El primer laboratorio científico de la historia

Basura de altos vuelos



La semana que hoy termina nos enteramos por los medios de comunicación que la empresa norteamericana Space X logró poner en órbita un satélite empleando un cohete reciclado; es decir, un cohete que había ya previamente viajado al espacio. Para reciclar un cohete es necesario recuperarlo sin daño al final de su misión y para esto Space X ha desarrollado una tecnología para posarlo suavemente sobre una plataforma en el mar. Esta tecnología permitió recuperar sin daño al cohete de referencia –en realidad, sólo su primera etapa– al término de su primera misión. Permitió, igualmente, recuperarlo al final de la segunda misión, de modo que el cohete podrá ser reusado para un tercer viaje y potencialmente para múltiples misiones.

Con el reciclado de la primera etapa de los cohetes, Space X espera obtener ahorros significativos en sus lanzamientos de satélites al espacio, habida cuenta que cada lanzamiento tiene un costo total aproximado de 60 millones de dólares, en buena medida por el costo del cohete.

Como sabemos, la era de los satélites se inició el 4 de octubre de 1957 cuando la entonces Unión Soviética puso en órbita el Sputnik 1, el primer satélite artificial de la historia. El Sputnik 1 se mantuvo en órbita por tres meses, después de lo cual regresó a la Tierra, incinerándose por la fricción con la atmósfera. Al Sputnik 1 le siguieron otros de su clase, lo mismo que los equivalentes norteamericanos. El envío de satélites se intensificó en las siguientes décadas, incrementando rápidamente el número de objetos en órbita. En la actualidad, de acuerdo la “Union of Concerned Scientists”, hay alrededor de 1,400 satélites operativos circulando a la Tierra.

El número de países que poseen satélites también ha crecido sustancialmente. Así, mientras que en 1966 solamente los Estados Unidos, la Unión soviética, Francia, Italia y Gran Bretaña poseían satélites, en 2016 la lista se había ampliado a medio centenar de países, incluyendo a México, si bien no todos con capacidad propia para acceder al espacio.

Los 1,400 satélites en operación están distribuidos en varias órbitas a diferentes alturas. En las órbitas bajas, a unos cientos de kilómetros de altura se localizan casi 800 satélites, mientras en la órbita más alejada, a 36,000 kilómetros de la superficie terrestre se encuentran alrededor de 500 satélites. El resto se localiza en órbitas intermedias.

Hay que notar, además, que aparte de los satélites en operación hay un gran número de objetos orbitando a la Tierra que son producto de nuestras actividades en el espacio y que son clasificados como basura espacial. De acuerdo con la NASA se tienen rastreados en órbita alrededor de 20,000 objetos con dimensiones mayores a 10 centímetros. De estos objetos un cinco por ciento corresponden a satélites activos y un ocho por ciento a restos de cohetes. El restante está constituido por satélites o fragmentos de satélites inactivos.

Adicionalmente, según la NASA, hay en órbita alrededor de medio millón de fragmentos del tamaño de una canica o más grandes, y millones de fragmentos menores que no pueden ser observados pero que a las velocidades a que viajan, que podrían alcanzar los 28,000 kilómetros por hora, pueden provocar daños considerables en caso de colisión.

Las colisiones en órbita pueden, además, incrementar sustancialmente el número de fragmentos de basura espacial. Por ejemplo, la colisión entre un satélite ruso y un satélite norteamericano en febrero de 2009 produjo más de 2,000 fragmentos que se añadieron al inventario de basura espacial. De la misma manera, una prueba llevada a cabo por China en 2007, en el curso de la cual un misil destruyó a un satélite inactivo, generó más de 3,000 nuevos fragmentos en órbita.

Los objetos olvidados o extraviados en el espacio se añaden, igualmente, al inventario de basura espacial. En días pasados, a manera de ejemplo, la prensa nos informó de la pérdida en el espacio de un escudo contra meteoritos, de 1.5 metros de diámetro, que tendría que haber sido instalado en la Estación Espacial Internacional por dos astronautas durante una caminata espacial. En el video correspondiente –que puede ser consultado en Internet– es posible oír que uno de los astronautas le dice a su compañera que no encuentra el escudo, mismo que es visto alejarse lentamente y perderse en las profundidades del espacio.

Según los especialistas, la basura espacial, particularmente aquella lo suficientemente pequeña para que no pueda ser rastreada –producto de más de 5,000 lanzamientos al espacio desde el Sputink 1– representa un peligro creciente para las misiones espaciales. Por otro lado, posiblemente el problema no se solucione al corto plazo. Es decir, en la medida en que se abaraten los viajes espaciales por programas de reciclado de cohetes como el que está llevando a la compañía Space X, la tendencia posiblemente será la de incrementar la frecuencia de lanzamientos al espacio más que disminuirla.

Habrá así, por intereses privados, más incentivos para agravar el problema de la basura espacial que para aminorarlo. Al igual que ocurre, por ejemplo, con el cambio climático, producto de otra basura también generada por nosotros.

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