El primer laboratorio científico de la historia

Cerebros sintéticos



El 18 de noviembre pasado, durante un congreso sobre supercomputadoras celebrado en Portland, Oregon, la compañía IBM emitió un comunicado de prensa en el que anunciaba que un grupo investigadores de su laboratorio de Almaden, California, encabezados por Dharmendra Modha, había logrado simular en una supercomputadora el cerebro de un gato. Dicha simulación se llevó a cabo por medio de la supercomputadora IBM “Blue Gene” del Laboratorio Nacional de Berkeley, California, la cual cuenta con cerca de 150,000 procesadores. Se simularon mil millones de neuronas con 10 millones de millones de conexiones entre ellas. De acuerdo con el comunicado de IBM, los avances alcanzados constituyen una plataforma para entender el funcionamiento de cerebro y para eventualmente construir una computadora que emule las habilidades de sensación, percepción, acción, interacción y cognición.

A los pocos días del anuncio de IBM, sin embargo, el investigador Henry Markram de la Escuela Politécnica Federal de Lausana, Suiza, le hizo severos cuestionamientos, calificándolo sin tapujos de fraudulento. De acuerdo con Markram, el modelo de cerebro empleado por Modha está muy lejos de emular la complejidad del cerebro de un gato. En particular, y otra vez según Markram, las conexiones entre las neuronas empleadas en el modelo están demasiado simplificadas y no reflejan a las neuronas reales.

Henry Markram encabeza el proyecto “Blue Brain” (Cerebro Azul) en Lausana que busca desarrollar un cerebro sintético con la capacidad del cerebro de un mamífero, y es por lo tanto un competidor científico de Modha. El proyecto Blue Brain esta basado igualmente en una supercomputadora “Blue Gene” pero de solamente 10,000 procesadores. Hasta ahora, como parte del proyecto Blue Brain han logrado simular una sección del cerebro de una rata con 10,000 neuronas. Según declaraciones de Markram a la BBC, sin embargo, esperan en 10 años ser capaces de construir un cerebro artificial en una supercomputadora con las funciones equivalentes a las de un cerebro humano, incluyendo potencialmente la capacidad de experimentar emociones.

La posibilidad de fabricar un cerebro sintético con la capacidad del nuestro, incluyendo la autoconciencia, es por supuesto algo perturbador, y de llevarse a cabo echaría por la borda 2000 años de especulaciones religiosas y filosóficas acerca de nuestra propia naturaleza. Demostraría que nuestro cerebro no es más que una máquina, de una complejidad y eficiencia extremas, pero a fin de cuentas sólo una máquina que puede ser replicada por un conjunto de “chips” de computadora si el arreglo de éstos es lo suficientemente complejo y si están además programados de la manera adecuada.

La inteligencia artificial, además de sus implicaciones filosóficas y religiosas, tiene por supuesto una enorme importancia práctica. En consecuencia, en la investigación en este campo se han invertido una gran cantidad de recursos. Podemos mencionar, por ejemplo, que según el comunicado de IBM el proyecto de Modha consiguió recientemente un apoyo de 16 millones de dólares del Departamento de Defensa de los Estados Unidos.

A lo largo de su historia la inteligencia artificial ha sufrido altibajos por las grandes expectativas que ha despertado y que finalmente no se han concretado en el tiempo esperado. El nacimiento de este campo de investigación normalmente se sitúa en el año de 1956, durante una conferencia llevada a cabo en el Darmouth College en el estado de New Hampshire en los Estados Unidos. En ese tiempo había una enorme confianza entre los expertos en que en el curso de una generación los problemas que presentaba la inteligencia artificial serían resueltos y que las computadoras podrían llevar a cabo cualquier actividad propia del cerebro humano.

Esta visión optimista está reflejada en la película de ciencia ficción “2001 Odisea del Espacio” dirigida por Stanley Kubrick, la cual fue estrenada en el año de 1968. En esta película, situada en 1999, la computadora “Hal” a cargo de una misión tripulada a Júpiter se rebela por propia decisión y mata a todos los tripulantes con excepción de uno. En contra del optimismo desbordado, sin embargo, llegó 1999 y la tecnología de la época estaba muy lejos de producir algo semejante a Hal, con su capacidad de razonamiento y toma de decisiones propias. De hecho, por no cumplir la inteligencia artificial con las expectativas que despertó, en la década de los setentas le fue disminuido el apoyo gubernamental para investigación, lo que volvió a ocurrir en la siguiente década.

En la actualidad, la enorme velocidad a la que está creciendo el poder de las computadoras ha posibilitado proyectos como los de simulación de las funciones cerebrales de mamíferos. En estas condiciones, la perspectiva cercana de fabricar computadoras con la capacidad del cerebro humano ha resultado un fuerte argumento para conseguir fondos para investigación. En los siguientes diez años sabremos si todos estos esfuerzos de investigación finalmente tienen éxito, con todas sus implicaciones científicas, tecnológicas, filosóficas y religiosas; o bien, si el optimismo fue una vez más demasiado grande.

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