¿Vecinos lejanos?

Nada nuevo bajo el sol

El galio es un metal blando de color plateado, con una temperatura de fusión de 30 grados centígrados. Esto último indica que el galio es un metal sólido a temperatura ambiente -a menos que sea ésta demasiado alta como ocurrió en los últimos días- que puede ser fundido manipulándolo con las manos desnudas. Por lo demás, más allá de sus peculiares propiedades físicas, el galio tiene una gran importancia en la industria electrónica. Por ejemplo, es un componente central en las lámparas LED que reemplazaron a las lámparas incandescentes, lo mismo que en los dispositivos láser que se usan para transmitir información a través de una fibra óptica y en la fabricación de chips semiconductores. En años recientes, el galio adquirió también importancia en la fabricación de paneles solares de silicio para la generación de energía eléctrica. Según ChatGPT, China controla aproximadamente el 94 por ciento de la producción mundial de galio, que se ha convertido así en un elemento de la guerra comercial entre los Estados Unidos y China. Recordando que esta última suspendió el pasado mes de diciembre sus exportaciones de galio hacia los Estados Unidos.

La cadena que lleva al galio desde el sitio en donde se produce hasta los centros de fabricación y consumo de LEDs, láseres y chips, y que está ahora bajo presión comercial, de alguna manera nos traslada cuatro milenios hacia el pasado al Oriente Próximo y Europa, cuando estas regiones del mundo transitaban de la Edad del Cobre a la Edad del Bronce.

Como sabemos, seguramente por accidente, hace unos seis mil años en Oriente Próximo descubrieron que una aleación de cobre y estaño, conocida como bronce, produce un material más duro y fácil de fundir que el cobre. Este descubrimiento con el tiempo llevó al desarrollo de la metalurgia del cobre-estaño y con esto el Oriente Próximo transitó de la Edad del Cobre a la Edad del Bronce. Este último metal, sin embargo, es más escaso que el cobre y los expertos se han preguntado sobre el origen del estaño que produjo la revolución del bronce, constituido típicamente por 90 por ciento cobre y 10 por ciento estaño. Un artículo aparecido esta semana en la revista “Antiquity” arroja luz al respecto. Dicho artículo fue publicado por un grupo de investigadores encabezado por Alan Williams de la Universidad de Durham, Reino Unido.

Williams y colaboradores hacen notar que uno de los debates más importantes en la investigación sobre la Edad del Bronce en Europa y el Mediterráneo es el “problema del estaño”, y que: “Los únicos depósitos importantes que podrían haber abastecido a las grandes sociedades consumidoras de bronce de Europa y el Mediterráneo durante el segundo milenio a. C. se encuentran en Europa Occidental y Central, así como en Asia Central. Depósitos menores en otros lugares solo habrían sido suficientes para cubrir las necesidades locales”. Mediante su estudio, no obstante, Williams y colaboradores creen haber resuelto el problema: el estaño consumido en Europa y en el Mediterráneo en la Edad del Bronce tuvo su origen en los condados de Cornualles y Devon, en el extremo suroeste de Inglaterra. Los investigadores llegaron a esta conclusión mediante análisis químicos de muestras de minerales de estaño extraídas de yacimientos en Inglaterra y Europa, lo mismo que de objetos con contenidos de estaño, incluyendo lingotes de estaño provenientes de un naufragio en Israel ocurrido hace 3,300 años.

De este modo, Williams y colaboradores nos describen un escenario en el que: “Pequeñas comunidades agrícolas de Cornualles y Devon habrían extraído, lavado, triturado y fundido el abundante mineral de estaño de los depósitos aluviales de la región. El mineral de estaño, del tamaño de arena pesada o grava, se encuentra en una capa enterrada bajo capas blandas de limo estéril, arena y grava”. Después de la extracción, el mineral habría sido transportado hasta la costa para su comercialización y transportación a Francia. Una vez ahí: “Es probable que el estaño fuera transportado posteriormente por comerciantes a través de Francia hasta la costa mediterránea, donde se cargaba en barcos. Se abriría camino a través de las florecientes redes comerciales entre las islas de Cerdeña y Chipre antes de llegar a los mercados del Mediterráneo oriental. Su valor habría aumentado enormemente a medida que avanzaba en este viaje de 4000 km”.

Así, se habría organizado hace más de tres mil años una ruta comercial para extraer y transportar a través de miles de kilómetros un material esencial para sostener a la Edad del Bronce. De manera similar a como hoy en día se han establecido rutas para comerciar materiales esenciales -de los cuales el galio es solo un ejemplo- para sostener a la edad del siglo XXI. Así, en este sentido no habría nada nuevo bajo el sol.

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