El primer laboratorio científico de la historia

Mejor simple que complicado



Como sabemos, el próximo sábado 20 de julio se cumplen 50 años del alunizaje del módulo “Eagle” de la misión Apollo 11 que llevó a un humano por primera vez a la superficie de la Luna, y que en palabras de Neil Armstrong representó “un gran salto para la humanidad”. Si bien hasta el momento este salto no se ha concretado, pues después del programa Apollo no ha habido más misiones tripuladas a la Luna o a destinos más distantes, el aniversario es, sin duda, digno de celebrarse.

No todo mundo piensa igual, sin embargo, y hay una minoría que duda que el viaje a la Luna hubiera realmente ocurrido y que todo fue parte de un montaje de la NASA para engañar al público. La agencia espacial norteamericana habría sido forzada a proceder de esta manera, dicen los incrédulos, por la fuerte presión a la que estaba sometida para cumplir con el ofrecimiento del presidente Kennedy, hecho público en 1961, de poner a un norteamericano en la superficie de la Luna antes de terminar la década.

Por esta razón, o bien porque hay algunos que se sienten atraídos por las llamadas teorías de conspiración, en los Estados Unidos un 6% de la población piensa que no hubo tal misión lunar y que todo fue parte de un montaje y espectáculo televisivo. Un 12% de los británicos piensa lo mismo, al igual que un 20% de los italianos y un 57% de los rusos.

Por lo demás, las misiones lunares son terreno fértil para las teorías de conspiración por aquello de que es necesario “ver para creer”. Ciertamente, cientos de millones de personas en todo el mundo vimos el alunizaje del módulo “Eagle”. Esto, no obstante, fue a través de la televisión y no de manera presencial, lo que no es una evidencia visual para los incrédulos. De hecho, parte de los argumentos que esgrimen en contra del viaje a la Luna se basa precisamente en el análisis de fotografías y películas del alunizaje que se presumen son falsas.

Por otro lado, no todo lo que damos por cierto lo basamos en evidencias visuales experimentadas en forma directa. La mayor parte de nosotros, por ejemplo, damos por hecho que la Tierra es esférica sin haber nunca tenido una experiencia visual que así nos lo confirme. En realidad, a primera vista la Tierra nos parece plana -si bien con montañas, valles y otras irregularidades topográficas- y el que sea esférica -con antípodas parados de cabeza- no resulta una idea que inmediatamente nos venga a la mente.

Así, en el siglo VI antes de nuestra era, el pensador griego Anaximandro concebía la Tierra como un cilindro, con un diámetro tres veces mayor que su altura. Nosotros habitaríamos la cara superior del cilindro, que estaría rodeado de agua y flotando en el espacio sin ningún apoyo. Hay, no obstante, numerosas evidencias indirectas que se contraponen con una Tierra plana y pronto los pensadores griegos -aun sin una evidencia visual directa como la que tienen los astronautas que viajan al espacio- llegaron a la conclusión de que ésta es esférica. Eratóstenes, en el siglo III a.C., logró incluso medir el radio de la Tierra con una precisión razonable. Para esto, midió el largo de la sombra que proyectaban al mediodía dos varas de igual longitud colocadas, una en la ciudad de Asuán y la otra en Alejandría, separadas unos 850 kilómetros en la dirección sur-norte.

En la actualidad tenemos suficientes evidencias, tanto directas como indirectas, de que la Tierra es esférica y esto es casi universalmente aceptado. La mayor parte de nosotros, sin embargo, lo aceptamos basados en la opinión de los expertos -o de los pocos que han viajado al espacio. Por ejemplo, una evidencia de la redondez de la Tierra nos lo da el hecho que cuando se observa en el mar un barco que se acerca lo primero que se hace visible es la parte más alta del mismo. Esta experiencia, que posiblemente sea común para aquellos que viven en una costa, no lo es para los que vivimos en las tierras altas.

En el caso de quien esto escribe, si bien tengo una firme creencia en que la Tierra es esférica, debo confesar que dicha creencia está basada en buena medida en evidencias observadas por otras personas. Esta igualmente basada en la opinión de expertos que han encontrado que la manera más simple de describir las cosas que podemos observar en nuestro entorno, es suponer que la Tierra es esférica. De otro modo entraríamos en contradicciones o necesitaríamos de una imagen del mundo demasiado complicada.

Lo mismo podríamos decir con respecto a la imagen que actualmente tenemos del Sistema Solar, con el Sol en el centro y los planetas, incluyendo el nuestro, orbitando a su alrededor. Esta idea no es intuitiva, y de hecho, durante mucho tiempo se asumió -porque así nos lo parece desde la Tierra- que el Sol es el que orbita en torno nuestro. Poner a la Tierra en el centro del Sistema Solar, no obstante, llevó a demasiadas complicaciones para describir el movimiento de los demás planetas, mismas que desaparecieron una vez que se renunció a que la Tierra fuese el centro del Universo.

En el caso de los escépticos de los viajes lunares, si bien pueden aducir que no cuentan con evidencias de primera mano que los prueben, resulta más complicado negarlos que aceptarlos. En efecto, por un lado, todos los argumentos que han esgrimido han sido refutados de manera contundente por los expertos. Por otro lado, ¿es razonable pensar que un montaje con la magnitud del que se propone pudiera ser llevado a cabo sin ser descubierto? ¿No hubiera sido rápidamente denunciado por los soviéticos, competidores de los Estados Unidos en la carrera espacial?

Así, lo más simple es aceptar -aun sin haber sido testigos presenciales- que los estadounidenses viajaron a la Luna hace 50 años. Y celebrar en consecuencia.

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