El primer laboratorio científico de la historia

Resabios del pasado



Un artículo publicado esta semana por Paul Mitchell de la Universidad de Pensilvania en la revista en línea PLOS Biology nos hace patente lo mucho que ha cambiado, en apenas un siglo y medio, nuestra percepción sobre la diversidad racial del planeta. En dicho artículo, Mitchell discute las investigaciones llevadas a cabo por Samuel Morton, un connotado médico y antropólogo norteamericano de la primera mitad del siglo XIX, sobre el nivel de inteligencia de las diferentes razas humanas.

Morton estaba interesado en determinar el volumen craneal de las razas humanas y para este propósito se dio a la tarea de reunir cráneos procedentes de todo el mundo. Sus esfuerzos cristalizaron en una colección de unos 600 cráneos susceptibles de ser estudiados.

Para determinar el volumen de un cráneo, Morton vertía semillas de pimienta blanca hasta llenarlo y posteriormente media el volumen de las semillas por medio de un recipiente graduado. En experimentos posteriores, y con el objeto de obtener mas exactitud en sus determinaciones, sustituyó las semillas por municiones de plomo. Morton publicó su resultados en tres libros, el primero de fue intitulado “Crania Americana” y apareció en 1839.

Morton consideraba cinco razas: caucásica, americana, mongoloide, malaya y etíope (africana) y de sus mediciones encontró que la raza caucásica tiene en promedio el mayor volumen craneano y la etíope el menor. Una idea en boga en la época sostenía que el volumen craneal era un medida del nivel de inteligencia. Así, Morton concluyó que la raza blanca es superior a todas las demás y que la africana se encuentra en el fondo de la escala del intelecto.

Las conclusiones de Morton no tienen hoy sustento y se consideran que son el resultado de sus prejuicios raciales, muy de acuerdo con la época que le tocó vivir. Entre otras cosas, se critica que Morton no haya considerado que el tamaño de cráneo depende del tamaño del cuerpo y que éste a su vez resulta de una adaptación al medio ambiente. Igualmente, no hay hoy día un sustento para la división de razas por él consideradas.

En un artículo publicado en 1978 en la revista “Science”, el paleontólogo y divulgador científico norteamericano Stephen Jay Gould saca a colación el trabajo de Morton y lo acusa de haber interpretado de manera tramposa sus mediciones. Llega a esta conclusión comparando los volúmenes craneales obtenidos empleando semillas de pimienta con aquellos que arrojan las municiones de plomo que resultan ser mas grandes. Encuentra, además, que la discrepancia es mayor para los cráneos africanos que para los caucásicos y que esto pudiera deberse a que Morton haya vertido una mayor cantidad de semillas en los cráneos caucásicos –presumiblemente sacudiéndolos para que se asentaran– que en los cráneos de otras razas. Esto, especula, Gould, lo habría hecho de manera inconsciente, impulsado por su convicción en la superioridad de la raza blanca.

Paul Mitchell, sin embargo –en la referencia mencionada al inicio de este artículo–, sostiene que no hay suficientes volúmenes craneales obtenidos por medio de las semillas de pimienta que puedan ser directamente comparados con volúmenes obtenidos por municiones de plomo, de modo que no podemos llegar a una conclusión definitiva sobre los posibles errores de medición de Morton. Mitchell llega a esta conclusión analizando notas manuscritas de Morton sobre los resultados de sus mediciones y que no fueron del conocimiento de Gould.

Mitchell, no obstante concluye que las investigaciones de Morton sí fueron fuertemente influidas por sus prejuicios raciales y al respecto cita al caso del anatomista y fisiólogo alemán Friedrich Tiedemann quien en 1836 publicó un artículo en el que reporta mediciones de tamaños craneales con 248 cráneos de cinco grupos raciales. Tiedemann encuentra resultados similares a los de Morton pero su interpretación es diametralmente opuesta y concluye hay tal dispersión de volúmenes craneales entre los seres humanos –de modo que un americano bien puede tener una cabeza más grande que un europeo– que no se puede decir sobre esta base que hay diferencias de inteligencia entre razas.

Sin duda Morton tenía prejuicios raciales. Para comprobarlo basta con leer lo que escribió en “Crania Americana” con respecto a la raza caucásica: “La raza caucásica se caracteriza por una piel naturalmente clara, susceptible de todo tinte. Peinado largo y rizado y de varios colores. El cráneo es grande y ovalado, y su porción anterior está llena y elevada. La cara es pequeña en proporción a la cabeza, de forma ovalada, con rasgos bien proporcionados. Los huesos están arqueados, la barbilla llena y los dientes verticales. Esta raza se distingue por la facilidad con la que obtiene los más altos logros intelectuales”.

Lo anterior en contraste con su opinión con respecto a los nativos americanos: “La raza americana está marcada por un cutis marrón, cabello largo, negro y lacio, y barba deficiente. Pómulos altos, nariz grande y aguileña, boca grande y labios hinchados. Los ojos son negros y profundos, las cejas bajas. El cráneo es pequeño, ancho en las protuberancias parietales, prominente en el vértice, y plano en el occipucio. El carácter de los americanos nativos es reacio al aprendizaje y lento en adquirir conocimiento. Es inquieto, vengativo y aficionado a la guerra, y totalmente contrario a las aventuras marítimas”.

Ciertamente, en 150 años mucho han cambiado nuestros prejuicios raciales; si bien aun quedan algunos resabios del pasado como bien nos consta.

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