El primer laboratorio científico de la historia

Diferencias grandes y pequeñas



En su novela “Crónicas Marcianas” publicada en 1950, el escritor norteamericano Ray Bradbury hace una recopilación de cuentos cortos publicados a lo largo de varios años en los que se relata la colonización del planeta Marte. La novela inicia con el cuento “El verano del cohete”, en el que Bradbury relata el despegue, en un frío día de invierno de 1999, de un cohete rumbo a Marte con los primeros dos exploradores a bordo. El cohete partió desde un puerto espacial en el estado norteamericano de Ohio, generando un calor tan intenso que, por un momento, el frío de invierno se tornó en calor de verano.

El despegue del primer cohete a Marte fue exitoso, pero no la conclusión de la misión, pues sus integrantes fueron ultimados al llegar al suelo marciano. Después de varios viajes de exploración, no obstante, los terrestres llegaron en grandes cantidades a Marte, colonizando un planeta que resultaba muy diferente a su lugar de origen, pero no a tal grado que les impidiera adaptarse.

“Crónicas Marcianas” es, por supuesto, un espléndido libro de ficción que no pretende reflejar las condiciones ambientales reales de Marte. De hecho, sabemos que dichas condiciones harían imposible una colonización tal como la describe Bradbury. Para empezar, la atmósfera marciana es unas cien veces más tenue que la de la Tierra, además de que está compuesta casi enteramente de dióxido de carbono. Así, por falta de oxígeno y presión atmosférica, no podríamos sobrevivir en la superficie de Marte sin un traje especial. Habría que considerar también que la temperatura en la superficie del planeta alcanza valores extremos, llegando hasta los menos 100 grados centígrados, aun en el ecuador.

De este modo, Marte es diferente a la Tierra en muchos aspectos, algunos tan contrastantes como su falta de atmósfera con oxígeno y sus temperaturas extremas. Marte es también diferente en aspectos más sutiles. Uno de estos nos lo revela un artículo publicado esta semana en la revista “Nature” por un grupo internacional de investigadores encabezado por Sylvester Maurice del Instituto de Investigación en Astrofísica y Planetología de Toulouse, Francia.

En su artículo, Maurice y colaboradores reportan el resultado de una investigación llevada a cabo para determinar la velocidad del sonido en la atmósfera marciana, que anticipaban sería diferente a la correspondiente velocidad en la Tierra. Esto, debido a tres factores: las bajas temperaturas ambientales, la tenue atmósfera marciana, y el hecho que esté constituida fundamentalmente por dióxido de carbono.

Para llevar a cabo su estudio, Maurice y colaboradores hicieron uso del explorador Perseverance, que arribó a la superficie de Marte en febrero de 2021. Dicho explorador cuenta con el micrófono SuperCam, alojado en el mástil del explorador, a una altura de 2.1 metros sobre el suelo. El micrófono es parte de un instrumento de análisis que emplea un láser para calentar y evaporar rocas del suelo marciano, y fue primordialmente diseñado para grabar los sonidos producidos por dicho láser durante el proceso. Como una aplicación secundaria, los investigadores emplearon el SuperCam para medir el tiempo que le toma al sonido producido por el láser en llegar hasta el micrófono -después de recorrer 2.1 metros-, y con este tiempo calcular la velocidad del sonido.

Encuentran los investigadores que el sonido en Marte viaja a una velocidad 30 por ciento más lenta que en la Tierra. Además, mientras que en nuestro planeta los sonidos graves y agudos viajan a la misma velocidad, en Marte los sonidos agudos viajan más rápido que los graves. Para ser más precisos, si escucháramos un sonido proveniente de una fuente alejada unos 30 metros, los sonidos graves llegarán dos décimas de segundo más tarde que los agudos. Tendríamos así problemas para, por ejemplo, escuchar un concierto interpretado por una orquesta.

Por supuesto, habría que reconocer que, dadas sus condiciones ambientales extremas, es poco probable que tuviéramos la oportunidad de asistir a una sala de conciertos en Marte. Y si fuera el caso, sería menester que acudiéramos en traje de astronauta, al igual que lo tendrían que hacer los integrantes de la orquesta, lo cual se antoja difícil.

Los señalamientos acerca de las peculiaridades de la propagación del sonido en la atmósfera marciana no tienen entonces una gran importancia práctica para los futuros colonizadores de Marte, aunque sí son significativos desde el punto de vista científico y contribuyen al conocimiento de un planeta que, supuestamente, colonizaremos en un futuro todavía no determinado.

Y en cuanto a “Crónicas Marcianas”, si bien es una novela que relata un planeta que no corresponde a la realidad -sin pretender hacerlo-, es un libro fantástico, altamente recomendable.

Comentarios