El primer laboratorio científico de la historia

Energía eólica



Uno de los grandes temas actuales es, sin duda, el del calentamiento global y el cambio climático asociado. Como es ampliamente aceptado, las concentraciones crecientes de gases de invernadero en la atmósfera, producto del uso de combustibles fósiles, han generado en las últimas décadas un incremento paulatino de la temperatura terrestre. Estos combustibles son empleados intensivamente por la industria y el transporte, así como en plantas termoeléctricas generadoras de electricidad. Según cifras del Departamento de Energía de los Estados Unidos, la generación de energía eléctrica mediante combustibles fósiles representó en el año de 2005 el 66% del total generado a nivel mundial. Una estrategia para reducir la emisión de gases de invernadero debe entonces incluir planes para sustituir a los combustibles fósiles por energías renovables no contaminantes.

Existe una gran variedad de energías renovables que no producen desechos contaminantes. Entre estas podemos mencionar a las energías solar, eólica, geotérmica, hidráulica y aquellas asociadas al movimiento de agua en los océanos. Sin considerar a la energía hidráulica, sin embargo, la contribución de la energías renovables a la generación global de electricidad apenas sobrepasa el 2%, siendo la eólica la más significativa con aproximadamente el 1.4% del total mundial.

Hasta hace algunas décadas, el aprovechamiento de la energía eólica la asociábamos comúnmente con los molinos de viento holandeses empleados para desecar las tierras bajas ganadas al mar, o bien con las bombas extractoras de agua impulsadas por el viento que todavía podemos ver en algunos lugares en el campo. En contraste, hoy en día nos es cada vez más familiar la imagen de los modernos y enormes molinos de viento, o aerogeneradores como es más propio llamarlos, con cuerpos esbeltos y con un rotor formado de tres paletas girando lentamente por efecto del viento. En un aerogenerador, el movimiento de rotación del rotor impulsa un generador de electricidad, obteniéndose de esta manera energía eléctrica limpia. En una planta termoeléctrica, en contraste, el generador de electricidad es impulsado por una turbina accionada por un fluido caliente. Para obtener este último, es necesario quemar combustible, con la consecuente emisión de gases de invernadero.

Si bien la energía eólica contribuye todavía con un porcentaje pequeño a la generación total de electricidad a nivel mundial, en algunos países este porcentaje es notablemente alto. En Dinamarca, por ejemplo, el 19% de la electricidad es de origen eólico, mientras que en España y Alemania los correspondientes porcentajes son 9% y 6%, en forma respectiva. En México –en donde más del 80% de la electricidad es generada en plantas termoeléctricas-, la energía eólica es todavía poco significativa, representando menos del 0.1 % del total generado.

En enero de 2007 la Comisión Federal de Electricidad puso en operación la planta eólica La Venta II en la región del Istmo de Tehuantepec. Dicha planta consta de 98 areogeneradores de 44 metros altura con rotores de 52 metros de diámetro. La planta produce suficiente energía para abastecer a una ciudad pequeña. Además, en días pasados se puso en operación una segunda planta, denominada Eurus, con una capacidad inicial semejante a la de La Venta II, en la misma región de Itsmo de Tehuantepec. A diferencia de la primera, sin embargo, esta segunda planta fue construida con capital privado.

Según un estudio de los Laboratorios Nacionales de Energía Renovable de los Estados Unidos, el potencial de México para la generación de energía eólica pudiera alcanzar los 43,000 MW, lo que es casi igual a la capacidad total instalada del País de 50,000 MW. Esto indicaría que la energía eólica puede contribuir substancialmente a reducir nuestro consumo de combustibles fósiles para la generación de electricidad. Hay que hacer notar, no obstante, que la energía eólica tiene sus críticos, quienes, entre otros argumentos, objetan la gran extensión de terreno que es necesaria para la instalación de una planta eólica. La Venta II, por ejemplo, ocupa 960 hectáreas, área demandada por las grandes dimensiones de los 98 aerogeneradores que requieren de una separación de 130 metros entre ellos.

Por otro lado, debido a la intermitencia aleatoria de la energía eólica, no es posible pensar que podamos depender de la misma para satisfacer todas nuestras necesidades de generación de energía eléctrica; es decir, en los momentos en que no haya viento, una planta eólica necesita ser respaldada por una fuente de energía no intermitente, que necesariamente será contaminante. Así, la energía eólica no es estrictamente limpia, al igual que no lo son otras fuentes de energía renovables. No obstante, y a pesar de todos los problemas que tiene asociados, podemos esperar que en el futuro el aprovechamiento de la energía eólica sea cada mayor y que la figura de los esbeltos molinos de viento sea cada vez más parte del paisaje.

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