Hogar, dulce hogar

Dudas interestelares



El escritor norteamericano Ray Bradbury publicó en 1950 el libro “Crónicas Marcianas” en el que describe la colonización del planeta Marte. En dicho libro, Bradbury conjuntó una serie de cuentos cortos publicados con anterioridad de manera separada. Según el primero de estos cuentos, que lleva por título “El verano del cohete”, la colonización de Marte se inició en enero de 1999, cuando partió un cohete desde el estado norteamericano de Ohio con la primera misión con rumbo a Marte. En esa ocasión: “El cohete creaba el buen tiempo, y durante unos instantes fue verano en la Tierra”.

Los colonizadores encontraron en arribar a Marte una antigua civilización, ya en decadencia. Si bien Bradbury no nos describe con detalle el aspecto físico de los marcianos, si señala diferencias con los humanos. Así, Ylla y el señor K, una pareja de marcianos que aparecen en el segundo cuento, “Tenían la tez clara, un poco parda, de todos los marcianos, los ojos amarillos y rasgados, las voces suaves y musicales”. Además, los marcianos tenían facultades sensoriales más allá de las humanas.

Otros autores, sin la sutileza y habilidades poéticas de Bradbury, han descrito a los extraterrestres de manera más explícita, en algunos casos posiblemente abusando de la imaginación. En este sentido, en un inicio los extraterrestres eran frecuentemente de color verde, si bien con los años adquirieron otros colores. Y en cuanto a su cuerpo, los extraterrestres tendrían forma vagamente humana, pero con características claramente no humanas.

Lo cierto, por supuesto, es que no sabemos con certeza que aspecto tienen los extraterrestres. De hecho, no tenemos la seguridad de que existan, aunque nos sorprendería que no fuera así, dada la inmensidad del universo y el número de planetas capaces de albergar vida.

Muy probablemente podríamos descartar la existencia de formas de vida superior en nuestro vecindario, en decir en nuestro sistema solar. Tendríamos así que buscar en el vecindario de otras estrellas. Para empezar, habría que identificar planetas con condiciones parecidas a las de la tierra. Al respecto, se han detectado más de 5,500 planetas fuera de nuestro sistema solar, de los cuales más de 30 son similares al nuestro. Enseguida, tomando como base lo que ocurre en nuestro planeta, los expertos deben buscar en dichos planetas la huella de la fotosíntesis, mediante la cual las plantas fabrican materia orgánica en nuestro medio. Esta huella es bien conocida y es característica de las plantas de color verde, que reflejan no solamente el verde, y de ahí su color, sin también la radiación infrarroja. De revelarse esta huella en un planeta lejano se tendría indicación de que alberga vida.

Contrastamos esta estrategia que se apoya en la vida tal como la conocemos en la Tierra para buscar vida en otros planetas, con los puntos de vista de novelistas y directores de cine que asumen que la vida extraterrestre es diferente, en mayor o menor medida, a la que tenemos en la Tierra. En apoyo de estos últimos, sin embargo, un artículo aparecido esta semana aduce que no solamente debemos buscar signos de vida proporcionados por la fotosíntesis de las plantas verdes, sino que debemos extender la búsqueda a formas de fotosíntesis basadas en bacterias de color púrpura que imprimen una huella diferente. El artículo fue publicado esta semana en la revista “Monthly Notices of the Royal Astronomical Society”, por un grupo de investigadores encabezado por Ligia Fonseca Coelho de Cornell University.

De acuerdo con Fonseca Coelho: “El verde es el color que más asociamos con la vida en la superficie de la Tierra, donde las condiciones favorecieron la evolución de organismos que realizan la fotosíntesis productora de oxígeno utilizando el pigmento verde clorofila a. Pero un planeta similar a la Tierra que orbita otra estrella podría verse muy diferente, potencialmente cubierto por bacterias que reciben poca o ninguna luz visible, como en algunos entornos de la Tierra, y en su lugar utilizan radiación infrarroja invisible para impulsar la fotosíntesis. En lugar de verde, muchas de estas bacterias en la Tierra contienen pigmentos púrpuras, y los mundos púrpuras en los que son dominantes producirían una “huella digital luminosa” distintiva, detectable por los telescopios terrestres y espaciales de próxima generación”.

De acuerdo con Fonseca Coelho y colaboradores, debemos buscar vida no solamente en los mundos verdes como el nuestro sino también en los potencialmente de color púrpura, lo que será posible en un futuro cercano en la medida en que se pongan en funcionamiento los nuevos telescopios. Desafortunadamente, aun si descubrimos que nuestro planeta no es el único lugar del Universo que alberga vida, con seguridad nos quedaremos todavía con la duda acerca del color de los habitantes de esos mundos, si es que los hubiera. ¿Serán verdes o morados? Esto podría ser relevante para novelistas y directores de cine.

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