Hogar, dulce hogar

Un grave problema a resolver



Es una opinión generalizada que la cumbre climática realizada en Copenhague, Dinamarca, del 7 al 18 de diciembre pasado fue un fracaso. Algunos esperaban que como resultado de dicha cumbre se extendiera el Protocolo de Kioto que expira en el año 2012 y que se establecieran metas cuantitativas de reducción de emisión de gases de invernadero por parte de los países industrializados para los años 2020 y 2050. Después de muchas dificultades, sin embargo, solamente se alcanzó un acuerdo no obligatorio de última hora en el que se establecen compromisos de fijar cuotas voluntarias de emisión de gases de invernadero, en espera a que un acuerdo obligatorio con metas específicas se firme en 2010.

De acuerdo con reportes periodísticos, la reunión de Copenhague estuvo mal organizada y resultó caótica. Fue dominada por el enfrentamiento entre los países industrializados y aquellos en desarrollo –que forman el llamado grupo de los 77–, particularmente entre los Estados Unidos y China, los dos principales emisores de gases de invernadero. Al final, el acuerdo de último momento fue producto de negociaciones solamente entre cinco países, los Estados Unidos, China, Brasil, la India y Sudáfrica.

El protocolo de Kioto fue originado en el año de 1997 y en el mismo se establecen cuotas de emisión de gases de invernadero –dióxido de carbono y metano, entre otros– para los países industrializados, entre los que se encontraban los Estados Unidos, Japón y la Unión Europea. Los países en desarrollo no fueron incluidos en el Protocolo de Kioto en el entendido de que esto limitaría su crecimiento económico. Los Estados Unidos, sin embargo, no ratificaron el acuerdo, precisamente porque no establecía un compromiso general –que incluyera tanto a países industrializados como a países en desarrollo– de luchar contra el calentamiento global.

Es ahora cada vez más evidente que la temperatura terrestre promedio se está 1ncrementando lentamente debido, fundamentalmente, a la cada vez mayor concentración de dióxido de carbono en la atmósfera; esto, por la quema de combustibles fósiles así como también debido a la deforestación que ha ocurrido en las selvas de países como Brasil e Indonesia –la disminución del área ocupada por los bosques elimina los sumideros de dióxido de carbono en la atmósfera debidos a la actividad fotosintética de las plantas. La temperatura de la Tierra se ha elevado aproximadamente 0.75 grados centígrados desde el inicio de la revolución industrial y se estima que un aumento mayor a los 2 grados centígrados será catastrófico.

No es la primear vez en la historia del mundo que se han predicho catástrofes por actividades humanas que a fin de cuentas no han ocurrido. Esta vez, no obstante, existe una evidencia científica firme del calentamiento global y de que si no es controlado podría tener consecuencias graves para la población del mundo. Una prueba de lo serio del problema es precisamente la cumbre climática de Copenhague a la que asistieron 193 países y jefes de estado de naciones tanto industrializadas como en desarrollo.

Podemos entender que llegar a un acuerdo sobre reducción en las emisiones de gases de invernadero presenta muchas dificultades. Esto, sobre todo, por la disparidad, tanto en el desarrollo económico, como en los intereses de los países del mundo. Tenemos, por ejemplo, a los Estados Unidos, un país con un alto nivel de vida, que es el segundo más contaminante del planeta y que tiene una de las mayores emisiones per cápita de gases de invernadero, y por otro lado tenemos a los países en desarrollo que de manera justa reclaman su derecho a alcanzar el mismo el mismo nivel de vida del mundo industrializado, lo que hoy en día implica un uso intensivo de los combustibles fósiles. Esto último estuvo reconocido en el Protocolo de Kioto, mismo que los norteamericanos rehusaron ratificar.

Gran parte del problema es que algunos países en desarrollo están creciendo de manera acelerada y están contribuyendo con un porcentaje cada vez más grande a la emisión global de gases de invernadero. En un estudio realizado con datos hasta el año 2000, por ejemplo, se encontró que el 70 % de las emisiones globales de gases de invernadero provenían de 20 países, 12 de los cuales están incluidos en el protocolo de Kioto, mientras que el resto –en el que se incluye a México como el décimo país más contaminante del mundo– fue catalogado como no desarrollado y por lo tanto no fue incluido en dicho protocolo. El estudio encontró que de ese 70 % de emisiones un tercio pertenece a los países en desarrollo y el resto a los incluidos en el Protocolo de Kioto. El porcentaje de emisiones de los países en desarrollo, además, está aumentando y de hecho hoy en día el país más contaminante es China.

No parece haber entonces una manera fácil de resolver el problema de reducción de emisiones dentro de un esquema como el del protocolo de Kioto, en el que la responsabilidad recae enteramente en los países industrializados –causantes, por otro lado, del problema de cambio climático–, esquema que los Estados Unidos no han apoyado en el pasado.

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