El primer laboratorio científico de la historia

A propósito de las fiestas navideñas



Está ya aquí la época navideña y con esto el consabido aumento en el consumo de bebidas alcohólicas. Esto es cierto tanto para México como para muchos otros países en el mundo, sin bien cada país tiene sus bebidas de preferencia para dar rienda suelta a su alegría. En México, como nos consta, la bebida alcohólica más popular es con mucho la cerveza, seguida por el tequila. Con menores índices de consumo encontramos al whiskey, al brandy y al vodka.

En términos de porcentajes, los índices de consumo de alcohol en México son elevados, y no solamente en épocas navideñas. En efecto, de acuerdo con una encuesta del Instituto Nacional de Salud Pública, en 2012 el 25 por ciento de los adolescentes mexicanos con edades entre los 10 y los 19 años consumieron alcohol de manera diaria u ocasional a lo largo del año previo a la fecha en la que se levantó la encuesta. No se observó, por otro lado, un cambio estadísticamente significativo en dicho porcentaje entre los años 2000 y 2012. En contraste, el porcentaje de adultos consumidores de alcohol en México es sensiblemente mayor y se incrementó significativamente entre estos dos años, pasando del 40% en año 2000 al 54% en 2012.

Una bebida alcohólica muy popular en algunos países –si bien no en el nuestro, de tradición cervecera– es el vino de uva en sus diferentes versiones. Entre los países líderes en el consumo de vino se encuentran Francia y Portugal con un consumo anual per cápita de aproximadamente 56 botellas de 0.75 litros. Otros países europeos, incluyendo a Italia y Alemania son también grandes consumidores de vino aunque en menor proporción.

Por otro lado, si bien en Inglaterra el consumo per cápita de vino es menor que el de los países líderes en el campo, es interesante traer a colación un artículo publicado en la edición de Navidad de la revista BMJ por un grupo de investigadores de la Universidad de Cambridge, Reino Unido, encabezado por Theresa Marteau, en que se analizan algunos aspectos del consumo de vino en ese país.

La revista BMJ es una revista de la Asociación Médica Británica que publica artículos de investigación médica con una estricta evaluación editorial. En el número de Navidad, sin embargo, dicha revista acostumbra publicar también artículos más ligeros, los cuales, no obstante, somete igualmente a una estricta evaluación editorial. Este es el caso del artículo de Marteau y colaboradores en el que se reportan los resultados de una investigación llevada a cabo con el objeto de averiguar la evolución que ha tenido el tamaño de las copas de vino en Inglaterra a lo largo de los últimos tres siglos, y cómo esta evolución ha influido en el consumo per cápita de vino en ese país.

De acuerdo con Marteau y colaboradores, el consumo de vino en Inglaterra se cuadruplicó entre 1960 y 1980 y después de esto se duplicó entre 1980 y 2004, y se preguntan si estos incrementos están asociados a un aumento en el tamaño de las copas en las que se acostumbra beberlo. Esto lo sería, de manera análoga a como el tamaño de los platos de mesa han contribuido a un mayor consumo de alimentos como se ha sido reportado por otros investigadores.

Para su estudio, Marteau y colaboradores obtuvieron datos del tamaño de las copas de vino a lo largo de los últimos tres siglos de fuentes tales como el Museo de Arte y Arqueología de la Universidad de Oxford, la Casa Real del Reino Unido, eBay –subastas de copas antiguas–, el catálogo de un fabricante de cristalería, y el sitio de internet de la tienda de departamentos con el más grande inventario de copas de vino.

De su estudio, los investigadores concluyen que en el año 1700 las copas de vino tenían un volumen de 66 mililitros, el cual se incrementó a 417 mililitros en los años 2000 y a 447 mililitros en 2016-2017. Además, mientras que hasta los años 90 del siglo pasado el incremento fue gradual, éste se aceleró notablemente a partir de ese momento.

Reconocen Marteau y colaboradores que, si bien el incremento en el consumo de vino en Inglaterra se ha dado concurrentemente con un aumento en el volumen de las copas, no es posible inferir de sus datos una relación de causa-efecto entre ambos fenómenos. Argumentan, sin embargo, que una copa más grande aloja una mayor cantidad de vino y que esto lleva, a un mayor consumo. Es decir, que una misma cantidad de vino es percibida como menor en una copa grande en comparación con una pequeña.

Para apoyar lo anterior, Marteau y colaboradores traen a colación una investigación anterior llevada a cabo en un bar y en la que se encontró que al servir el vino en copas más grandes se incrementaron las ventas en un 10%. Uno de los factores que indujeron el crecimiento en el tamaño de las copas tendría de este modo un origen comercial.

Al margen de que estudios posteriores confirmen o desmientan las conjeturas de Marteau y colaboradores, ciertamente resulta sorprendente enterarnos que en el curso de 300 años el tamaño de las copas de vino se ha multiplicado por un factor de siete y que en el siglo XVIII éstas apenas eran más grandes que una copa tequilera tradicional.

Por otro lado, es posible que la misma tendencia de crecimiento se haya dado con otras copas. Las de tequila, por ejemplo, de las que existen ahora versiones gigantes que han aparecido en apenas unas décadas. La explosión de tamaños podría de este modo ser generalizada. En este contexto, lo más recomendable es actuar con la mayor prudencia en la celebración de las próximas fiestas navideñas.

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