El primer laboratorio científico de la historia

Granjas verticales



Uno de los mayores desafíos que encara el mundo hoy en día es el relativo al incremento en la producción de alimentos para una población creciente. De las tierras que en nuestro planeta son consideradas arables, aproximadamente la mitad están cultivadas, lo que en principio daría margen para aumentar la producción agrícola. Al abrir más tierras al cultivo, sin embargo, se generan efectos negativos en el medio ambiente por la deforestación que conlleva. Además, los eventos climáticos extremos -sequías e inundaciones- que estamos padeciendo en los últimos años, y que son producto de la alteración del medio ambiente por actividades humanas, impactan negativamente a la producción de alimentos. Dadas estas circunstancias, algunos expertos piensan que la agricultura tal como la conocemos tendrá que cambiar en el futuro.

Se estima que 12,000 años atrás, al final del periodo paleolítico y antes de la invención de la agricultura, había unos cinco millones de personas en el mundo que subsistían de la caza y la recolección. En ese tiempo los grupos humanos eran nómadas, pues el alimento que necesitaban para subsistir se encontraba disperso en grandes extensiones de terreno lo que no propiciaba su permanencia en un mismo lugar por periodos prolongados. La agricultura puso a disposición de nuestros ancestros alimentos en cantidades mayores a las que podían obtener en forma silvestre, y esto llevó a un incremento gradual de la población mundial. La agricultura, además, permitió cultivar alimentos en áreas relativamente pequeñas, dando origen a asentamientos humanos permanentes y eventualmente al nacimiento de las primeras ciudades.

Después de la invención de la agricultura, la población del mundo creció de manera continua, llegando a unos 300 millones al inicio de nuestra era y a 1,600 millones en el año 1900. En la actualidad somos poco menos de 7,000 millones y si dividimos la cantidad de tierra arable de que disponemos entre la población mundial, encontramos que a cada uno de los habitantes de la Tierra nos corresponde aproximadamente media hectárea. Así, parece ser que la actividad de la que hemos dependido por miles de años para nuestra subsistencia tendrá efectivamente que cambiar y aumentar su eficiencia.

Dickson Despommier, quién es profesor de la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York, tiene una propuesta sorprendente para la agricultura del futuro: cultivar la comida que necesitemos en edificios de gran altura en medio de los centros urbanos. En su propuesta, Despommier imagina estructuras verticales con invernaderos apilados en niveles múltiples, en los que se cultivarán alimentos empleando técnicas de invernadero. Crecer vegetales en espacios cerrados ha sido, por supuesto, practicado por muchos años. Lo que es novedoso en la propuesta de Despommier es la perspectiva de multiplicar la producción de alimentos en una superficie dada apilando invernaderos en estructuras verticales, y además hacerlo dentro de las ciudades.

Según Despommier, una de las virtudes de su propuesta es la de suprimir el transporte de alimentos desde los lugares de producción a los centros urbanos, con el consecuente ahorro de combustible y reducción de la contaminación atmosférica. En no pocos casos los alimentos se consumen hoy en día a cientos o miles de kilómetros de donde son producidos, en una suerte de proceso inverso al que practicaban los grupos nómadas del periodo paleolítico; es decir, los alimentos viajan ahora hacia los consumidores en lugar de que éstos lo hagan hacia los primeros. Con la propuesta de Despommier regresaríamos a la época en la que los alimentos se producían en la vecindad de los centros urbanos.

Las granjas verticales producirían todo el año y no tendrían afectaciones por sequías o inundaciones. Además, empleando técnicas aeropónicas se lograría un ahorro considerable de agua en comparación con la agricultura tradicional. Por medio de estas técnicas, que no requieren de tierra, los nutrientes que necesitan las plantas para su crecimiento son proporcionados a través de un flujo de agua atomizada.

Despommier también ha considerado el aspecto estético y escribe: ”Las estructuras por si mismas deberían tener gracia y belleza. Con el objeto de permitir que las plantas capturen la luz del Sol, las paredes y los techos deben ser completamente transparentes. De este modo, a la distancia, parecería que fueran jardines suspendidos en el espacio”, en lo que constituye una especie de reedición de los jardines colgantes de Babilonia en gran escala.

Existen, no obstante, críticos a la idea de las granjas verticales que consideran, por ejemplo, que en una estructura de invernaderos apilados habrá áreas en los niveles inferiores a las que no llegue la luz solar y tendrán que ser iluminadas artificialmente. Esto implicaría enormes costos de energía eléctrica que harían inviable la idea completa.

Aunque es todavía muy pronto para saber si la propuesta de Despommier se hará realidad algún día, lo que si parece seguro es que las prácticas agrícolas actuales tendrán que adecuarse a la capacidad de nuestro planeta para alojar a un número creciente de habitantes, la cual aparenta estar llegando a un límite.

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