Hogar, dulce hogar

Los nuevos exploradores



El 25 de agosto de 2012, la sonda espacial “Voyager 1” de la NASA abandonó el sistema solar y con esto se convirtió en el primer objeto humano en penetrar en el espacio interestelar. En estos momentos se encuentra a más de 23,000 millones de kilómetros de nosotros -unas 150 veces la distancia entre el Sol y la Tierra- alejándose a una velocidad de más de 60,000 kilómetros por hora. En decenas o centenas de miles de años arribará a las inmediaciones de sistemas solares vecinos al nuestro, y si bien es improbable que llegue a hacer contacto con civilizaciones alienígenas, la Voyager 1 lleva a bordo una cápsula del tiempo con imágenes y sonidos de la Tierra, así como información de la posición en el espacio de nuestro planeta.

La sonda Voyager 2, por su lado, se convirtió en 2018 en el segundo objeto artificial en abandonar el sistema solar, y se espera que en el futuro lo hagan tres sondas más de la NASA, las Pioneer 10 y 11 y la New Horizons. Así, hemos inaugurado ya la época de los viajes interestelares, al igual que con seguridad lo han hecho también otras civilizaciones alienígenas.

Con relación a esto último, en el mes de octubre de 2017 se detectó en el observatorio Haleakala en Hawái, la visita de un objeto inusual, que cruzó por nuestro sistema solar con una velocidad y una trayectoria tales que indicaban un origen fuera del sistema solar. Este objeto, el primero de origen extrasolar detectado en nuestro sistema planetario, fue bautizado como “Oumuamua”, que en hawaiano quiere decir “mensajero de lejos que llega primero”.

Desde su descubrimiento, Oumuamua ha sido motivo de controversia entre los especialistas por sus características singulares. En particular, porque durante su acercamiento al Sol experimentó una aceleración en su velocidad más allá de la que hubiera experimentado por la sola atracción gravitatoria del Sol. Esto indicaría que Oumuamua tiene la naturaleza de un cometa.

En efecto, un cometa está constituido por materiales que se vaporizan al acercarse al Sol, formando la coma y la cola del cometa. Esta vaporización genera una fuerza que le imprime al cometa una aceleración adicional durante su acercamiento al Sol. Así, la aceleración en exceso observada durante el acercamiento de Oumuamua podría ser explicada si asumimos que éste tiene la naturaleza de un cometa, a pesar de que, no hubiera mostrado indicios de la formación de una coma durante su paso por Sol.

La conclusión que Oumuamua tiene la naturaleza de un cometa ha sido disputada por Shmuel Bilay y Abraham Loeb, de la Universidad de Harvard, quienes afirman en un artículo publicado en el número de noviembre de 2018 de la revista “The Astrophysical Journal Letters”, que la fuerza que produjo el incremento en la aceleración de Oumuamua fue en realidad debida a la presión de la radiación del Sol. Con relación a esto, sabemos que la radiación del Sol ejerce una fuerza sobre un objeto al incidir sobre su superficie. Esta fuerza, por supuesto, es muy pequeña y no afecta mayormente a los objetos aquí en la superficie de la Tierra, Puede, sin embargo, producir grandes efectos si actúa por un tiempo largo sobre objetos que presenten una gran superficie a la radiación solar. De hecho, es la radiación solar la que impulsa a las sondas espaciales equipadas con velas solares, de la misma manera que el viento impulsa a los barcos de vela.

Para apoyar sus conclusiones, Bilay y Loeb hacen un cálculo para determinar la forma que debería tener Oumuamua para experimentar la aceleración observada durante su acercamiento al Sol. Encuentran que debería tener la forma de una delgada lámina con un espesor inferior a un milímetro; justo lo que se esperaría de una vela solar. En estas condiciones, Bilay y Loeb especulan que Oumuamua podría constituir los restos de una nave interestelar, ya fuera de operación, construida por una civilización alienígena.

No es difícil imaginar que la especulación de Bilay y Loeb ha sido fuertemente disputada por los especialistas quienes arguyen un origen natural para Oumuamua, con todo y su comportamiento extraño. Loeb, sin embargo, ha sostenido sus conclusiones originales. Así, en un artículo a publicarse en el mes de abril del presente año en la revista “New Astronomy”, juntamente con otro autor critica las conclusiones de un artículo en el que se sostiene que Oumuamua tiene un origen natural y es en realidad un pedazo de nitrógeno congelado, que se vaporizó al acercarse al Sol generando un incremento en su aceleración.

Desafortunadamente, Oumuamua está ya fuera del alcance de nuestros telescopios y no es posible estudiarlo con más profundidad para determinar su verdadera naturaleza. En esta situación, tendríamos que estar atentos por si otro objeto similar cruza por nuestro sistema solar. Después de todo, por experiencia propia, sabemos que una civilización tecnológica puede enviar sondas hacia otras estrellas.

Comentarios

  1. Independientemente de registros que puedan existir de señales de algún tipo de radiación, por lo que dicen Bilay y Loeb sería la señal más tangible de civilizaciones alienigenas?

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