El primer laboratorio científico de la historia

Comparación exagerada



El miércoles pasado, José Antonio Sánchez, presidente de Radio Televisión Española, dictó una conferencia en la Casa de América en Madrid, en donde comparó al Imperio azteca con el régimen nazi de Adolfo Hitler. Durante su plática, Sánchez citó a la historiadora australiana Inga Clendinnen quien habría dicho que “lamentar la desaparición del Imperio azteca es más o menos como sentir pesar por la derrota de los nazis en la Segunda Guerra Mundial”. Si bien el conferencista dejó claro que él es un ignorante en el tema y que la suya distó mucho de tener la categoría de una conferencia, sus aseveraciones y citas provocaron rechazo en medios mexicanos. El diario Excelsior, por ejemplo, las tachó de indignantes.

Según José Antonio Sánchez, España en América “nunca fue colonizadora, fue evangelizadora y civilizadora” de un pueblo con costumbres bárbaras. Por supuesto, aun asumiendo que esto sea cierto, habría que conceder que en su labor evangelizadora y civilizadora España algunas veces se excedió con prácticas que parecían contravenirla. Un ejemplo de esto es la matanza del Templo Mayor perpetrada a traición durante la fiesta de Tóxcatl por los conquistadores bajo el mando de Pedro de Alvarado. Lo es también la práctica de la encomienda, por medio de la cual se entregaba a un peninsular un cierto número de indios para su explotación y, por supuesto, su evangelización.

Por otro lado, a pesar de las atrocidades cometidas por los invasores durante la conquista y por más que los europeos del siglo XV estuvieran acostumbrados a los más refinados métodos de tortura, los conquistadores se horrorizaron por los sacrificios humanos que los aztecas habrían llevado a cabo de manera pródiga. Y, sobre todo, por las prácticas de antropofagia con los cuerpos de los sacrificados que proporcionaron a los españoles un excelente argumento para demostrar la necesidad de someter, evangelizar y civilizar a los mexicas.

Al margen del escándalo de los conquistadores por la práctica del canibalismo, estudios sobre la trasmisión de enfermedades neurodegenerativas asociadas a la ingesta de carne humana contaminada, lo mismo que evidencias de restos fósiles descubiertos en sitios prehistóricos, muestran que el canibalismo ha estado presente entre nosotros desde tiempos remotos. Se ha extendido incluso hasta la época actual en lugares aislados del planeta. No es claro, sin embargo, si dicha práctica tuvo un propósito ritual o propósitos nutricionales.

Un artículo publicado esta semana en la revista “Scientific Reports” se inclina por la primera posibilidad. Dicho artículo, publicado por James Cole de la Universidad de Brighton en el Reino Unido, concluye que el contenido de calorías del cuerpo humano no es especialmente grande y que por lo mismo no constituye una fuente de alimento particularmente atractiva.

En efecto, Cole encuentra que la masa muscular de un cuerpo humano de 66 kilogramos de peso contiene alrededor de 32,000 calorías, en comparación con los 3,600,000 calorías de un mamut, las 600,000 calorías de un oso y las 200,000 calorías de un caballo. Además, el contenido de calorías del cuerpo humano por kilogramo de masa muscular es significativamente más pequeño en comparación con animales de gran tamaño como mamuts, rinocerontes lanudos y osos.

En estas circunstancias Cole se pregunta: ¿cuáles podrían haber sido las motivaciones de nuestros ancestros para cazar a los de sus propia especie en lugar de buscar animales más grandes que les proporcionaría, por unidad, una mucho mayor cantidad de alimento? Teniendo en cuenta, además, que en el primer caso se enfrentarían a animales con un nivel similar de inteligencia lo que, sin duda, haría más difícil la caza. Así, Cole concluye que los episodios de canibalismo hasta ahora descubiertos tuvieron probablemente un origen ritual.

Con relación a los aztecas ¿el canibalismo que practicaban era con propósitos nutricionales o rituales? En esto no hay un acuerdo unánime, pero Bernad Ortiz de Montellano de la Universidad Estatal Wayne en Detroit sostiene que los aztecas no tenían necesidad de recurrir al canibalismo para satisfacer sus necesidades alimenticias dado que Tenochtitlan producía suficientes alimentos, además de que, como capital del Imperio azteca que era, recibía gran cantidad de tributos. Además, el número de sacrificados no sería suficiente para nutrir al 25% privilegiado de la población que consumía la carne de los mismos.

De este modo, al igual que habría ocurrido con nuestros lejanos ancestros según James Cole, la práctica de la antropofagia entre los aztecas habría tenido un propósito ritual y los sacrificados no habrían sido simples animales de matadero. En este contexto, si bien el canibalismo y las guerras floridas de los aztecas fueron una práctica brutal, no lo fueron más que las matanzas y atrocidades llevadas a cabo por los españoles durante la conquista; ni más que el sometimiento posterior de la población indígena.

Así, resulta que la comparación que hace José Antonio Sánchez entre el Imperio azteca y el régimen nazi resulta exagerada. Por decir lo menos.

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