El primer laboratorio científico de la historia

Hoy como hace 500 años



Como relata Bernal Díaz del Castillo en su “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”, durante la marcha de los conquistadores españoles hacia Tenochtitlán, Diego de Ordás habría obtenido el permiso de Cortés para escalar el volcán Popocatépetl, aparentemente solo para averiguar qué era lo que había allá arriba. Se puso Diego de Ordás en marcha hacia la cima de la montaña acompañado por dos soldados y, según Díaz del Castillo, “…al subir comenzó el volcán a echar grandes llamaradas de fuego y piedras medio quemadas y livianas y mucha ceniza, y que temblaba toda aquella sierra y montaña adonde está el volcán, y que estuvieron quedos sin dar paso adelante hasta de ahí a una hora, que sintieron que había pasado aquella llamarada y no echaba tanta ceniza y humo, y que subieron hasta la boca, que era muy redonda y ancha, y que habría en el ancho un cuarto de legua”.

Tiempo después, Cortés habría organizado un segundo ascenso al Popocatépetl, esta vez con propósitos más prácticos. Ocurrió durante el sitio de Tenochtitlan, cuando los españoles se vieron faltos de pólvora para sus armas de fuego, particularmente de azufre que es un ingrediente indispensable. En estas circunstancias, Cortés habría enviado una expedición a la cima del Popocatépetl para recolectar azufre, que sabía existía en el volcán. La expedición habría sido exitosa dado que, ya después de la caída de Tenochtitlan, Cortés comisionó una segunda expedición al mismo volcán para traer más azufre, según relata Francisco Cervantes de Salazar en su “Crónica de la Nueva España”.

Las expediciones de Cortés al Popocatépetl para conseguir azufre constituyen un ejemplo terrestre de lo que, en el contexto de la exploración espacial, se conoce como “Utilización de recursos in situ”, en referencia al uso de materiales extraterrestres que de otro modo tendrían que ser transportados desde la Tierra. La posibilidad de colectar y procesar materiales extraterrestres en lugar de transportarlos desde nuestro planeta a otro planeta o satélite es un punto esencial para la exploración del espacio, dados los altos costos del combustible necesario para llevar materiales al espacio venciendo la gravedad de nuestro planeta.

En este sentido, el 31 de agosto pasado apareció un artículo en la revista “Science Advances” en el que se describen los resultados del proyecto “MOXIE” que busca establecer la posibilidad de producir oxígeno en Marte empleando el dióxido de carbono de la atmósfera marciana. De acuerdo con dicho artículo, MOXIE es parte del explorador “Perseverance” de la NASA que está sobre la superficie de Marte desde febrero de 2021 y que ha logrado producir oxígeno en siete ocasiones, desde febrero de 2021 hasta el final de ese año, bajo condiciones atmosféricas variadas. En cada ocasión MOXIE logró producir seis gramos de oxígeno cada hora, equivalente a la que produce un árbol en la Tierra. Esta cantidad es modesta, pero demuestra la factibilidad de generar oxígeno en Marte empleando materiales marcianos y abre la posibilidad de fabricar combustible para cohetes, necesario para despegar desde la superficie marciana de regreso a la Tierra.

Un segundo artículo, publicado el pasado mes de julio en la revista “International Journal of Applied Ceramic Technology” por un grupo de investigadores de la Universidad Estatal de Washington, reporta el desarrollo de materiales a partir de mezclas de aleaciones de titanio con materiales marcianos. Ya que no contamos con materiales marcianos para experimentar, los investigadores emplearon sustitutos terrestres que se les asemejan. En su estudio, los investigadores encuentran que añadiendo a las aleaciones de titanio un cinco por ciento de materiales marcianos obtienen materiales con una mayor dureza, lo que apunta, por ejemplo, a la posibilidad de fabricar en Marte partes de cohetes empleando materiales locales.

Podemos concluir que, tal como Hernán Cortés se ayudó del azufre americano para derrotar a los mexicas, el mundo será testigo en un futuro cercano de expediciones espaciales que se ayudaran de materiales extraterrestres. Sin consecuencias funestas -esperemos- equivalentes a las que sufrieron los nativos americanos. Y sin los peligros -también esperemos- de asomarse a un volcán en activo.

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