La importancia del ojo de las agujas

¿Dirección equivocada?



Un asunto de la mayor actualidad es, a no dudarlo, el cambio climático, con su acompañamiento de olas de calor, sequías, y huracanes de gran magnitud. Como lo explican los expertos, el planeta se está calentando lentamente porque se ha alterado el delicado equilibrio que existía entre la energía solar que recibe la Tierra, y aquella que, por reflexión o emisión, es enviada de regreso al espacio.

Así, para mitigar el cambio climático los expertos consideran tres acciones a seguir. Primeramente, habría que disminuir la emisión de gases de invernadero a la atmósfera, los cuales actúan como una capa que dificulta el paso hacia el espacio del calor emitido por, la superficie de planeta -del mismo modo que el parabrisas y los vidrios de las ventanas de un automóvil dificultan la salida del calor en su interior en un día caluroso. Como una segunda acción, habría que desarrollar tecnologías para remover de la atmósfera el dióxido de carbono -el principal gas de invernadero- ya acumulado. Y, finalmente, habría que incrementar la porción de radiación solar que es reflejada por la atmósfera de regreso al espacio.

Con relación a esta última acción, habría que recordar que la emisión masiva de gases y de partículas a la atmósfera durante una erupción volcánica puede bloquear la radiación solar y producir descensos de temperatura significativos. Un ejemplo en este sentido es la erupción en 1815 del volcán Tambora en Indonesia, que hizo de 1816 “El año sin verano”. Recordemos que, en el verano de ese año, debido a las bajas temperaturas imperantes, Mary Shelly tuvo que permanecer encerrada en compañía de otros escritores, incluyendo a Lord Byron, en una villa cercana al lago Ginebra en Suiza. Producto de este encierro, a Shelly le llegó la inspiración para escribir su famosa novela “Frankenstein”.

Si bien el origen de la novela “Frankenstein” es sin duda fascinante, no es la intención de este artículo comentar sobre dicho origen. Y sí, por lo contrario, comentar sobre la mitigación del cambio climático mediante el bloqueo de la radiación solar que llega directamente del sol. La anécdota de “Frankenstein”, sin embargo, nos ilustra sobre una manera de lograr dicho bloqueo: por medio de una capa de partículas microscópicas suspendidas en la atmósfera que reflejen la radiación del sol.

No se pretendería, por supuesto, suspender en la atmósfera gases y partículas contaminantes como las generadas en una erupción volcánica. Lejos de esto, los expertos consideran dispersar partículas microscópicas de sal dentro de las nubes, que se sabe están formadas por pequeñas gotas de agua y cristales de hielo que reflejan la luz del sol. Al dispersar partículas de sal en las nubes se incrementa el número de gotas de agua y con esto la fracción de luz solar reflejada hacia el espacio. Esto haría las nubes más brillantes y, en principio, permitiría regular el clima de la Tierra.

No obstante, como apuntan los expertos, existen grandes obstáculos para llevar a cabo un proyecto de esta naturaleza. Un primer problema es que el clima de la Tierra es tan complejo que resulta difícil predecir los efectos de secundarios que tendría un proyecto de intervención del clima. Adicionalmente, un proyecto de ingeniería climática a nivel global requeriría la participación de todos los países de planeta, lo cual los expertos consideran es inviable.

Así, es más viable un proyecto o proyectos de ingeniería climática a nivel regional, y en ese sentido un artículo aparecido esta semana en la revista “Nature Climate Change” analiza el efecto que tendría sobre el clima del oeste de los Estados Unidos -que ha sufrido de ondas severas de calor en los últimos años- un proyecto de intervención de nubes. El artículo fue publicado por un grupo de investigadores encabezado por Jessica Wan, de la Universidad de California en San Diego.

De manera específica, Wan y colaboradores investigaron el efecto que tendría sobre el oeste norteamericano dispersar partículas de sal en nubes marinas en dos regiones del océano Pacífico: enfrente de la costa de California y cerca de las islas Aleutianas, a la altura de Alaska. Encuentran que las dos intervenciones reducen de manera significativa la probabilidad de que ocurran ondas de calor extremo. Si bien de manera contraintuitiva, pues la intervención cerca de Alaska resultaría más efectiva que la realizada en la costa californiana. Esta efectividad, sin embargo, se reduciría en ambos casos con el paso de los años en la medida en que avance el cambio climático e incluso podría ser negativa. Por otro lado, de manera más alarmante, ambas intervenciones podrían tener repercusiones negativas en regiones remotas. En Europa, por ejemplo, se intensificarían las olas de calor en el año 2050.

Así, dado lo complejo de clima de la Tierra, una intervención de ingeniería climática en una cierta región podría provocar efectos negativos en lugares remotos. Tal pareciera entonces que la solución al cambio climático no va en esa dirección.

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