Hogar, dulce hogar

¿Pero qué necesidad?



El pasado mes de agosto, la India se convirtió en el cuarto país que logra colocar una sonda en la superficie de la Luna. El primer país en lograrlo fue la Unión Soviética en el año 1966, seguida de los Estados Unidos ese mismo año. Posteriormente, en 2013, China se convirtió en el tercer país en alunizar una sonda de manera suave. En este año ha habido también intentos fallidos para colocar una sonda en la Luna, específicamente, de Rusia y de Japón, en este último caso conducido por una compañía privada.

Así, después de una larga pausa desde la década de los años setenta del siglo pasado, existe un renovado interés en la exploración de la Luna, no solamente por parte de gobiernos de países avanzados tecnológicamente, sino también de compañías privadas. En particular, el programa más ambicioso es el Artemis de la NASA, el cual, en colaboración con las agencias espaciales de Japón, Canadá, Australia, Israel y de países europeos, busca reanudar las misiones tripuladas a la Luna en 2025, y establecer bases permanentes de exploración que lleven a la explotación de los recursos minerales de la Luna y que sirvan de base para una futura misión tripulada a Marte.

En este contexto, para la exploración de nuestro satélite es necesario que los futuros exploradores lunares cuenten con caminos adecuados para su desplazamiento que pueden ser muy polvorientos. En este sentido, habría que recordar que la superficie de la Luna está cubierta por una gruesa capa de un polvo fino llamado regolito, que fácilmente se dispersaría por el paso de un vehículo y permanecería suspendido por un tiempo largo antes de asentarse, dado que en la Luna la fuerza de gravedad es pequeña comparada con la gravedad terrestre. Además, puesto que en la Luna no hay aire que erosione la superficie de las partículas de regolito y suavice sus contornos, éstas constituyen un polvo abrasivo que daña los instrumentos y los mecanismos de los vehículos exploradores.

Dados estos inconvenientes, se plantea la necesidad de pavimentar los caminos que utilizaran los vehículos exploradores lunares. Esto no resulta una tarea fácil, sin embargo. Para empezar, no se podrían transportar desde nuestro planeta los materiales necesarios para esta pavimentación, lo que resultaría prohibitivamente caro. Así, se tendría que hacer uso de materiales lunares y desarrollar métodos para procesarlos y construir una superficie firme para el paso de los vehículos.

Una publicación aparecida esta semana en la revista “Scientific Reports” describe experimentos llevados a cabo para investigar la posibilidad de usar el regolito lunar como materia prima para pavimentar caminos en la Luna. El artículo fue publicado por un grupo de investigadores encabezado por Juan Carlos Ginés-Palomares de la Universidad de Aalen, Alemania.

En su artículo, Ginés-Palomares y colaboradores reportan la fabricación de una especie de ladrillos o tejas empleando un polvo comercial cuya composición emula a la del regolito lunar, y un láser infrarrojo de alta potencia. Para esto, colocaron una capa de polvo en un crisol y lo fundieron localmente con el calor del láser, desplazándolo a lo largo de su superficie. Construyeron así una teja de forma triangular y contornos ondulados, con un orificio en el centro. Las tejas pueden enlazarse unas con otras para cubrir una superficie y proporcionar un piso firme.

Para la fabricación de las tejas en la Luna, sin embargo, no se podrá disponer de un láser de alta potencia como el empleado por Ginés-Palomares y colaboradores en su laboratorio. Es su lugar, se emplearía luz solar enfocada con una lente de un metro y medio de diámetro, la cual sería transportada desde la Tierra.

La solución planteada por Ginés-Palomares y colaboradores para pavimentar los caminos de la Luna es una de las propuestas que se han hecho para resolver el problema de las polvaredas de regolito que se formarían al paso de los vehículos. Para quienes hemos circulado en un automóvil por una brecha sin pavimentar en un clima seco, no es difícil entender que el polvo que levantaría el vehículo lunar constituye un problema mayor, dadas sus características abrasivas y el tiempo extendido que dura en suspensión. Habida cuenta, además, que el regolito está eléctricamente cargado y por tanto es muy pegajoso y se adheriría al traje de los exploradores, quienes lo llevarían al interior del refugio lunar en donde constituirían un problema de salud para quienes lo habiten.

El regolito lunar será entonces un peligro, quizá no el mayor, para los mineros y exploradores que vivirán en la Luna explotando sus recursos minerales. Y en ese sentido, podríamos quizá pensar que, dadas las riquezas minerales de la Luna, el riesgo estará justificado. Otros en cambio se preguntarán, emulando a los clásicos: ¿pero qué necesidad?

Comentarios

  1. Interesante novedad, total para mi. La pavimentación lo más razonable será sujeto de análisis de factibilidad técnico económica, para lo que mientras vale preguntar las aplicaciones de los regolitos como abrasivos especiales en la tierra. A su vez, en su momento, después de investigaciones particulares complementaria el posible gran proyecto,

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