El primer laboratorio científico de la historia

El mundo real supera al mágico



Muchos de los actuales dispositivos de alta tecnología parecen verdaderamente cosa de magia. Pensemos, por ejemplo, en los discos compactos empleados para grabar y reproducir música. A quienes acostumbramos, ya hace algún tiempo, escuchar música en discos de acetato o “Long Play”, no dejó de sorprendernos la calidad de sonido de los CDs cuando estos aparecieron en el mercado. Aun más, como muchos de nosotros recordamos, los discos de acetato eran muy frágiles y una raya en su superficie podía inutilizarlos. En contraste, un CD resiste maltratos y rayas sin aparente demérito en la calidad del sonido que reproduce, algo que efectivamente parece mágico. En un ejemplo en otro orden, empleando técnicas de Carbono 14 los arqueólogos son capaces de fechar con gran precisión restos de material orgánico, animal o vegetal, con una antigüedad de hasta decenas de miles de años. Para un lego en la materia esto es algo tan sorprendente que en cierta medida se acerca a lo mágico.

Los anteriores ejemplos corresponden a tecnologías de gran sofisticación basadas en el conocimiento científico, que contrastan grandemente con las tecnologías empíricas desarrolladas por medio de un procedimiento de prueba y error. Como un ejemplo de estas últimas, consideremos las técnicas tradicionales para fabricar espadas de acero. Después de numerosos intentos de prueba y error, los artesanos aprendieron a lo largo del tiempo que si golpeaban con un martillo una espada al rojo vivo y después la enfriaban rápidamente en agua, la podían endurecer de manera considerable. Podemos comparar el proceso de desarrollo de una tecnología empírica con el juego de tratar de romper a palos una piñata con los ojos vendados, cosa que pudiéramos quizá lograr después de numerosos golpes fallidos

En contraste, una tecnología de base científica, si bien hace uso del procedimiento de prueba y error en cierto grado, se enfoca de manera primordial en el conocimiento científico, que puede ser sofisticado en extremo. El desarrollo de una tecnología basada en la ciencia sería equivalente, en nuestra alegoría, a tratar de darle a la piñata viéndola de reojo y con los ojos parcialmente cubiertos.

En referencia a la técnica de fechado de material orgánico, esta se basa en el conocimiento científico que se tiene sobre el Carbono 14, que se sabe se transforma lentamente y de manera espontánea en Carbono 12 por un proceso de desintegración radiactiva. El fechado se hace a partir de la medición de la cantidad de Carbono 14 que se encuentra en los restos vegetales o animales bajo estudio, cantidad que se sabe empieza a disminuir de manera paulatina una vez que un organismo muere. De este modo, entre menos cantidad de Carbono 14 tenga una muestra arqueológica mayor será su antigüedad.

La existencia de tecnologías de base científica, entre las que se cuentan a la computación, las comunicaciones, la biotecnología, la medicina, entre muchas otras, es una de las pruebas más palpables del poder que nos da el conocimiento científico. A lo largo de la historia se ha buscado de muchas maneras influir y adquirir poder sobre la naturaleza. Los alquimistas de la Edad Media, por ejemplo, se propusieron, entre otras cosas, encontrar el elixir de la vida para alcanzar la inmortalidad y la piedra filosofal para transformar plomo en oro. No alcanzaron, sin embargo, ninguna de sus metas debido a que los métodos de trabajo que emplearon no estaban basados en la ciencia. No fue sino hasta el siglo XX, empleando el conocimiento que se tenía sobre física nuclear, que se logró transformar plomo en oro -aunque, es necesario mencionarlo, el costo del procedimiento para hacerlo sobrepasa cualquier potencial beneficio económico y por lo tanto carece de interés práctico.

Hoy en día, y no obstante el avance tecnológico del que somos testigos -producto en último término del empleo sistemático del método científico-, subsisten muchas prácticas y creencias que podemos catalogar como mágicas. Pensemos, por ejemplo, en las predicciones astrológicas y los horóscopos que cuentan con numerosos adeptos y para los cuales no existe una evidencia firme de que tengan utilidad práctica. Se encuentran también muy difundidas creencias que están en franca contradicción los resultados de la ciencia. Un ejemplo notable es la doctrina creacionista que tuvo un gran auge en los Estados Unidos a lo largo del siglo XX. La doctrina creacionista sostiene una interpretación literal de la creación del Mundo tal como lo relata la Biblia, lo que esta en abierta contradicción con numerosos resultados de la Biología y la Geología que apoyan la evolución de las especies y no una creación súbita de las mismas.

El que aún en los países económicamente desarrollados subsistan muy extendidas formas de pensar anticientíficas posiblemente signifique que en nuestro contexto cultural el razonamiento científico no es algo natural. Podemos esperar, sin embargo, que en la medida en que el mundo real, producto de la alta tecnología, supere de manera abrumadora al mundo mágico, esta situación cambie de manera drástica y la magia quede definitivamente erradicada de nuestra vida.

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