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Ante la ausencia de una vacuna o de tratamientos específicos para combatir el virus, las principales estrategias para frenar su expansión han sido la del aislamiento social, la higiene personal y la prohibición de eventos de asistencia masiva. Estas estrategias son las mismas que se emplearon hace cien años para frenar la propagación de la gripe española, y en ese sentido poco hemos avanzado.
La estrategia del aislamiento parte de la suposición de que todos pudiéramos ser portadores del virus, aun siendo asintómaticos, y podríamos infectar a otras personas. A diferencia de la pandemia de gripe española, sin embargo, ahora existen pruebas que nos permiten diferenciar entre aquellos que son portadores del virus y aquellos que no lo son. De hecho, la estrategia que siguió Corea del Sur para mitigar el brote de COVID-19 durante los pasados meses de febrero y marzo fue la de aislar con rapidez a las personas infectadas, lo mismo que identificar a aquellos con los que tuvieron contacto y asilarlos también en caso de que resultaran positivos al virus. Entre otros factores, el éxito de Corea del Sur se basó en la realización masiva de pruebas para detectar personas infectadas.
Siguiendo la experiencia coreana, la hoja de ruta recomienda realizar pruebas masivas, no solamente a aquellos con síntomas de la infección y a todos los que se presume podrían haber estado expuestos al virus –por ejemplo, los trabajadores de la salud-, sino también a sus contactos, incluyendo a aquellos que fueran asintomáticos. Todos aquellos que resultaran positivos tendrían que ser puestos en cuarentena. El programa propuesto requeriría realizar de 5 a 20 millones de pruebas por día y sería acompañado de un seguimiento cuidadoso de la velocidad de trasmisión y prevalencia de la epidemia.
Un elemento esencial de la hoja de ruta es el seguimiento de aquellos que entraron en contacto con una persona infectada. Esto incluye notificarlos sobre su exposición al virus, lo mismo que asegurar que, en su caso, realicen una cuarentena efectiva. Para esto se pueden emplear herramientas digitales como las usadas en su momento en China para el seguimiento de las personas a través de sus teléfonos celulares. En este punto, sin embargo, y a diferencia de lo que ocurre en China, las exigencias de privacidad que imperan en los Estados Unidos harían menos efectivas dichas herramientas.
Llevar a cabo de 5 a 20 millones de pruebas diarias implicaría realizar un gran esfuerzo, aun para un país con los recursos de los Estados Unidos. En este contexto, ¿cuáles serían las perspectivas de México en el momento de terminar la cuarentena e iniciar la reactivación de la economía? Al respecto, el Centro de Ética de la Universidad de Harvard hizo público un documento en el que analiza la situación de los que denomina el “Sur global”, que incluye a la India, África y América Latina y que concentra el 40 por ciento de la población mundial.
Las perspectivas planteadas por el documento para América Latina no son halagadoras y entre otras cosas recomienda que los países de la región hagan un esfuerzo conjunto para que la industria farmacéutica desarrolle la capacidad para producir los millones de kits de prueba necesarios, lo que se antoja difícil de llevar a cabo. Por otro lado, y en comparación con la India y el continente africano, la población de América Latina es mayormente urbana lo que en cierto modo es un punto positivo.
En resumen, aun sumando puntos positivos, el panorama no luce halagador. Al menos según la Hoja de ruta a la resiliencia pandémica.
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San Luis Potosí
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