El primer laboratorio científico de la historia

Galileo y sus telescopios



En agosto de 1609, hace ya 400 años, Galileo Galilei hizo una demostración pública de un instrumento construido por él -el telescopio, como fue posteriormente conocido- que permitía acercar visualmente objetos lejanos. La demostración la hizo desde el campanario de la plaza de San Marcos en Venecia. Si tomamos en cuenta que aún ahora nos cuesta resistir la tentación de echar un vistazo a través de un telescopio si se nos presenta la ocasión, no es difícil imaginar la curiosidad y el asombro que experimentaron los espectadores con la demostración del instrumento de Galileo, que aumentaba las imágenes unas diez veces.

No obstante que el telescopio se asocia comúnmente a Galileo Galilei, él no fue el primero en construir un instrumento de este tipo, y fue solamente después de enterarse que en Holanda existía un dispositivo que acercaba los objetos lejanos, que Galileo se dio a la tarea de reproducirlo. El telescopio de Galileo resultó, sin embargo, superior al holandés y, sobre todo, mucho mejor manejado desde el punto de vista de las relaciones públicas. En efecto, con la demostración de la plaza de San Marcos, realizada ante miembros del Senado veneciano, Galileo no sólo logró que su nombre quedara por siempre asociado al telescopio, sino que además obtuvo un importante aumento de sueldo como profesor de la Universidad de Padua, debido al interés del Senado en las potenciales aplicaciones militares del instrumento.

En la segunda mitad de año de 1609, Galileo realizó numerosas observaciones astronómicas con versiones mejoradas del telescopio de la plaza de San Marcos, descubriendo que la Luna tiene montanas, que hay muchas más estrellas en el cielo de las que podemos ver a simple vista, que el Sol tiene manchas y que el planeta Venus presenta fases análogas a las de la Luna. Aun más, en enero de 1610 dirige su telescopio hacia el planeta Júpiter y descubre cuatro puntos luminosos a su alrededor, que cambian de posición de manera continua y que Galileo identifica correctamente como satélites de dicho planeta -los actuales satélites galileanos, Io, Ganímedes, Europa y Calixto-.

El año de 1609, en el que en adición a las observaciones de Galileo apareció la obra “Astronomia nova” de Johannes Kepler, marca el inicio de la astronomía moderna. Por esta razón, el presente año, en el que se celebra el 400 aniversario de este hecho, ha sido denominado “Año Internacional de la Astronomía” por la Unión Astronómica Internacional.

El microscopio, un instrumento que es pariente cercano del telescopio, está también asociado al nombre de Galileo Galilei. Como todos sabemos, el microscopio, que permite ver objetos pequeños -microbios y células, por ejemplo- imposibles de percibir a simple vista, ha tenido un impacto mayor en el desarrollo de nuestra civilización. Por medio de este instrumento, por ejemplo, el holandés HYPERLINK "http://es.wikipedia.org/wiki/Anton_Van_Leeuwenhoek" \o "Anton Van Leeuwenhoek" Anton Van Leeuwenhoek observó por primera vez las bacterias en la segunda mitad del siglo XVII, lo que dio origen a la bacteriología, ciencia que con el tiempo permitió identificar el origen de las enfermedades infecciosas y su cura en un gran número de casos.

Al igual que el microscopio, el telescopio ha tenido un enorme impacto científico, permitiéndonos descubrir y observar objetos que están más allá de nuestra capacidad visual. El telescopio, además, jugó un papel crucial en la revolución científica de los siglos XVI y XVII, papel que no tuvo el microscopio. En efecto, en los tiempos de Galileo Galilei la ciencia y su método, tal como los conocemos ahora, no eran universalmente aceptados -en realidad hoy en día tampoco lo son, aunque la situación de la ciencia en nuestro tiempo es sensiblemente mejor que la que era 400 años atrás- y la tradición medieval, fuertemente influenciada por las ideas de Aristóteles y basada en el principio de autoridad para dirimir cualquier controversia, tenía una gran fuerza. Siguiendo a Aristóteles, por ejemplo, se suponía que todos los objetos celestiales tenían formas esféricas perfectas y eran ellos mismos perfectos, afirmación que quedó hecha añicos con el descubrimiento de las montañas de la Luna y de las manchas del Sol.

Otro punto de gran discusión al inicio del siglo XVII era la teoría heliocéntrica de Nicolás Copérnico, negada por la Iglesia y defendida, entre otros, por Galileo. La observación de Júpiter y sus satélites, a los que Galileo vio como un sistema solar en miniatura, le proporcionó argumentos objetivos para defender que la Tierra no era por necesidad el centro del Universo como lo afirmaba la Iglesia. A la postre, como es bien conocido, la defensa de la teoría heliocéntrica llevó a Galileo a ser enjuiciado por la Inquisición, y como resultado a sufrir reclusión domiciliaria de por vida y a abjurar de sus ideas.

A la larga, sin embargo, las evidencias proporcionadas por el telescopio de Galileo ayudaron de manera crucial a demoler las ideas medievales y a construir la ciencia de la que hoy somos beneficiarios. Esto último basta para colocar al telescopio entre los más grandes inventos jamás desarrollados.

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