleados en el sistema de transmisión y embrague. En contraste, los automóviles híbridos enchufables muestran una menor exposición en comparación con los automóviles de gasolina en lo que se refiere al sistema de expulsión de gases.

En balance, Bhuwalka y colaboradores encuentran que los automóviles eléctricos representan para el fabricante un riesgo por incremento de precios de las materias primas que casi dobla al de los automóviles de gasolina. Ponen esto en perspectiva estimando que un fabricante que produzca un millón de unidades de automóviles híbridos enchufables afrontará un riesgo que es 1,000 millones de dólares más alto que el que afrontaría fabricando el mismo número de automóviles de gasolina.

Ciertamente, el cambio climático, cuyos efectos son cada vez más evidentes y extremos, nos impone la sustitución de automóviles de combustión interna por automóviles eléctricos. Los resultados presentados por Bhuwalka y colaboradores, sin embargo, constituyen una muestra -inesperada para aquellos que no somos expertos- de que el camino no está libre de obstáculos.

Comentarios

  1. En lo que me toca sigo con mi carro de combustión interna.

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  2. Muy interesante, atractivo y valioso enfoque, a fin de cuentas, el costo de los materiales y luego las implicaciones del desecho, cuando llega el momento, son determinantes. Considerando los métodos de diseño más elaborados que ya se vuelven obligados para los automóviles, y prácticamente cualquier medio de transporte, incluyen facilidades de cómputo del Ciclo de Vida, que incluyen tanto el costo de adquisición como el de desecho, y las implicaciones medioambientales. De lo que he visto, a menos que tengamos consideraciones particulares, como en CDMX, no urge adquirir eléctricos o híbridos. El precio actual puede ser una consideración adicional, si surge una buena oferta y para quien toque es momento de cambiar, creo que vale tomar. Por costos hay por lo menos una calculadora de comparación en www.race.es.

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