El primer laboratorio científico de la historia

Un material estratégico



¿Consideraría seriamente la posibilidad de adquirir un automóvil totalmente eléctrico en lugar de uno de gasolina? Si bien no faltarán clientes para los vehículos eléctricos -dado que de todo hay en la viña de Señor-, la mayor parte de nosotros preferiríamos uno de gasolina. Esto por cuestión de precios, pues un automóvil eléctrico de tamaño mediano es algo así como 70 por ciento más caro que uno equivalente de gasolina. Se espera, no obstante, que el costo de los vehículos eléctricos disminuya paulatinamente en los años futuros y se empareje con los de gasolina. Con esto, los automóviles eléctricos se harán más atractivos y eventualmente dominen el mercado.

¿Cuándo se anticipa que se igualen los costos de los vehículos eléctricos y de gasolina? Dados los problemas para predecir el futuro la fecha es incierta, pero un estudio llevado a cabo por el Instituto Tecnológico de Massachussets -MIT, por sus siglas en inglés- llega a la conclusión que no ocurrirá antes del año 2030. El estudio, intitulado “Insights into future mobility”, puede ser encontrado en el sitio de Internet del MIT.

De acuerdo con dicho estudio, el precio de los automóviles eléctricos en los años por venir estará determinado por la evolución del costo de la batería necesaria para almacenar la carga eléctrica que los impulsa, y que representa una fracción apreciable del costo total del automóvil. Se estima que en la actualidad el costo de una batería se sitúa entre los 175 dólares y los 300 dólares por kilowatt-hora. Para poner estos números en perspectiva, consideremos que -de acuerdo con un artículo aparecido el pasado 19 de noviembre en la revista de divulgación “MIT Technology Review” firmado por James Temple- un automóvil eléctrico de rango medio está equipado con una batería de 60 kilowatt-hora que tendría un costo entre los 10,500 y los 18,000 dólares.

Según el estudio del MIT, el precio de las baterías por kilowatt-hora en el año 2030 caería hasta unos 124 dólares por kilowatt-hora. Esto lo deja todavía a una distancia apreciable de los 100 dólares por kilowatt-hora, que es el precio para el que se alcanzaría la paridad de precios entre los automóviles eléctricos y los de gasolina. La conclusión del estudio de referencia es que la incursión y eventual dominio de los automóviles eléctricos en nuestra vida no será tan rápido como algunos anticipan. No obstante, ocurrirá con seguridad en algún tiempo futuro.

Con relación a lo anterior, si bien existen varias alternativas para fabricar las baterías de los automóviles eléctricos, la tecnología dominante está basada en el elemento químico litio. Este elemento se convierte así en una materia prima de gran valor estratégico. Habida cuenta, además, que las baterías de litio se emplean en computadoras portátiles y teléfonos inteligentes. Como material estratégico se le equipara incluso con el petróleo

En su forma pura, el litio es un metal de color blanco plata, muy ligero y que se oxida rápidamente al contacto con el aire. El mayor productor mundial de litio es Australia, pero con mucho las mayores reservas del planeta se encuentran en el llamado triángulo de litio, localizado en el sur de Bolivia y el norte de Chile y Argentina. El litio en este caso se encuentra asociado a grandes salares o desiertos de sal: al Salar de Atacama en el norte de Chile, a los salares de las provincias de Jujuy, Salta y Catamarca en el norte de Argentina, y al salar de Uyuni en el Departamento de Potosí en Bolivia. El salar de Uyuni, localizado en el altiplano boliviano a una altitud de 3,600 metros sobre el nivel del mar, es una espectacular planicie de sal con una extensión cercana a los 10,000 kilómetros cuadrados. Bajo esta superficie se encuentra un sexto de las reservas mundiales de litio.

Además de su visibilidad mediática como componente esencial de la emergente industria de los automóviles eléctricos, el litio ha recibido en las últimas semanas la atención de los medios de comunicación en un contexto diferente, aunque ciertamente conectado con su papel como materia prima estratégica.

En efecto, como sabemos, Bolivia está pasando por grandes problemas políticos derivados de la renuncia forzada del presidente Evo Morales. Algunos analistas han asociado dicha renuncia a intereses extranjeros que intentan controlar las reservas bolivianas de litio. Bolivia, a pesar de lo enorme de estas reservas, apenas está empezando a explotarlas, en contraste con Chile y Argentina que son dos de los mayores productores mundiales de este elemento. Además, el modelo boliviano de explotación del litio es -también en contraste con Chile y Argentina- controlado fuertemente por el estado, situación que se pretende cambiar según algunas interpretaciones.

De todo lo anteriormente expuesto, podríamos quizá afirmar que el litio – u oro blanco, como se le ha bautizado- es un protagonista del tiempo presente, que lo mismo es responsable de una revolución en el transporte que ocurrirá en algún tiempo futuro -todavía no definido con claridad- que de problemas políticos -según interpretaciones- ocurridas en un país subdesarrollado rico en depósitos de oro blanco. Escriturados aparentemente por el diablo.

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