El primer laboratorio científico de la historia

Realidad y ficción



Siendo Marte el planeta del sistema solar más parecido a la Tierra –y el segundo más cercano en promedio –, ha sido frecuentemente motivo de especulaciones sobre la posibilidad de que pueda albergar alguna forma de vida, incluso inteligente. En este sentido, al inicio del siglo pasado el astrónomo norteamericano Percival Lowell estaba convencido de que las líneas que el italiano Giovanni Schiaparelli había observado con su telescopio en 1877 sobre la superficie de Marte eran canales que los marcianos habrían construido para transportar agua desde los casquetes polares hacia las regiones desérticas en el ecuador del planeta. Siguiendo su creencia, Lowell dedicó mucho tiempo para tratar de confirmarla hasta que se convenció de lo contrario.

Marte ha estado también presente en las novelas de ficción. Dicho planeta es, por ejemplo, el lugar de origen de los extraterrestres que invaden a la Tierra en la novela “La guerra de los mundos” del escritor británico H.G. Wells, quien se habría inspirado para escribirla en las ideas de Lowell. De la misma manera, el escritor de ciencia ficción Ray Bradbury en su libro “Crónicas Marcianas” da por asentado que en Marte hay vida inteligente.

Sin embargo, a pesar de nuestra fascinación por Marte, las condiciones físicas que prevalecen en su superficie no son nada amigables para la vida superior tal como la conocemos. Así, las fotografías que nos hacen llegar las sondas de la NASA desde la superficie de Marte muestran un lugar extremadamente árido y pedregoso, sin el menor rastro de vida. Sabemos, además, que la atmósfera marciana es extremadamente delgada y compuesta fundamentalmente de bióxido de carbono y prácticamente nada de oxígeno. Sabemos también que, dada su distancia al Sol, la superficie del planeta es muy fría, con una temperatura promedio de menos 55 grados centígrados y una variación entre el día y la noche que puede alcanzar los 100 grados centígrados.

Un peligro adicional para la vida en Marte son las radiaciones alta energía provenientes del espacio que sabemos pueden provocar cáncer. A diferencia de la Tierra, Marte no posee un campo magnético que desvíe dichas radiaciones, las cuales continuamente bombardean su superficie. Lo delgado de la atmósfera marciana –posiblemente producto del bombardeo cósmico– no ayuda a atenuar dichas radiaciones, como tampoco lo hace con los rayos ultravioleta del Sol que son también cancerígenos.

Por todo lo anterior, Marte no es un lugar hospitalario, al menos no como lo es nuestro planeta, y nadie espera que pueda albergar vida más allá de su versión microbiana. En este sentido, un estudio llevado a cabo por el explorador ”Curiosity” que se encuentra desde agosto de 2012 en la superficie de Marte, arrojó resultados alentadores. No ha descubierto “Curiosity” microbios en Marte, pero sí signos claros de que en algún momento en su historia geológica existieron ríos y lagos de agua estables en su superficie; y, como sabemos, el agua es un elemento esencial para el desarrollo de la vida.

Dicho estudio fue publicado esta semana en la revista “Science” por un grupo internacional de investigadores encabezado por J.P Grotzinger del “California Institute of Technology”. Dicho grupo analizó fotografías enviadas por “Curiosity” de depósitos sedimentarios en el interior del cráter Gale en Marte que develaron la historia geológica de esa área del planeta. Los investigadores encontraron en el interior del cráter depósitos materiales que probablemente fueron arrastrados hasta ahí por ríos de agua, así como capas rocosas producto de la sedimentación de materiales en lo que habría sido el fondo de un lago.

De este modo, y de estar Gortzinger y colaboradores en lo correcto –lo mismo que otros investigadores que han llegado a la misma conclusión–, en el pasado Marte era un lugar considerablemente más húmedo en comparación con la actualidad, apuntando a la posibilidad de que en el pasado hubieran existido condiciones favorables para el desarrollo de la vida.

El agua, por otro lado, es solo uno de los elementos esenciales para la vida. Adicionalmente, es también necesario contar con los elementos químicos que componen las moléculas de la vida y con las fuentes de energía para sintetizarlas , sean estas últimas de origen solar o geotérmico. Y, por supuesto, es necesario contar con un medio ambiente que no le sea tóxico a la vida, como sí lo es en la actualidad la superficie marciana, bañada continuamente con radiaciones cósmicas de alta energía.

Para el desarrollo de la vida es necesario que se conjunten varios factores y para averiguar si éstos se dieron el pasado en Marte, lo mismo que para detectar la posible presencia de vida, pasada y presente, en ese planeta, la Agencia Espacial Europea tiene planeado enviar las misiones ExoMars a Marte en 2016 y 2018, mientras que La NASA planea enviar la misión Mars 202 con el mismo propósito.

No podemos por el momento saber si existe, o existió en un pasado remoto, vida en Marte. Es posible que, por otro lado, con un poco de suerte no tengamos que esperar mucho tiempo antes de averiguarlo de tener éxito las misiones europea y norteamericana planeadas para los próximos años. En todo caso, de encontrase alguna forma de vida marciana, ésta será simple, muy alejada de la vida inteligente imaginada por Lowell, Wells y Bradbury.

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