El primer laboratorio científico de la historia

Mitos al descubierto



A partir de que tomara su forma actual en Cremona en el siglo XVI, el violín escaló posiciones hasta convertirse hoy en día en uno de los instrumentos musicales de más prestigio. Y de acuerdo con este prestigio –o más bien como parte integral del mismo–, el violín se asocia estrechamente con Niccolò Paganini y su extravagante historia, muy propia del siglo XIX. Como sabemos, era tal el virtuosismo de Paganini como intérprete del violín que se decía que había hecho un pacto con el diablo. Y, ciertamente, su aspecto cadavérico y extravagante estilo de vida no ayudaban a disipar la duda. Incluso, al morir en 1840 en Niza, la iglesia no permitió que se le diera cristiana sepultura. Sólo hasta cuatro años después fue posible que sus restos fueran trasladados a Génova con la intervención del papa. No fue enterrado, sin embargo, sino hasta 1876 en Parma.

Pertenece también al violín la leyenda de Cremona y sus famosos lutieres –constructores de instrumentos de cuerda–, entre los que destacan Antonio Stradivari, Giuseppe Guarneri y la familia Amati. Los violines fabricados en la edad de oro de Cremona –siglo XVIII– son altamente apreciados y alcanzan valores que se miden en millones de dólares. De hecho, el precio de un violín Stradivarius o Guarneri puede superar los 10 millones de dólares.

Si bien un violín de 10 millones de dólares es un objeto más propio de coleccionistas o inversionistas, hay también violines antiguos que pertenecen a músicos profesionales. Con respecto a esto último, en el año 2010 se hizo público el robo en Londres de un violín Stradivarius a la violinista coreana Min Jin Kim. El robo del instrumento ocurrió en una cafetería en un descuido de su dueña, quien lo había adquirido a un costo de 450,000 libras esterlinas. Un año después del robo la policía londinense dio con el ladrón, más no con el violín, que no fue localizado sino hasta 2013, afortunadamente sin daños mayores.

Un artículo publicado en línea por el diario británico “Daily Mail” el pasado martes refiere el drama sufrido por la violinista que consideraba a su instrumento –que para entonces costaba ya 1.2 millones de libras– parte de sí misma e indispensable para su carrera musical. La pena que sufrió fue tal que dejó de tocar en conciertos y recayó en la anorexia que había sufrido años atrás. Si bien posteriormente superó su depresión, ya no pudo recuperar su violín al haber aceptado el pago de la aseguradora por el robo. Con esta aceptación el violín pasó a manos de la aseguradora, y el costo que había alcanzado el instrumento –2.5 millones de dólares– le impidió negociar su readquisición.

Los violines de Cremona son comúnmente considerados superiores en calidad sonora a cualquier violín moderno –de ahí los altos precios que alcanzan– y han sido objeto de muchos estudios para tratar de desentrañar sus secretos de fabricación. No hay un acuerdo unánime sobre dicha superioridad, sin embargo. Entre aquellos que discrepan se encuentra Claudia Fritz, una experta en acústica, quien con un grupo de colaboradores publicó un artículo en 2012 en el que reporta que violinistas profesionales son incapaces de distinguir entre un violín moderno y uno antiguo.

Como era de esperarse, estas conclusiones fueron criticadas por músicos profesionales. Así, el “New York Times” recogió comentarios del violinista Earl Carlyss quien consideró que el procedimiento empleado fue enteramente inapropiado para evaluar la calidad de un violín. Hace notar que las pruebas se hicieron en el cuarto de un hotel y que para decidir sobre la calidad de un instrumento un violinista necesita evaluar como se proyecta en una sala de concierto. Equiparó las pruebas llevadas a cabo por Fritz y colaboradores con tratar de comparar a un Ford y a un Ferrari en el estacionamiento de un supermercado.

La contestación de Fritz y colaboradores se dio en un artículo publicado esta semana en la revista “Proceedings of the National Academy of Sciences”. En dicho artículo, los investigadores reportan el resultado de estudios hechos en dos salas de concierto, una en París y la otra en Nueva York, en los que se comparan a ciegas tres violines Stradivarius y tres violines modernos. En contraste con el primer estudio, en la nueva investigación se recabaron opiniones tanto de los violinistas profesionales ejecutantes como de la audiencia. Las comparaciones, además, se hicieron tanto con acompañamiento orquestal como sin dicho acompañamiento.

Los investigadores encuentran resultados que refuerzan y extienden sus conclusiones anteriores. Así, en una comparación a ciegas, tanto violinistas como oyentes educados, dados a escoger entre un violín moderno y un Stradivarius, prefieren un violín de manufactura moderna.

La superioridad de los violines de Cremona con respecto a violines modernos sería de este modo un mito y Min Jin Kim habría sufrido gratis por la pérdida de un violín que podría haber sustituido con ventaja y a una fracción del costo del instrumento original.

Por lo demás, nada de su bien merecido prestigio perderán los violines y su sonido fantástico por el hecho de que se desvanezca el mito de Cremona. Al igual que nada han perdido porque, igualmente, el pacto de Paganini con el diablo no pase hoy de ser ficción.

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