Ciertamente, el “seco mar marciano” del que habla Bradbury corresponde a las imágenes de la superficie de Marte que nos han enviado los robots que han explorado su superficie y que muestran un paisaje árido y desolado, sin el menor rastro de agua líquida, ya no digamos de un mar. No obstante, “Crónicas marcianas” también incluye cuentos con canales navegables, como es el caso del cuento “Un picnic de un millón de años”, en el cual una familia sale de paseo a bordo de una lancha en un canal marciano.
En este sentido, recordemos, en 1887 el astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli observó sobre la superficie de Marte lo que le pareció eran canales. Posteriormente, el astrónomo estadounidense Percival Lowell aventuró la hipótesis de que dichos canales fueron construidos por una civilización marciana para regar el planeta con agua llevada desde los polos. Los canales de Marte, sin embargo, resultaron ser solo una ilusión óptica que fue desechada en la medida que se hicieron mejores observaciones del planeta.
Tal parece, sin embargo, que Marte no fue siempre el páramo que vemos hoy en día y en algún momento pudo haber tenido mares y playas como las tenemos en la Tierra. Esto, al menos según un artículo aparecido esta semana en la revista “Proceedings of the National Academy of Sciences”. El artículo fue publicado por un grupo de investigadores de China y los Estados Unidos, encabezado por Jianhui Li y Hai Liu de la Universidad de Guangzhou.
En su artículo, Li y colaboradores analizan datos de la geología marciana recopilados por el robot chino Zhurong, que recorrió la superficie marciana entre mayo de 2021 y mayo de 2022. El robot estaba equipado con un radar que podía penetrar hasta 80 metros en el subsuelo y proporcionar información sobre las capas geológicas bajo la superficie marciana. Analizando la señal de radar reflejada por el subsuelo, los investigadores descubrieron una capa geológica con una inclinación similar al que tiene el fondo de las playas de nuestro planeta. Los expertos saben que el transporte de materiales por las mareas y las olas produce la inclinación característica del fondo de una playa, cuya profundidad se incrementa en la medida que nos alejamos de la orilla.
De este modo, Li y colaboradores concluyen que los datos de radar entregados por el Zhurong indicarían que en el pasado existió un océano en el hemisferio norte de Marte, con mareas y olas que formaron playas en sus orillas. Ciertamente, dado que las mareas son resultado de la fuerza de gravedad ejercida por la Luna, y dado que los satélites de Marte son pequeños en comparación con la Luna, no se esperarían que en Marte hubieran ocurrido mareas con la misma magnitud que las mareas terrestres, las cuales habrían sido debidas a la atracción del Sol. Las olas, por otro lado, son generadas por los vientos, y en este sentido, Marte los tiene de sobra.
De acuerdo con los datos entregados por el Zhurong, Marte en el pasado podría haber tenido océanos y playas como las que tenemos en la Tierra, y un clima considerablemente más cálido que la actualidad. Esto, sin embargo, habría ocurrido hace miles de millones de años, un pasado inimaginablemente remoto. Así, no nos podrían haber invadido los marcianos como relata H.G. Wells en La guerra de los mundos, ni podrían existir en Marte canales artificiales construidos por una civilización necesitada de las aguas polares, como creía Lowell, los cuales habrían sido destruidos por la erosión hace ya mucho tiempo.
En el mismo tenor, los colonizadores terrestres de Marte no podrían haber encontrado habitantes nativos a su arribo al planeta como relata Bradbury en sus Crónicas marcianas, ni tampoco ruinas de ciudades abandonadas, sin rastro de sus habitantes. Lo que, por supuesto, de ninguna manera nos impide disfrutar de la lectura de Crónicas marcianas, un libro fantástico que, por lo demás, trata más de temas terrestres que de temas marcianos.
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