En 1877, pocos años antes de que H.G. Wells publicara su novela, el astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli había observado en la superficie de Marte una red de estructuras lineales que llamó “canales”. Si bien Schiaparelli habría considerado que dichas estructuras tenían un origen natural, formadas quizá por corrientes de agua, el astrónomo norteamericano Percival Lowell las tomó como estructuras artificiales, que habrían sido construidas por una civilización avanzada para transportar agua desde los polos hacia el ecuador del planeta Marte. Si bien Lowell tenía una gran reputación como astrónomo y creía firmemente en la existencia de una civilización avanzada en Marte, sus ideas no fueron compartidas por sus colegas, y con el tiempo fueron desechadas. Hoy en día, a través de los robots que han recorrido la superficie de Marte, sabemos que ésta es seca y árida, sin rastro de la civilización imaginada por Lowell.
Las ideas de Lowell acerca de la existencia de una civilización extraterrestre cobra nueva vida por el avistamiento del cometa 3I/ATLAS, descubierto por la NASA el pasado 1 de julio por el telescopio Rio Hurtado, en Chile. Al contrario de otros cometas que orbitan alrededor del sol y que regresan cada cierto número de años, 3I/ATLAS es un objeto que no pertenece al sistema solar, pues viaja a la increíble velocidad de 245,000 kilómetros por hora. Con esta enorme velocidad, el sol es incapaz de retenerlo, de modo que el cometa nos estará visitando por una única vez, antes de regresar al espacio interestelar.
El cometa 3I/ATLAS tendrá su máximo acercamiento al sol el próximo 30 de octubre, en un punto entre las órbitas de Marte y la Tierra. El cometa fue visible desde nuestro planeta hasta el pasado mes de septiembre, cuando se colocó muy cerca del sol para ser observado. A partir de diciembre será nuevamente visible desde la Tierra, y es entonces cuando alcanzará su máximo acercamiento a nuestro planeta. Los astrónomos no conocen todavía con precisión el tamaño del cometa, pero se estima que mide entre 440 metros y 5.6 kilómetros.
3I/ATLAS es apenas el tercer objeto interestelar que ha visitado el sistema solar del que se tenga noticia. Es, además, un objeto con características singulares, que se ha aventurado pudiese tener un origen artificial. Es decir, que constituya una sonda enviada por una civilización interestelar, como arguye un artículo depositado en el sitio arXiv el pasado 15 de julio, escrito por Adam Hibberd y Adam Crowl, de “Initiative for Interestelar Studies”, Reino Unido, y Abraham Loeb, de “Harvard University”.
Las consideraciones que apoyan la arriesgada hipótesis de Hibberd y colaboradores incluyen: el plano de la trayectoria de 3I/ATLAS, que casi coincide el plano de las órbitas de los planetas del sistema solar; el tamaño de 3I/ATLAS, demasiado grande para que fuera un asteroide; el que no desprenda gases, como se esperaría de un cometa; y el gran e inusual acercamiento a Venus, Marte y Júpiter. Todo lo anterior combinado, piensan los autores, es improbable que ocurriera por pura casualidad. Les parece también sospechoso que la trayectoria 3I/ATLAS lo lleve a esconderse detrás del sol antes de emerger y acercarse a nuestro planeta, pues podría implicar una estrategia para agarrarnos desprevenidos, en caso de tener sus tripulantes intenciones aviesas.
Habría que señalar, sin embargo, que los autores son muy cautos en cuanto a su hipótesis y concluyen; “Recalcamos firmemente que este artículo es, en gran medida, un ejercicio pedagógico, con descubrimientos interesantes y extrañas casualidades, digno de ser registrado en la literatura científica. Con mucho, el resultado más probable será que 3I/ATLAS sea un objeto interestelar completamente natural, probablemente un cometa, y los autores están a la espera de los datos astronómicos que respalden este probable origen”.
Cabe la cautela, por supuesto, si hemos de recordar el episodio de Percival Lowell y la civilización marciana. So pena de que todo quede en un argumento de novela de ciencia ficción, con todo y lo fascinante que pudiera resultar.

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