El primer laboratorio científico de la historia

Un futuro brillante



Así como el siglo XX fue el siglo de la lámpara incandescente, el siglo XXI lo será seguramente de la lámpara LED. En efecto, a pesar de que el costo de las lámparas LED es todavía relativamente alto, las mismas son cada vez más populares y están gradualmente reemplazando a los focos incandescentes y a las lámparas fluorescentes como fuentes de luz. Dadas las múltiples ventajas de los LEDs, se espera que este reemplazo sea prácticamente total en las próximas décadas.

En efecto, un reporte dado a conocer el pasado mes de septiembre por el Departamento de Energía de los Estados Unidos pronostica que para el año 2035 el 99% de las luminarias en las carreteras y lugares públicos de ese país consistirán de fuentes LED. En cuanto a las aplicaciones residenciales, si bien en esta área la penetración de los LEDs será relativamente lenta, el reporte de referencia pronostica que en el año 2035 el 90% de las fuentes de luz de los hogares estadounidenses serán lámparas LED.

Las lámparas incandescentes son dispositivos particularmente ineficientes, que convierten en energía luminosa apenas el 5% de toda la energía que consumen, transformando el 95% restante en calor. Si consideramos que en la generación de energía en una central termoeléctrica y en su posterior distribución se pierden dos tercios del total de la energía contenida en el combustible –gas, carbón o petróleo– empleado por la central, concluimos que generar luz por medio de una lámpara incandescente es un proceso en extremo ineficiente, que aprovecha solo el 1-2% de la energía consumida en primera instancia.

En la primera mitad del siglo XX, cuando no se habían todavía declarado ni la crisis energética ni el cambio climático, las ineficientes lámparas incandescentes no eran motivo de mayor preocupación. Esto cambió a partir de la crisis del petróleo en la década de los años setenta y, sobre todo, en las últimas décadas a raíz de que se hizo evidente que nuestro planeta atraviesa por un proceso de calentamiento global por el uso y abuso de los combustibles fósiles. En particular, las nuevas condiciones de crisis generaron iniciativas para mejorar la eficiencia de los dispositivos de iluminación, que emplean el 15% de toda la energía eléctrica generada en los Estados Unidos.

Un desarrollo en esta dirección son las lámparas fluorescentes compactas –de uso extendido en la actualidad– que son varias veces más eficientes que las lámparas incandescentes. Al contener mercurio en su interior, sin embargo, las lámparas fluorescentes son potencialmente contaminantes del medio ambiente y su desecho al final de su vida útil se debe hacer con las debidas precauciones.

De manera afortunada, los LEDs tienen ventajas tanto sobre los focos incandescentes como sobre las lámparas fluorescentes. En efecto, por un lado, son de 6 a 10 veces más eficientes que las fuentes incandescentes. Por otro lado, en comparación con las lámparas fluorescentes, son más eficientes y no presentan el problema de contaminación con mercurio. Aunado a lo anterior, los LEDs son compactos, resistentes y tienen una vida útil más larga.

Con todo y sus virtudes, sin embargo, los LEDs no están exentos de críticas. A manera de ejemplo, según informaciones aparecidas en los medios de comunicación el pasado 29 de diciembre, un programa para sustituir 270,000 lámparas de sodio por lámparas LEDs en las calles de la ciudad de Chicago ha sido motivo de discusiones por parte de aquellos que consideran que la brillantez de las lámparas LED resulta visualmente molesta y demandan que éstas sean equipadas con pantallas para evitar deslumbramientos. Hay, igualmente, preocupación por la tonalidad de la luz emitida por los LEDs.

Con relación a esto último hay que notar que los LEDs que emiten luz blanca lo hacen mezclando colores y que la luz resultante tiene una apariencia que depende de la proporción de luz azul que entra en dicha mezcla. Así, si esta proporción es alta se obtendrá una luz “fría” y en caso contrario una luz “cálida”. Por otro lado, hay evidencias científicas que asocian un alto contenido de luz azul en la iluminación artificial con algunos problemas de salud, incluyendo perturbaciones del sueño y es en este contexto que lo críticos de las lámparas LED a instalar en Chicago demandan que éstas tengan una baja proporción de luz azul.

Tal parece, sin embargo, que las virtudes de las lámparas LED compensan con creces a sus defectos y no es sorprendente que los expertos consideren que los LEDs serán las fuentes de luz que nos iluminarán en las décadas por venir. Sin descartar, por supuesto, su sustitución por fuentes de luz tecnológicamente más sofisticadas, con eficiencias luminosas todavía más altas. Eficiencias, ciertamente, que estarían cada vez más alejadas que aquellas propias de las lámparas incandescentes, que florecieron en una época de abundantes combustibles fósiles y poca preocupación por el medio ambiente.

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