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La ciudad de Muinak en Uzbekistán, que una vez fue un próspero puerto pesquero en la costa sur del mar de Aral, es una de las principales víctimas del desastre ecológico y está hoy a 100 kilómetros de la costa. Efectivamente, como lo describe la periodista española Pilar Bonet, corresponsal del diario El País, “Muinak, el centro de un distrito poblado por 28.000 habitantes, es una localidad deprimida. Su principal atracción es el cementerio de barcos. Distribuidas sobre la arena ante un mirador, las barcazas que un día surcaron el mar son hoy cadáveres de chatarra y símbolos de la tragedia del Aral”.
Los afluentes del mar de Aral, los rios Amu Dariá y Sir Dariá, nacen en las montañas cerca de la frontera china, y cruzan campos agrícolas en Uzbekistán el primero y Kazakistán el segundo. Estos campos, que son irrigados con agua desviada de los afluentes del mar de Aral, fueron creados para el cultivo de algodón en gran escala durante la era soviética, cuando Kazakistán y Uzbekistán formaban parte de la URSS. El uso del agua de los ríos Amu Dariá y Sir Dariá para propósitos agrícolas fue, sin embargo, tan masivo que el nivel del mar de Aral comenzó a decrecer paulatinamente a partir de los años sesentas hasta llegar al estado actual. El agua del mar de Aral fue, además, severamente contaminada por los pesticidas empleados en los campos agrícolas y por el incremento en la concentración de sal que ha hecho imposible la vida de peces en dos de los lagos actuales.
El desastre ecológico del Aral no solamente ha tenido consecuencias económicas por la afectación de la actividad pesquera, sino también severas consecuencias sanitarias y en la región se encuentra una incidencia significativamente alta de enfermedades tales como la tuberculosis, debido a la contaminación atmosférica por al polvo y la sal descubiertos al retraerse las aguas. Ha tenido también consecuencias climáticas y ahora los inviernos son más fríos y los veranos más calurosos de lo que solían ser.
Aunque no en la escala del mar de Aral, en México no nos quedamos atrás en materia de desastres ecológicos. Tenemos, por ejemplo, que el lago de Chapala -el más grande del País- almacenó en promedio en los últimos 20 años, según datos de la Comisión Estatal del Agua de Jalisco, solamente alrededor del 60 % del volumen de agua que contenía en la primera mitad del siglo XX. Después de llegar a un mínimo de nivel en el año 2002, por abajo del que se considera crítico, el lago de Chapala se ha recuperado en los últimos años debido a un incremento en la captación por lluvias. Hay quienes consideran, sin embargo, que el lago está en peligro de desaparecer de sobrevenir un periodo de sequía. Por considerarlo en situación crítica, el lago de Chapala fue declarado “Lago amenazado del año 2004” por el Global Nature Fund.
De manera similar al mar de Aral, la disminución del nivel del lago de Chapala es debida a la desviación de sus afluentes, en este caso el río Lerma para fines agrícolas y de consumió humano. Este río nace en el Estado de México, cruza la zona agrícola al sur del Estado de Guanajuato y desemboca en el lago de Chapala. A lo largo de su recorrido de 700 kilómetros, el río Lerma es contaminado por desechos urbanos y agrícolas, mismos que vierte finalmente en el lago de Chapala.
El mar de Aral y el lago de Chapala son dos ejemplos de uso del agua para lograr un crecimiento económico, que tiene, por supuesto, un beneficio social. En el caso del mar de Aral, por ejemplo, la desviación del río Amu Dariá condujo a un considerable crecimiento económico en Uzbekistán, tan importante que incluso han hecho difícil tomar medidas para revertir la situación y regresar al mar de Aral a su estado original. De hecho, los dos lagos remanentes que se encuentran en su territorio han sido abandonados a su suerte y se prevé la desaparición de uno de ellos en pocos años.
Dados los desastres ecológicos que se han generado por el uso inadecuado del agua, y de los cuales el del mar de Aral es quizá el ejemplo más saliente, es ahora claro que tenemos la responsabilidad de manejar el agua de manera planificada. De otra manera provocaremos desastres todavía mayores.
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