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Giordano Bruno nació en el año de 1548 en el Reino de Nápoles. Por su manera libre de pensar y por la costumbre de expresar sus ideas de manera abierta, tuvo una vida -y por supuesto una muerte- muy agitada. A partir de 1576 viajó por de manera extensiva por Europa, inicialmente por varias ciudades de lo que ahora es Italia y después a Ginebra. Ahí tuvo problemas con los calvinistas por los que fue encarcelado. Una vez liberado se trasladó a Francia, en donde se convirtió en profesor de la Universidad de París, y posteriormente a Inglaterra en donde enseñó en la Universidad de Oxford. Regresó a Venecia en 1592 invitado por el noble veneciano Giovanni Mocenigo, quién deseaba ser instruido en el arte de la memoria en el que Bruno era experto. Pronto, sin embargo, tuvo dificultades con Mocenigo, quién lo denunció a la Inquisición veneciana. Fue encarcelado y posteriormente entregado a la Inquisición romana, la que lo sometió al juicio del que resultaría su ejecución.
Aunque es hoy motivo de controversia el impacto real que las ideas de Bruno tuvieron en la revolución intelectual de los siglos XVI y XVII que dio origen a la ciencia moderna -y que tuvo en Nicolás Copérnico, Galileo Galilei e Isaac Newton a sus figuras más notables-, es interesante señalar que 400 años después el tema de la multiplicidad de los mundos, que contribuyó a su sentencia de muerte, es de una gran actualidad. En efecto, la noche del pasado viernes 6 de marzo fue lanzada al espacio por la NASA la sonda Kepler (ver la página web, http://kepler.nasa.gov/), destinada a investigar la existencia de planetas similares a la Tierra fuera del sistema solar (exoplanetas).
El proyecto Kepler consistirá en la observación continua y simultánea, durante un mínimo de tres años y medio, de 100,000 estrellas localizadas en la Vía Láctea. Para esto, la sonda Kepler se mantendrá en una órbita alrededor del Sol siguiendo cercanamente a la Tierra. Dicha sonda cuenta con un telescopio de 95 centímetros de diámetro, que se apuntará durante toda la misión a un mismo grupo de estrellas. La luz que provenga de estas será captada por un sistema de 42 detectores CCD -similares a los que se usan en las cámaras fotográficas digitales, pero más especializados- equivalentes a 95 megapixeles.
La técnica de detección de planetas que usará la sonda Kepler es muy simple y está basada en la disminución del brillo de una estrella cuando uno de sus planetas se interpone entre esta y la Tierra. De este modo, la observación de que la luminosidad de una determinada estrella fluctúa de manera periódica será un indicativo de la existencia de un planeta. Además, el tiempo entre dos fluctuaciones en luminosidad corresponderá al año solar del planeta, mientras que la magnitud de dichas fluctuaciones nos indicará su tamaño. La NASA espera detectar por este método alrededor de 30 exoplanetas con un tamaño y una órbita similares a las de Júpiter.
De interés especial, sin embargo, será la detección de planetas habitables, es decir, de planetas que tengan una temperatura en el rango adecuado de modo que puedan contener agua líquida, la cual es indispensable para la vida tal como la conocemos. Un planeta muy cerca de su estrella será demasiado caliente y toda el agua que pudiera contener en su superficie estaría convertida de vapor. Por el contrario, si estuviera muy alejado el agua se congelaría. Además, la masa del planeta debe ser aproximadamente igual a la de la Tierra. Si fuera muy pequeña no podría retener una atmósfera, como le sucede a nuestra luna y a al planeta Marte, y si por el contrario fuera muy grande retendría todos los gases incluyendo los más ligeros y el planeta se parecería a Júpiter, que no es adecuado para la vida. Se requieren entonces muchas condiciones para la existencia de planetas capaces de desarrollar vida. No obstante, la NASA espera detectar con la sonda Kepler cuando menos 50 planetas de este tipo.
Según la NASA, los resultados sobre la detección de exoplanetas similares a la Tierra probablemente se obtengan sólo hasta al final de los tres años y medio que durará la misión. En tanto esto ocurre, vale la pena tener presente a Giordano Bruno, pionero (y mártir) en la búsqueda de vida extraterrestre.
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