Tiempos oscuros

Inicia Giovanni Boccaccio su obra, “El Decamerón”, con una descripción de la epidemia de peste bubónica que asoló a Europa, al Medio Oriente y al norte de África en el siglo XIV, y escribe: “Digo, pues, que ya habían los años de la fructífera Encarnación del Hijo de Dios llegado al número de mil trescientos cuarenta y ocho, cuando a la egregia ciudad de Florencia, nobilísima entre todas las otras ciudades de Italia, llegó la mortífera peste que, o por obra de los cuerpos superiores o por nuestras acciones inicuas, fue enviada sobre los mortales por la justa ira de Dios, para nuestra corrección que había comenzado algunos años antes en las partes orientales, privándolas de gran cantidad de vivientes, y continuándose sin descanso de un lugar en otro se había extendido miserablemente a Occidente…Y no era como en Oriente, donde a quien salía sangre de la nariz le era manifiesto signo de muerte inevitable, sino que en su comienzo nacían a los varones y a las hembras semejantemente en las ingles o bajo las axilas, ciertas hinchazones, que algunas crecían hasta el tamaño de una manzana y otras de un huevo, y algunas más y algunas menos, que eran llamadas bubas por el pueblo”.

La epidemia devastó a la población, y si bien no hay datos certeros, se estima que provocó la muerte de entre el 30 por ciento y el 60 por ciento de la población europea. En este contexto, escribe Boccaccio: “Cuántos valerosos hombres, cuántas hermosas mujeres, cuántos jóvenes gallardos a quienes no otros que Galeno, Hipócrates o Esculapio hubiesen juzgado sanísimos, desayunaron con sus parientes, compañeros y amigos ¡y llegada la tarde cenaron con sus antepasados en el otro mundo!”

Una versión sobre el origen y propagación de la epidemia de peste bubónica sostiene que ésta se generó en Asía Central y se propagó hacia Europa y el Medio Oriente en menos de diez años, a través de la Ruta de la Seda. Esta versión, de propagación acelerada, es puesta en duda por un artículo aparecido recientemente en la revista “Journal of Arabic and Islamic Studies”, publicado por Muhammed Omar y Nahyan Fancy, de la Universidad de Exeter, Reino Unido.

En su artículo, Omar y Fancy sostienen que la versión de propagación acelerada de la epidemia no es realista, pues implica que ésta hubiera viajado muchos miles de kilómetros en unos pocos años. Además, dicha versión no se apoya en datos históricos sólidos. Se origina en un texto del escritor árabe Ibn al Wardi, quien vivió la pandemia, y que tenía un propósito literario y no histórico. De hecho, como explican Omar y Fancy, dicha obra pertenece a un género literario conocido como “maqāma”, caracterizado por un texto en prosa rimada, que a menudo presenta a un embaucador itinerante; papel que en el cuento es representado por la epidemia, que realiza un recorrido que abarca China y la India.

En estas circunstancias, el cuento de Ibn al Wardi debe tomarse como ficción literaria y no como una obra histórica. A pesar de esto, dicho cuento fue retomado por escritores árabes posteriores, quienes le dieron validez histórica y lo perpetuaron hasta nuestros días. Así, escriben Omar y Fancy: “La transformación de los maqāmas de la peste de Ibn al Wardi en relatos fácticos por historiadores del siglo XV, constituye el núcleo de la narrativa centenaria de la propagación acelerada de la peste a través de Asia, desde China hasta el Mediterráneo, en quince años. Esta narrativa ha seguido dominando los estudios modernos sobre la peste, incluidos los estudios científicos que han identificado de forma definitiva la bacteria “Yersinia pestis” en restos humanos de la Peste Negra (1347-1350). Si bien los orígenes bacterianos de la Peste Negra pueden rastrearse geográficamente hasta Asia Central, la idea de que un linaje de esta bacteria se desplazara más de 4800 kilómetros por tierra en pocos años y se estableciera lo suficiente como para causar la devastadora Peste Negra en Oriente Medio y Europa tiene poca validez histórica o biológica”.

Por otro lado, los textos literarios por testigos de la peste bubónica tienen aspectos valiosos -como lo demostró Giovanni Boccaccio- pues relatan las situaciones que vivieron y las reacciones que tuvieron dichos testigos. Así, con relación a la ciudad de Hama en Siria, Ibn al-Wardi escribió: “!Peste! Hama fue una vez una fortaleza. Envuelves su aire con tu aliento fétido, y tu beso sobre sus colinas es venenoso”. Así mismo: ”El miedo a la muerte se reflejaba en los rostros de la gente, de tal manera que estaban completamente despiertos”; “Cuando alguno de ellos escupa sangre, ten por seguro que a cada uno se le acaba el tiempo. Quien escupa estará en el cementerio después de dos o tres noches”.

Otros escritores contemporáneos dejaron también sus contribuciones para la posteridad: “Dije a la peste mientras estaba en Gaza, habiendo viajado desde Qaṭya a Beirut: Vaciaste la tierra de Siria de sus habitantes ¡Gobernaste, oh peste, como una tirana!”; “Dicen: la corrupción mata. Yo digo: el amor a la corrupción mata”.

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