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Sabemos que en algunos casos podemos ver objetos por la luz que emiten, como sucede con el Sol o con las lámparas para iluminación nocturna. Sabemos también que la mayor parte de los casos los objetos no emiten luz propia y que, no obstante, podemos verlos por la luz que reflejan. Así, los objetos se ven rojos o verdes porque es fundamentalmente roja o verde la luz que reflejan. Los objetos blancos, en cambio, no muestran preferencias y reflejan a todos los colores por igual. Por su parte, los objetos negros reflejan muy poca de la luz que reciben, y entre menos reflejen más negros lucen.
Un objeto perfectamente negro no refleja luz en absoluto y cabe preguntarse por el aspecto que tendría. No es difícil llegar a una conclusión. Pensemos, por ejemplo, en la boca de una cueva profunda por la que penetra luz que difícilmente vuelve a salir, y que en consecuencia podemos pensar como un objeto virtual perfectamente negro. Un objeto negro real luciría entonces como la boca de una cueva profunda; es decir, como una sombra negra y plana definida por la silueta del objeto en cuestión, sin la menor indicación de su perfil en profundidad.
No hay, por supuesto, objetos perfectamente negros y todos reflejan luz en mayor o menor medida. Se han desarrollado, sin embargo, recubrimientos que, aplicados a un objeto, lo hacen lucir de un negro profundo, no muy lejos de la perfección.
Uno de estos recubrimientos fue aplicado al diamante exhibido en la Bolsa de Valores de Nueva York. Dicho recubrimiento está formado por un “bosque” de nanotubos de carbono que atrapa la luz que recibe, de la misma manera que lo hace una cueva profunda. La capa de nanotubos de carbono absorbe el 99.995 % de la radiación que recibe, y por tanto, el diamante, colocado en un pedestal dentro de un capuchón de vidrio, luce perfectamente negro en términos prácticos; esto, desde todos los ángulos en que se le observe. La exhibición es parte de un proyecto de colaboración entre Brian Wardle, profesor de aeronáutica y astronáutica del Instituto de Tecnología de Massachusetts, y el artista Diemut Strebe. Puede ser consultada tecleando en Google “The Redemption of Vanity”.
El artista juega con varios conceptos en la exposición. En particular, hace hacer notar que tanto el diamante como los nanotubos del recubrimiento se forman a partir de los mismos elementos químicos; es decir, átomos de carbono. El aspecto visual contrastante que presentan ambos tipos de materiales es debido a la manera en que los átomos de carbono se ordenan en su interior. Así, un diamante, un objeto altamente luminoso y con un elevado valor comercial, puede ser destruido y su luminosidad llevada a cero por un “bosque” de nanotubos con los mismos elementos químicos constituyentes.
En el sitio de Internet del proyecto se puede leer: “El proyecto explora los valores materiales e inmateriales asociados a los objetos y conceptos en referencia al lujo, a la sociedad y al arte. Estamos presentando la devaluación literal de un diamante, que es altamente simbólico y de un alto valor económico. Se presenta un desafío a los mecanismos del mercado del arte, al mismo tiempo que se expresan preguntas sobre el valor del arte en un contexto amplio. De este modo, se inquiere sobre el significado del valor de los objetos de arte y del mercado del arte”.
El recubrimiento de nantotubos de carbono empleado para hacer “desaparecer” al diamante fue desarrollado por Kehan Cui y Brian Wardle en el Instituto de Tecnología de Massachusetts y reportado esta semana en la revista ”ACS Applied Materials and Interfaces”. La investigación de Cui y Wardle no tuvo como propósito desarrollar un recubrimiento ultra-negro para diamantes, sino la pretensión de fabricar capas de nanotubos de carbono sobre una placa de un conductor de la electricidad como el aluminio. Una vez alcanzado su objetivo, sin embargo, Cui y Wardle se dieron cuenta que, además de cumplir con las propiedades físicas que buscaban, las capas de nanotubos de carbono desarrolladas eran diez veces más negras que cualquier otro material reportado hasta la fecha. Esto abrió la posibilidad de desarrollar la colaboración entre la ciencia, la tecnología y el arte desplegada en la Bolsa de Valores de Nueva York.
No está claro si el diamante recubierto de nanotubos de carbono pueda ser restaurado a su condición original y su valor recuperado, o bien si su destrucción como diamante convencional es permanente. Si es esto último el caso, mantendrá un valor comercial como diamante “invisible” que podría no ser despreciable. Al margen de estas consideraciones, el proyecto tiene beneficios de relaciones públicas para los investigadores que desarrollaron el recubrimiento, lo mismo que para el artista que concibió el proyecto. Y seguramente para la casa que proporcionó el diamante de marras.
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