Hogar, dulce hogar

No todo lo que brilla es oro



Quizá pueda sonar inverosímil la afirmación según la cual hay una conexión directa entre una presa de grandes proporciones y la ocurrencia de temblores, también de grandes proporciones, en sus inmediaciones. Esto, no obstante, es lo que sostienen algunos geofísicos en relación al temblor de Wenchuan, China, que en mayo de 2008 –poco antes de las olimpiadas de Beijing– mató a 80,000 personas, y que estaría relacionado con la presa Zipingpu cercana al epicentro del temblor. Un hecho que apoya esta asociación es que el llenado de la presa se inició en septiembre de 2005 y dos años y medio después se produjo el terremoto. En una región, además, en donde no había ocurrido un sismo de esta magnitud en cuando menos 1,000 años, según los expertos.

En anteriores ocasiones se ha establecido una relación clara entre el movimiento de grandes masas de agua, como ocurre durante el llenado o vaciado de una presa, y la ocurrencia de temblores. Estos, no obstante, han tenido una magnitud máxima de 6.3, que contrasta fuertemente con la magnitud 8 del terremoto de Wenchuan.

Como lo explican los geofísicos, los temblores tienen su origen en el movimiento continuo que experimentan las diferentes placas que forman la corteza terrestre. Por efecto de este movimiento, las fuerzas de rozamiento a lo largo de la falla geológica entre dos placas pueden dar lugar a una gran acumulación de energía. Al alcanzar dichas fuerzas un cierto valor crítico, la energía acumulada se libera de forma súbita generando un temblor.

En el caso del embalse de Wenchuan, se especula que el enorme peso de la masa de agua –la cortina de la presa tiene una altitud de 156 metros– pudo disparar el temblor por la presión que ejerció sobre la falla geológica, que está justamente debajo del embalse a una profundidad entre 5 y 19 kilómetros. Otra posibilidad es que el agua de la presa se haya filtrado hasta la falla, lubricándola y acelerando su fractura. Los escépticos, no obstante, argumentan que el agua no podría haber penetrado hasta la profundidad máxima de 19 kilómetros estimada para el epicentro del sismo, aunque otros argumentan que en realidad dicho epicentro ocurrió a una profundidad de entre 6 y 9 kilómetros, hasta la cual sí podría haber ocurrido la filtración.

En este contexto, la revista “Science” en el número correspondiente a la presente semana, hace eco de la preocupación de algunos geofísicos por los planes chinos de crear una serie de embalses a lo largo de río Yangtsé en una zona con actividad sísmica. Dichos embalses tienen como propósito la generación de energía eléctrica, que China necesita para sostener su acelerado crecimiento económico.

Como sabemos, China cuenta con la central hidroeléctrica de Tres Gargantas, la más grande del mundo, con una potencia instalada de 21,000 KW. Esta se localiza en la presa Tres Gargantas, que retiene las aguas del Yangtsé y forma a lo largo de su cauce un delgado lago de 600 kilómetros de longitud. Podemos apreciar lo enorme de la instalación china si la comparamos con la central hidroeléctrica de Chicoasén, la mayor de nuestro país, la cual tiene una potencia de “sólo” 2,400 MW.

Entre otros, China tiene actualmente en construcción cuatro embalses en el Río Yangtsé que incrementarán su capacidad de generación de energía eléctrica en 40,000 MW, lo que es casi la capacidad total de nuestro país en este rubro. Los nuevos embalses se localizarán río arriba desde la presa de Tres Gargantas, y según los críticos tendrán un impacto ecológico negativo de consideración, además de que darán lugar a posibles problemas sísmicos.

El desarrollo económico del mundo, no obstante, necesita de cantidades crecientes de energía eléctrica. En actualidad esta energía en su mayor proporción se obtiene de la quema de combustibles fósiles, que sabemos han provocado un cambio climático en nuestro planeta. China y otros países están buscando sustituir a dichos combustibles fósiles por fuentes de energía renovables no contaminantes, una de las cuales es precisamente la hidroelectricidad.

La energía hidroeléctrica requiere de crear lagos artificiales de gran extensión, que por lo mismo tienen un importante impacto sobre el medio ambiente. En esto estribaría su desventaja más grande, que la alejaría de ser una fuente ideal de energía, la cual, por supuesto, no existe.

Por otro lado, la hidroelectricidad se presenta como una fuente muy atractiva pues aprovecha la energía de las caídas de agua y no libera productos de desecho que contaminen el medio ambiente. La energía en la caídas de agua, además, depende de la fuerza de gravedad –de la que, como sabemos, no podemos librarnos– y terminará disipándose en el medio ambiente, independientemente que hagamos uso de ella o no.

La hidroelectricidad se presenta así como una fuente de energía altamente atractiva. Esto se mantendrá posiblemente en el futuro. Aunque no en el caso de que resulten ciertas las especulaciones y que efectivamente un embalse gigante cerca de un zona sísmica sea capaz de provocar un terremoto de gran magnitud. En tal circunstancia, resultaría que la hidroelectricidad tiene después de todo sus bemoles. Podríamos así aplicarle el dicho según el cual, “no todo lo que brilla es oro”.

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