Hogar, dulce hogar

México y la influenza



La epidemia de influenza A (H1N1) que hemos padecido en México a lo largo del último mes ha constituido una experiencia inédita para la gran mayoría de nosotros. La paralización de gran parte de las actividades del País en los primeros días de mayo, la solicitud del Presidente Calderón de permanecer en casa, las calles desiertas, el temor al contagio, el rechazo a los mexicanos en varios países y la declaración del nivel 5 de pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud, fueron acontecimientos que nos tomaron por sorpresa y que se dieron a una velocidad frenética. La vida de pronto nos cambió: mientras que el miércoles 22 de abril pocos habían oído hablar de la epidemia, el viernes 24 existía ya una alarma generalizada y el cubrebocas se hizo parte de nuestra indumentaria.

Por su parte, la Secretaría de Salud sabía de la existencia de brotes de influenza en algunas localidades del País desde hacía varias semanas. Estos, sin embargo, fueron considerados como una extensión de la epidemia estacional y no fueron causa de alarma. Todavía el 17 de abril el Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud aseguró que no existía peligro de propagación de ninguno de los brotes de influenza observados. Uno de estos, que a la postre se hizo célebre como posible origen del la epidemia de influenza, fue el que ocurrió en la comunidad de La Gloria, en el municipio de Perote en el Estado de Veracruz, en donde, de 1575 habitantes 616 padecieron de influenza entre 15 de febrero el 14 de abril.

Un recuento de los principales acontecimientos relacionados con la epidemia de influenza A (H1N1) puede ser encontrado en la edición electrónica de la revista “Science”, publicada por la Sociedad Americana para el Avance de la Ciencia. En dicho recuento se asienta que fue precisamente el brote de La Gloria el que alertó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre el posible inicio de una epidemia de influenza en México. La OMS supo de este brote el 10 de abril a través de la compañía Veratect, especializada en vigilancia epidemiológica.

Ya encendidas las luces rojas, el 18 de abril el Instituto nacional de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos solicitó ayuda a la Agencia de Salud Pública de Canadá para identificar al virus causante de la influenza. Las muestras a analizar fueron recibidas por esta última institución el 21 de abril. El jueves 23 de abril la agencia canadiense juntamente con el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos -que también recibió muestras de México- identificaron al virus causante de la epidemia en nuestro País, que además coincidió con el virus encontrado los días 15 y 17 de abril en dos pacientes del estado de California. Esta información fue la que disparó la rápida respuesta del Gobierno Federal

De acuerdo con datos de la Secretaría de Salud, la epidemia de influenza en México alcanzó su máximo entre el 26 y el 27 de abril, es decir, solamente tres días después de que se declaró la contingencia sanitaria, mientras que el 1 de mayo, cuando se inició el paro de actividades no esenciales, la epidemia iba ya en descenso.

Hasta el 23 de abril, según la Secretaría de Salud, se habían dado poco más de 600 casos de influenza A (H1N1) en México. Esta cifra, sin embargo, es probablemente una subestimación del número real de casos, como se concluye en una publicación aparecida el 11 de mayo en la revista “Science”, realizada por un grupo internacional de expertos bajo el liderazgo de investigadores de la Facultad de Medicina del Imperial College en Londres, Inglaterra. Dicho grupo estimó el número total de casos de influenza en México de manera indirecta, a partir del número de extranjeros que visitaron México y que una vez de regreso a su País descubrieron que habían contraído la enfermedad. Esto es, si conocemos cuantas personas en promedio cada enfermo contagia, a partir del número de nuevos infectados es posible saber el número fuentes de contagio. Empleando éste y otros razonamientos, y tomando en cuenta los casos de influenza que se presentaron en el extranjero, se estimó que al 23 de abril el número de personas que habían sido infectadas en México era de 23,000. Este número es 30 a 40 veces superior al que reconoce la Secretaría de Salud. Un dato a notar es que entre los autores del artículo de referencia se incluyen a funcionarios de esta Secretaría.

El Gobierno Federal ha sido criticado por haber tardado en reaccionar al brote epidémico -lo cual probablemente es cierto-, pero también de haber reaccionado desmedidamente una vez que recibió la noticia de que estábamos en medio de una epidemia. Esto último es, sin embargo, discutible y como lo afirmó Adolfo Martínez Palomo, coordinador del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República, al diario español El País, lo más probable es que nunca lo lleguemos a saber con seguridad.

Lo que sí sabemos es que México mostró una pobre capacidad de respuesta a la epidemia. Esto no es sorprendente dada la poca importancia que en nuestro País se da a la investigación científica, que es apoyada con un porcentaje inferior al 0.5 % del PIB nacional, cifra que es varias veces menor que las de los países desarrollados y aun de países latinoamericanos como Brasil.

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