El primer laboratorio científico de la historia

Una lección para aprender



El pasado lunes 27 de abril el Presidente Barack Obama pronunció un discurso durante el congreso anual de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos en el que delineó su política para impulsar la ciencia estadounidense. Obama expresó preocupación por la fuerte competencia científica que están experimentando los Estados Unidos por parte de otros países, y decidió dar a la ciencia norteamericana un impulso similar, o mayor, al que tuvo en la década de los sesentas cuando el Presidente Kennedy estableció como un objetivo nacional la puesta de un hombre en la superficie de la Luna y su regreso sano y salvo a la Tierra.

Aunque en términos del porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) invertido en Investigación y Desarrollo (IyD) los Estados Unidos no es el país que ocupa el primer lugar -éste corresponde a Suecia que invierte aproximadamente el 3.8 % de su PIB en actividades de IyD-, en términos absolutos sí ocupa el liderazgo de manera abrumadora. Los Estados Unidos invierten en IyD alrededor de 350,000 millones de dólares, lo que representa aproximadamente el 2.6% de su PIB. La administración de Obama planea incrementar hasta el 3% este último porcentaje, con lo que doblará el presupuesto de la Fundación Nacional de Ciencias y del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología, así como de la Oficina Científica del Departamento de Energía. Un aspecto que llama la atención es el énfasis que puso en la investigación científica básica, la cual calificó como “increíblemente importante” para el futuro de los Estados Unidos.

El proyecto de energía será el proyecto científico más importante de la administración de Obama, el cual pretende doblar en pocos años la capacidad del país de generación de energía renovable y reducir 80% la contaminación atmosférica de dióxido de carbono en el año 2050. Los planes son invertir 150,000 millones de dólares en investigación en energía en los próximos 10 años. Otras áreas notables a impulsar son las de la salud y el medio ambiente.

La educación fue otro de los puntos contemplados por el Presidente Obama, expresando preocupación por el pobre desempeño de los estudiantes estadounidenses de secundaria en las pruebas PISA de la OCDE. En particular resaltó el hecho de que ocuparon el lugar 25 en matemáticas y el 21 en ciencias entre los treinta miembros de la OCDE. La deficiente educación que reciben los estudiantes estadounidenses en la escuela secundaria, apuntó, es una de las razones por las que ha disminuido su interés por las carreras en ciencias e ingeniería.

Con respecto a esto último, se hace notar que uno de los aspectos característicos del sistema científico y tecnológico norteamericano es que está integrado en buena medida por investigadores no nacidos en los Estados Unidos. Esto, por un lado, puede verse como una medida de la fortaleza del país, que es capaz de atraer a científicos que se encuentran entre los mejores del mundo; es, además, consecuente con el hecho que los Estados Unidos es un país de inmigrantes. Por otro lado, es también un signo de debilidad indicativo del poco atractivo que una carrera en ciencia o ingeniería tiene entre los jóvenes estadounidenses. En efecto, según datos del Instituto Americano de Física, el ingreso de estudiantes norteamericanos a los programas de maestría en física en los Estados Unidos es en la actualidad un tercio del que era al inicio de los años setenta. De la misma manera, aunque no con una caída tan dramática, encontramos que el ingreso de estudiantes norteamericanos a programas doctorales disminuyó en un 25% en el mismo lapso de tiempo. Esta caída, no obstante, fue en buena medida compensada con el ingreso de estudiantes extranjeros que constituyen en la actualidad casi el 50% de la matrícula.

En consonancia con lo anterior, según datos de la Fundación Nacional de la Ciencia, en 2005 cerca del 50% de los grados doctorales otorgados por las universidades norteamericanas en las áreas de ingeniería, matemáticas, ciencias de la computación, física y economía, lo fueron a estudiantes extranjeros. Igualmente, se encuentra, según la misma fuente, que la fuerza de trabajo actual en ciencia e ingeniería está integrada en más de un 40% por profesionales no nacidos en el País.

Los Estados Unidos, el país económicamente más poderoso del mundo, está tomando providencias para enfrentar la competencia con países de crecimiento económico acelerado como los son China y la India, entre otros. Esto contrasta con la situación que prevalece en México, en donde a la ciencia no se le da el lugar que le corresponde. Aunque ha habido indudablemente progreso en los últimos 40 años, la ciencia mexicana no tiene una dimensión acorde con el tamaño de la economía del País, que dedica escasamente un 0.5 % del PIB a actividades de IyD. Este porcentaje es un quinto del norteamericano, casi siete veces menor que el japonés, y la mitad del brasileño. En educación no estamos mejor, y en las pruebas PISA México ocupó el último lugar entre los 30 países de la OCDE.

La importancia que la ciencia y la tecnología tienen en el mundo actual se ha hecho dramáticamente patente en la última semana con la crisis de salud que enfrentamos. Esperemos que esta circunstancia nos haga receptivos a la lección que los Estados Unidos y su plan de impulso a la ciencia nos están dando.

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