El primer laboratorio científico de la historia

¿Cuántos años tiene?



Según nos relata Artemio de Valle Arizpe, en su novela “La Güera Rodríguez“, en una ocasión en que María Ignacia Rodríguez de Velazco y Osorio –mejor conocida como la Güera Rodríguez–, se encontró con el hijo de un personaje de gran alcurnia, se abalanzó sobre él y le pegó tal mordida en un brazo que casi le arranca el pedazo. Hizo esto para demostrarles que todavía conservaba su dentadura, pues papá y vástago se habían dado a la tarea de propalar un rumor según el cual la Güera era tan vieja que ya ni dientes tenía. Ésta, después de la mordida, le habría espetado –apuntándole con el índice– al azorado hijo de su papá: “Mira niño….. dile al trasto viejo que ahora funge como marido de tu señora mamá, que todavía muerdo”.

Si bien después de este episodio quedó demostrado, sin duda alguna, que la Güera Rodríguez tenía una muy buena dentadura, del relato de de Valle Arizpe no queda claro si la María Ignacia fue víctima de un infundio en cuanto a su edad, o si por el contrario contaba con dientes de calidad excepcional que le habían durado más de lo normal.

De haber vivido en la actualidad, la Güera Rodríguez no hubiera tenido que recurrir a métodos tan drásticos para hacer constar que no era tan vieja –de haber sido éste el caso– como decían sus malquerientes. En efecto, según un artículo publicado el pasado 22 de junio en la revista electrónica PLoS ONE, por un grupo de investigadores de la Universidad de California en Los Ángeles, a partir de una muestra de saliva es posible determinar la edad de una persona con una precisión de cinco años.

En la medida que envejecemos el DNA sufre cambios de diversa índole. Mediante un estudio de la saliva de 34 pares de gemelos masculinos idénticos, con edades entre 21 y 55 años, los investigadores de la Universidad de California fueron capaces de encontrar cambios en ciertos lugares del DNA que están estrechamente relacionados con la edad. De este modo, el estado del DNA en dichos lugares nos indicará la edad de la persona. Los resultados fueron corroborados por un segundo estudio con 60 personas, 31 hombres y 29 mujeres, con edades entre los 18 y los 70 años de edad.

Como sabemos que la muerte es inevitable, los signos de envejecimiento no nos son por lo general agradables –siendo comprensible la irritación de la Güera Rodríguez por las historias acerca de su edad–. Así, como un medio para enmascarar el envejecimiento, ha florecido la industria de las cirugías para rejuvenecer. En este sentido, de acuerdo con estadísticas de la Asociación Norteamericana de Cirujanos Plásticos, durante el año de 2010 se realizaron 13 millones de intervenciones de cirugía estética –incluyendo aquellas mínimamente invasivas–. Es de notar igualmente que hace unos días se anunció que “Food and Drug Adminstration” aprobó un tratamiento novedoso para remover arrugas alrededor de la boca y la nariz a base de las células de la piel del paciente.

Sabemos ciertamente que la muerte es inevitable. A lo largo del último siglo, sin embargo, con el advenimiento de nuevos tratamientos y procedimientos médicos y quirúrgicos, así como con una mejora en las condiciones de higiene, la esperanza de vida se ha incrementado sustancialmente en la mayor parte de los países del mundo, rondando los 80 años en algunos casos. En el futuro existe la posibilidad de que la esperanza de vida se incremente todavía más; en relación a esto, hay investigadores que anticipan –aunque esto es altamente controversial– que la esperanza de vida algún día alcanzará los 800 años.

No sabemos si esto ocurrirá algún día. Lo que sí sabemos es que el conocimiento científico nos ha cambiado drásticamente la vida. Al respecto podemos referir otro pasaje de la novela de de Valle Arizpe en el que la Güera Rodríguez, encita y a punto de dar a luz, invita a seis señores que “pasaban muy tranquilos por la calle” a presenciar su parto. La razón de este insólito comportamiento fue la necesidad de contar con testigos del alumbramiento de su hija, pues su embarazo había sido puesto en duda por los parientes de su segundo marido –recientemente fallecido–, quienes alegaban que lo fingía para quedarse con la herencia del difunto. De haber nacido dos siglos después, la Güera Rodríguez hubiera podido simplemente solicitar un examen genético para demostrar el origen de su hija.

Aunque quizá no se hubiera divertido tanto.

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