El primer laboratorio científico de la historia

Sucedió durante la pandemia



La historia relatada aquí se inicia hace medio siglo cuando Mara, una elefanta asiática nacida en cautiverio en la India, fue trasladada después de su nacimiento al zoológico Tierpark Hagenberck de Hamburgo. No permaneció Mara mucho tiempo en el zoológico, pues en mayo de 1970 fue vendida al “Circo África” y trasladada a Montevideo, Uruguay. Como parte del circo, Mara fue exhibida en Uruguay, Argentina y Brasil haciendo las suertes propias de los elefantes en estas circunstancias. Aparentemente, y dentro de lo que cabe, esta etapa de la vida de Mara no habría sido del todo mala. Su suerte cambió, sin embargo, cuando sus dueños se retiraron del negocio circense y la vendieron al circo argentino Rodas.

En el Circo Rodas Mara no era feliz. Evidencia de esto es que en algún momento mató a su entrenador cansada de los malos tratos. Paso ahí, sin embargo, 25 años de su vida hasta que en 1995 fue rescatada por el zoológico de la ciudad de Buenos Aires después de que fue encontrada encadenada en un estacionamiento.

Sin bien las condiciones de vida de Mara en el zoológico de Buenos Aires habían mejorado, en los últimos años fueron motivo de críticas por parte de activistas preocupados por el bienestar de los animales. En particular, Mara no tenía el espacio suficiente para moverse y era vista frecuentemente balanceando por horas su cabeza en círculos, lo cual se interpreta como un signo de estrés. Tenía, además, que compartir su espacio con dos elefantas africanas. Los legos en materia de elefantes posiblemente no veamos demasiadas diferencias entre los elefantes asiáticos y los africanos -fuera quizá de su tamaño-. Mara, en cambio, no es aparentemente de la misma opinión y, de hecho, no tenía la menor simpatía por sus compañeras de cautiverio.

En estas circunstancias se planteó trasladar a Mara a una reserva de elefantes en la región de Mato Grosso en Brasil, distante de Buenos Aires unos 2,700 kilómetros. Mara tendría así que cambiar de país de residencia, lo que implicaba realizar una serie de trámites burocráticos que son de suyo complicados. Y que lo fueron más porque el traslado coincidió con la emergencia sanitaria por la pandemia de coronavirus que cerró la frontera entre Argentina y Brasil.

Entre otros requisitos para su traslado, Mara tuvo que someterse a una cuarentena. No se sabe que los elefantes sean susceptibles al coronavirus y la razón para poner en cuarentena a la elefanta no tuvo ciertamente que ver con la pandemia, y sí con la necesidad de asegurar, antes de entrar a Brasil, que Mara estaba libre de otras enfermedades propias de los elefantes.

El traslado se había planeado originalmente para el mes de marzo del presente año, pero se suspendió por la emergencia sanitaria. Pudo finalmente realizarse el 9 mayo y para tal fin la elefanta fue confinada en una estrecha caja que fue subida con una grúa a la plataforma de un camión para su traslado al Mato Grosso. Dos días después de su partida el convoy arribó a la frontera con Brasil, la cual pudo cruzar después de nueve horas de trámites burocráticos. Tres días más le tomó arribar a su destino final. Antes de esto, sin embargo, hubo que transferir, por medio de una grúa, la caja con la elefanta a otro trasporte que pudiera recorrer los últimos 65 kilómetros hasta la reserva. A estas alturas, con su encierro y el ajetreo del viaje, posiblemente Mara haya considerado que iba de mal en peor, y que más le hubiera valido quedarse en el zoológico.

La historia, sin embargo, tuvo un final feliz, pues parece que Mara se adaptó rápidamente a su nuevo hábitat. Incluso se hizo amiga a primera vista de Rana, otra elefanta -asiática, por supuesto- de la reserva y de la que es inseparable. Calculan los que saben que Mara tiene ahora una edad de aproximadamente 50 años y que le quedan por delante unos 25 años de vida. Mismos que esperan sus cuidadores sean mejores que los primeros 50, cuando fue obligada mediante golpes a sentarse o a pararse de manos, o bien a languidecer, meciendo por horas la cabeza, en un espacio demasiado reducido. Y en compañía, además, de dos tipas con las que no se llevaba.

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