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En el comunicado referido se dieron a conocer los resultados de un estudio, encabezado por Johannes Bohannon, del Instituto de Dieta y Salud de Alemania, que tuvo como objetivo investigar los efectos que el consumo de chocolate tiene sobre 18 indicadores de salud, incluyendo el peso corporal, los niveles de colesterol y sodio, el nivel de proteína en la sangre, la calidad del sueño y el bienestar general.
Para llevar a cabo el estudio, que se extendió por tres semanas, Bohannon y colaboradores dividieron a los voluntarios participantes en tres grupos. Dos de los grupos fueron sometidos a una dieta baja en carbohidratos y el tercero, que sirvió como grupo de control, siguió con su dieta acostumbrada. Adicionalmente, a uno de los grupos en régimen de dieta se le dieron a consumir 42 gramos de chocolate amargo todos los días.
El peso de cada participante fue medido diariamente durante los 21 días que duró la prueba. Se encontró que aquellos que siguieron su dieta normal aumentaron y redujeron al azar su peso, sin modificarlo en promedio. Los que fueron sometidos a dieta, en contraste, perdieron en promedio 5 libras a lo largo del estudio. Además, los que consumieron chocolate lo hicieron un 10% más rápido, al mismo tiempo que mejoraron sus niveles de colesterol y su sensación de bienestar. La conclusión del estudio, publicado en la revista “International Archives of Medicine”, fue que el consumo de chocolate acelera la pérdida de peso entre aquellos sometidos a una dieta.
Así, el chocolate, además de todas las virtudes que le atribuimos derivadas de su sabor, constituiría un alimento benéfico para nuestra salud. El resultado no podría ser mejor. No, si no fuera porque el artículo publicado por Bohanonn y colaboradores es un fraude, como él mismo lo hizo saber en un blog publicado el pasado miércoles.
Johannes Bohannon es en realidad John Bohannon, quién trabaja como reportero para la revista “Science”. El mismo que hace dos años llevó a cabo un proyecto para exponer a aquellas editoriales científicas que publican artículos sin el rigor editorial adecuado mediante el pago de una cuota. En esa ocasión, Bohannon escribió versiones de un artículo sobre el descubrimiento de una nueva droga para tratar el cáncer, el cual adolecía de evidentes fallas científicas y que envió a 304 revistas en línea, de las cuales 157 lo aceptaron.
El nuevo artículo-fraude de Bohannon sobre el chocolate, como él lo relata en su blog, fue resultado de una iniciativa de dos reporteros de televisión alemanes que pretendían elaborar un documental sobre la ciencia-basura de la industria de los alimentos. Con este propósito se acercaron a Bohannon –quien no es experto en nutrición sino en biología molecular– y juntos decidieron llevar a cabo el estudio reportado en el artículo referido. Este estudio se llevó se llevó a cabo con un grupo de 15 participantes, reclutados mediante un pago de 150 euros.
El número de participantes en el estudio fue demasiado pequeño para que de los datos obtenidos se pueda llegar a una conclusión. De hecho, el estudio fue diseñado para que produjera conclusiones que en apariencia son sólidas pero que no tienen un fundamento estadístico. La receta para esto fue medir un gran número de parámetros –18 en total– en un grupo pequeño de participantes, lo que hacía probable que uno de estos parámetros –no necesariamente el peso corporal– resultase en apariencia correlacionado con el consumo de chocolate, sin que sea éste el caso. Esto último podría comprobarse llevando a cabo nuevamente el estudio, lo que no se hizo, por supuesto.
El artículo fue publicado en una revista que está en la lista de Bohannon de editoriales que publican artículos fraudulentos, sin que haya sido previamente revisada por expertos que con seguridad lo hubiesen rechazado por su falta de rigor científico. Una vez publicados el artículo y el comunicado de prensa, la información entró a los medios de comunicación y se expandió ampliamente por todo el mundo.
¿Qué nos enseña todo esto? De acuerdo con Bohannon, entre otras cosas nos muestra la “increíble flojera” de algunos reporteros de ciencia que no se toman el trabajo de comprobar la veracidad de afirmaciones científicas; las cuales, por otro lado, pudieron haber sido publicadas en revistas poco serias que no se toman la molestia de llevar a cabo una revisión rigurosa por expertos del material que publican. Lo que hacen, por supuesto, mediante el pago de una cuota que en algunos casos es considerable.
Nos indica, además, que no porque están escritas las afirmaciones científicas son necesariamente ciertas. No lo son, por supuesto, si se originan en un fraude. Y podrían no serlo aun si provienen de una investigación sería, pues, por naturaleza, los resultados de la ciencia siempre están sujetos a revisión.
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