El primer laboratorio científico de la historia

Medicina de ciencia ficción



Como consecuencia de los avances médicos y de salud pública a lo largo del siglo pasado se ha producido un incremento continuo en el promedio de vida de la población. Al respecto, según datos de la Organización Mundial de la Salud, la esperanza de vida al nacer a nivel global se incrementó de 31 años en 1900 a casi 66 años en 2005, mientras que en países como Japón, Suiza y España, supera los 80 años. A lo largo del último siglo, entre otros muchos avances médicos, se han erradicado enfermedades infecciosas que antes eran devastadoras y se han desarrollado técnicas que no hace mucho tiempo nos hubieran parecido propias de la ciencia ficción.

La generación de nuevas terapias y dispositivos médicos que se antojan de fantasía científica no es, por supuesto, cosa del pasado y están por el contrario continuamente surgiendo como producto de las grandes inversiones pública y privada que se dedican a la investigación biomédica. Un dispositivo que casi entra en esta categoría fue dado a conocer la semana que hoy termina en el congreso de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencias, celebrado en la ciudad de Vancouver, Canadá. Dicho dispositivo, que fue también motivo de un artículo publicado el pasado jueves en la revista “Science Translational Medicine”, fue realizado por investigadores de varias universidades y centros de investigación de los Estados Unidos, incluyendo la Universidad Harvard y el Instituto Tecnológico de Massachusetts, en conjunto con la compañía privada “Microchips” fabricante de los dispositivos.

El dispositivo reportado consiste básicamente en una cápsula para liberar de manera controlada un fármaco para el tratamiento de la osteoporosis. La cápsula se implanta dentro del cuerpo y la liberación del fármaco se programa de manera inalámbrica por medio de una computadora externa. Dicha liberación también puede hacerse en un determinado momento desde el exterior. La comunicación es, además, bidireccional, de modo el dispositivo implantado puede enviar información hacia el exterior. La cápsula tiene un tamaño equivalente al de una memoria USB para computadora y encierra a dos microchips y a la electrónica de control y de comunicaciones necesaria para la operación de dispositivo.

El fármaco a liberar –en dosis de tan sólo 40 millonésimas de gramo– es colocado en pequeños compartimentos alojados en los microchips –diez por cada microchip, lo que da un total de 20 dosis–, los cuales son sellados por medio de una membrana muy delgada de una aleación de titanio y platino. Para liberar una dosis del fármaco se funde una de las membranas empleando una diminuta corriente eléctrica. Esto se hace siguiendo una rutina previamente establecida, según el tratamiento médico a seguir.

Los dispositivos fueron puestos a prueba con siete pacientes mujeres con edades entre los 65 y los 70 años, a las que se les administró una dosis diaria del fármaco a lo largo de 20 días. De acuerdo con el artículo de referencia, los resultados del estudio fueron equivalentes a aquellos obtenidos por el procedimiento tradicional administrando el fármaco mediante inyecciones diarias. Esto demuestra las grandes ventajas del nuevo dispositivo, pues elimina la incomodidad que muchos pacientes experimentan ante las inyecciones.

Las inyecciones se eliminan, no obstante, al costo de someterse a la operación necesaria para implantar el dispositivo –en el abdomen–, aunque ésta se lleve a cabo en el consultorio del médico con anestesia local. Para aliviar la incomodidad de esta operación –ciertamente mayor que la de una simple inyección subcutánea–, Microchips está desarrollando un dispositivo para 400 dosis, lo que alargaría a un año el tiempo entre implantes.

De acuerdo con Robert Farra de la compañía Microchips y uno de los autores del estudio, el dispositivo desarrollado podría ser empleado para administrar fármacos para otras enfermedades, incluyendo el cáncer. El volumen de los contenedores en el microchip, no obstante, es pequeño por necesidad, de modo que la tecnología no podría ser usada para el tratamiento de otras enfermedades, como la diabetes, que requieren de volúmenes mayores del fármaco a administrar.

Se podría especular que a futuro se desarrollen dispositivos que se implanten dentro del cuerpo y que no solamente administren fármacos de manera controlada, sino que además incluyan sondas que proporcionen a la computadora de control la información necesaria para que pueda ajustar la dosis a liberar. Con esto, dicha computadora tomaría el control total de la lucha contra la enfermedad. Esto último suena ciertamente a ciencia ficción, aunque dados los vertiginosos avance biomédicos, no podemos dudar que en algún momento se haga realidad.

Antes de que esto ocurra, hay que esperar a que el dispositivo anunciado esta semana esté disponible comercialmente, lo que tardaría todavía algunos años. El costo anunciado del dispositivo –de 10,000 a 12,000 dólares–, sin embargo, posiblemente haga que muchos, de cualquier manera, se decidan por la opción de las inyecciones diarias.

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