El primer laboratorio científico de la historia

El calentamiento global y el paso del noroeste



El celebre paso del Noroeste, el pasaje helado al norte de Canadá que conecta al océano Atlántico con el océano Pacífico, ha sido objeto de gran interés y fascinación por más de quinientos años. Esta fascinación ha sido tal que dicho pasaje ha tenido incluso presencia en la literatura. Julio Verne, por ejemplo se refiere al mismo en su novela Las Aventuras del Capitán Hatteras publicado en 1866. El paso del Noroeste alcanzó relevancia en el siglo XVI debido a que las rutas de navegación por los mares del sur entre Europa y Asia eran dominadas por España y Portugal, lo que motivó que otras potencias europeas, notablemente Inglaterra, buscaran afanosamente una ruta adicional por el Norte viajando en dirección Este-Oeste. A lo largo de los siglos XVI-XIX se hicieron numerosos intentos por encontrar el paso del Noroeste, intentos que, sin embargo, resultaron infructuosos por los hielos árticos que dificultaban enormemente la navegación. No fue sino hasta 1906 en que el noruego Roald Amundsen logró navegarlo por primera vez, desde la Bahía de Baffin en el este, hasta el estrecho de Bering en el oeste, en un viaje que le tomó tres años.

A lo largo de Siglo XX, el paso del Noroeste fue practicable solamente para buques rompehielos. Al inicio del presente siglo, sin embargo, tal parece que esta situación está cambiando rápidamente por efecto del calentamiento global. En efecto, en una noticia ampliamente difundida por la prensa mundial, el 21 de agosto de 2007 se dio a conocer que el paso del Noroeste había quedado libre de hielos por primera vez desde que hay memoria, y que días después, el 15 de septiembre del mismo año, la superficie cubierta por los hielos árticos alcanzó el valor más bajo jamás observado, lo que hubiera permitido la navegación sin dificultad entre los océanos Atlántico y Pacífico.

El calentamiento global es producto del incremento en la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera debido al uso intensivo de combustibles fósiles en diversas actividades humanas. El mecanismo que produce dicho calentamiento -conocido como efecto invernadero- es similar a aquel por medio del cual los rayos del Sol elevan la temperatura en el interior de un automóvil con los vidrios cerrados. En este caso, el efecto invernadero es básicamente debido a que el parabrisas y las ventanas del automóvil son transparentes a la radiación solar y por lo tanto permiten su paso hacia el interior, al mismo tiempo que no permiten la salida del calor generado por la absorción de dicha radiación en las vestiduras y recubrimientos internos. De este modo, en la medida que transcurre el tiempo más y más calor es atrapado dentro del automóvil, incrementando paulatinamente su temperatura. El calentamiento de la Tierra puede ser entendido con un símil en el cual el interior del automóvil es la superficie terrestre, mientras que el parabrisas y las ventanas corresponden a la atmósfera.

En realidad el efecto invernadero en la atmósfera es crucial para controlar las variaciones de temperatura entre el día y la noche, lo que es esencial para la existencia de la vida en la Tierra tal como la conocemos -en la superficie de la Luna, que no cuenta con una atmósfera, la variación de temperatura entre día y noche es superior a los 250 grados centígrados-. Existen en las atmósfera diferentes gases que producen un efecto invernadero y de estos el más importante es el vapor de agua, seguido del dióxido de carbono. El efecto invernadero del vapor de agua resulta evidente si pensamos en las grandes variaciones de temperatura que se producen entre el día y la noche en regiones con clima seco. El efecto correspondiente del dióxido de carbono quizá no nos resulta igual de evidente, pero su incremento paulatino en la atmósfera desde el inicio de la revolución industrial es señalado como el principal culpable del actual calentamiento global y el cambio climático asociado.

Algunos expertos piensan que el calentamiento global puede cambiar drásticamente las condiciones sobre la superficie de la Tierra. Por ejemplo, es motivo de intensa atención la posible fusión de los hielos polares que podría dar lugar a un incremento en el nivel de los océanos. De especial preocupación son los hielos antárticos, que representan el 70% de agua dulce que existe en la Tierra y que potencialmente podrían incrementar hasta en 5 metros el nivel del mar, lo que sumergiría bajo el agua buena parte de la península de Florida.

No existe un acuerdo generalizado sobre como en detalle será afectada la superficie de la Tierra por el calentamiento global en el largo plazo. Hay, no obstante, señales inequívocas y preocupantes de que un cambio está en curso como lo indican la apertura del paso del Noroeste en 2007 y el record de mínimo recubrimiento de hielo ártico ocurrido ese mismo año. Es posible que en algunos años el paso del Noroeste sea navegable por periodos largos en el verano, con lo que perderá, sin duda, la fascinación que ha despertado en los últimos cinco siglos.

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