Hogar, dulce hogar

Si bien la inmigración de europeos al continente americano se inició en 1492 con el llamado descubrimiento de América, dicha inmigración alcanzó un máximo durante el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. En efecto, tenemos que entre 1815 y 1830 emigraron a nuestro continente más de 60 millones de europeos, la mayor parte a los Estados Unidos, pero también a América Latina, notablemente a Argentina y Brasil. Para los inmigrantes, el viaje era probablemente sin regreso, de modo que los que partían tenían que despedirse de sus familiares y allegados de manera definitiva. En este sentido, es ilustrativo considerar el caso del llamado “Puente de las Lágrimas”, localizado en la hoy Irlanda del Norte.

Como recordamos, Irlanda sufrió en los años 1845-1849 la llamada “hambruna de la patata”, ocasionada a una epidemia de roya que arrasó con los cultivos de papas de las cuales dependía para su alimentación un tercio de la población. Como consecuencia de dicha hambruna, murió un millón de irlandeses y otro millón fue obligado a emigrar. Uno de los puntos de salida de los inmigrantes irlandeses era el puerto de Londonderry, en la costa norte de Irlanda. En su camino a Londonderry, los viajeros eran acompañados por sus allegados hasta el “Puente de las Lágrimas”, en donde se despedían de manera definitiva con un gran pesar. Al respecto, en una placa colocada en dicho puente se puede leer: “Hasta aquí llegaban los amigos y familiares de la persona que emigraba. Aquí se separaban. Este es el Puente de las Lágrimas”.

Cabe recordar lo anterior a la luz de los ambiciosos planes para colonizar el planeta Marte expresados por Elon Musk y su compañía Space X, que contemplan llevar a cabo un primer viaje no tripulado a Marte en 2026, y un primer viaje con tripulación en 2029. Además, espera Musk que en 20 años se haya establecido en Marte una colonia de un millón de personas, como relata Kirsten Grin en un artículo publicado por el New York Times el pasado mes de julio. Por supuesto, para que esto se hiciera realidad tendrían que darse una serie de circunstancias. En primer lugar, tendría que producirse aquí en la Tierra una versión renovada de hambruna de las patatas que obligara a un millón de personas a abandonar el planeta. Probablemente para siempre, despidiéndose en un también renovado puente de las lágrimas.

Por otro lado, aun en la eventualidad de que una catástrofe ambiental hiciera deseable mudarse a otro planeta, es improbable que en un espacio de tiempo tan corto pudiera establecerse en Marte una colonia, incluso de dimensiones reducidas. En efecto, si bien es cierto que las imágenes de la superficie marciana que nos han hecho llegar los robots exploradores muestran un paisaje en cierto modo familiar, no debemos dejarnos engañar por las apariencias, pues Marte es un lugar extraordinariamente hostil.

¿Qué encontrarían los colonos en la superficie marciana? Primeramente, un lugar muy frío, con una temperatura media de menos 60 grados centígrados, con máximos de 20 grados centígrados y mínimos de menos 150 grados centígrados, en el ecuador y en los polos, en forma respectiva. Encontraríamos también una atmósfera irrespirable de dióxido de carbono, tan poco densa que requeriríamos usar trajes presurizados en espacios abiertos. Adicionalmente, tendríamos que protegernos del polvo fino que cubre la superficie marciana, que podría enfermarnos en caso de penetrar a los pulmones. Y, quizá lo más crítico, tendríamos que protegernos de las radiaciones de alta energía provenientes del Sol y de los rayos cósmicos que son de 40 a 50 veces más intensos que en la superficie de nuestro planeta. En este sentido, habría que recordar que la atmósfera y el campo magnético de la Tierra nos protegen de dichas radiaciones, en contraste con lo que sucede en Marte, que no cuenta con un campo magnético y tiene una atmósfera muy tenue.

Ciertamente, los inmigrantes europeos de los siglos XIX y XX se enfrentaron a múltiples dificultades en su nuevo hogar. No obstante, encontraron un lugar con una atmósfera en la que podían respirar y no tuvieron necesidad de usar trajes presurizados para salir a la calle. Tampoco tuvieron que soportar temperaturas ambientales más allá de las temperaturas a las que estaban acostumbrados. Ni tuvieron que cuidarse de los rayos cósmicos -de los cuales, por supuesto, no tenían ni idea de su existencia-. Todo esto porque no tuvieron que salir del planeta al que estaban bien adaptados gracias a los millones de años de evolución. Los colonos marcianos, en cambio, tendrían que vivir en un medio ambiente para el cual no están adaptados en absoluto.

Todo lo anterior nos lleva a concluir que tendría que ocurrir una crisis de severidad extrema para que los habitantes del planeta Tierra se decidieran a abandonarla. Y con esto, posiblemente, salir de guatemala para entrar a guatepior. Así, habríamos de tomar los planes para colonizar Marte con un grano de sal. Al menos por lo pronto.

Comentarios