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En tiempos antiguos la aparición de un cometa se veía como un suceso extraordinario que contrastaba con el movimiento periódico y predecible de los planetas. Esto llevó a considerar que los cometas eran precursores de acontecimientos igualmente extraordinarios, incluyendo guerras y epidemias, entre otras calamidades.
No es sorprendente que la aparición de un cometa haya parecido un acontecimiento impredecible si consideramos que hay cometas con tiempos de revolución alrededor del Sol tan largos que han sido avistados solamente una vez a lo largo de la historia. Incluso en el caso del cometa Halley, que tiene un tiempo de revolución relativamente corto, su periodicidad no fue establecida sino hasta el siglo XVIII.
En efecto, tocó a Edmund Halley –no confundir con el Haley del grupo de rock and roll de los años cincuenta “Bill Haley y sus Cometas”– descubrir que el cometa que lleva su nombre es un objeto que orbita al Sol describiendo una elipse. Haciendo uso de la teoría de gravitación universal que hacía poco había desarrollado Isaac Newton, lo mismo que de observaciones de las posiciones de los cometas avistados en 1531, 1607 y 1682, Halley llegó a la conclusión que éstos correspondían a un solo objeto y predijo un nuevo avistamiento en 1758.
Esto último resultó acertado, y con esto los cometas perdieron su carácter mágico como precursores de desastres y calamidades, y entraron a la categoría de objetos naturales cuyas visitas sucesivas podían ser predichas con décadas de anticipación.
Uno de los tantos cometas ahora conocidos, gracias al trabajo pionero de Halley, es el Churyumov-Gerasimenko descubierto en 1969, el cual tiene un periodo orbital de 6.5 años. Este cometa hizo noticia en días pasados debido a que será objeto de un estudio científico de un año de duración por medio de la sonda Rosetta de la European Space Agency (ESA). El estudio tendrá un alcance sin precedentes en cuanto al conocimiento que se espera obtener acerca de los cometas.
La sonda Rosetta fue lanzada hace diez años y después de un largo viaje en el que dio cuatro vueltas al Sol, se encontró el pasado de 6 agosto con el cometa Churyumov-Gerasimenko en un punto a unos 400 millones de kilómetros de la Tierra, a medio camino entre las órbitas de Marte y Júpiter. En estos momentos, el cometa y la sonda viajan juntos –aunque separados por unos cien kilómetros– acercándose al Sol a una velocidad de 55,000 kilómetros por hora.
Las fotografías del cometa que la sonda ha enviado a la Tierra muestran que éste tiene una forma muy irregular y rugosa, formado por dos partes bien diferenciadas unidas por un “cuello” que le dan el aspecto de un pato.
De acuerdo con la página de internet de la ESA, Rosetta entrará en las próximas seis semanas en órbita alrededor del cometa y lo acompañará a lo largo de un año en la medida que se acerca al Sol. Durante el viaje, Rosetta estudiará el proceso mediante el cual el cometa se hace más brillante y adquiere la característica “cola” de los cometas , en la medida en que es calentado por el Sol.
En el mes de noviembre Rosetta enviará la sonda Philae de 100 kilogramos de peso, la cual se posará sobre la superficie del cometa y se fijará por medio de anclas. La misión de Philae es estudiar la composición y estructura interna del cometa.
Han pasado 250 años desde que los cometas fueron desmitificados por Edmund Halley y desprovistos de su aura mágica y amenazadora. Lo más significativo para el desarrollo de la ciencia, sin embargo, fue que Halley pudo predecir la ocurrencia de un fenómeno natural empleando la teoría de gravitación que Isaac Newton había desarrollado poco tiempo antes, y con esto dio una demostración de las impresionantes capacidades de predicción del método científico.
Con seguridad la sonda Rosetta nos proporcionará información detallada sobre la naturaleza de los cometas. Será igualmente testigo cercano de cómo el sol “enciende” un cometa y lo convierte, de una masa fría sin un gran atractivo, en uno de los objetos más vistosos del Universo. Y todo esto será posible gracias a una tecnología – aeroespacial, electrónica, de cómputo, de telecomunicaciones, etc.– basada en el conocimiento científico acumulado desde los tiempos en que Isaac Newton llegó a una conclusión genial: que las leyes físicas que determinan los movimientos de los cuerpos celestes –incluidos los cometas– son las mismas que gobiernan a los objetos en la Tierra.
De este modo, resulta que los cometas ayudaron –mediante el trabajo de Newton y Halley– a desarrollar una manera de ver al mundo en la que la magia no tiene lugar, manera que ahora emplearemos para tratar de averiguar sus secretos.
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