Hogar, dulce hogar

Colisiones estelares



En los últimos días del año que acaba de terminar, el director de la agencia espacial rusa Anatoly Perminov, convocó a sus pares en la Unión Europea, los Estados Unidos, China y Japón, a llevar a cabo una iniciativa conjunta para prevenir una posible colisión del asteroide “Apophis” con nuestro planeta. Este asteroide fue descubierto en el año de 2004 y se estima que tiene unos 250 metros de longitud y una masa de unas veinte millones de toneladas. Tiene una órbita alrededor del Sol cercana a la órbita de la Tierra y se sabe que se acercará a nuestro planeta en el año 2029 a una distancia de aproximadamente 30,000 kilómetros, distancia que es menor que la altura a la que se encuentran los actuales satélites de comunicaciones. Apophis tendrá también acercamientos posteriores en los años 2036 y 2068.

Las colisiones de asteroides de gran tamaño con la Tierra son eventos frecuentes en una escala geológica. Los rastros que dejan, sin embargo, son desvanecidos en buena medida por los procesos de erosión que ocurren en la superficie de nuestro planeta. Posiblemente la más famosa colisión de un asteroide con la Tierra fue la que ocurrió hace 65 millones de años y dejó un cráter de 180 kilómetros de diámetro en la península de Yucatán. Dicho cráter está parcialmente sumergido en el mar y tiene su centro en el pueblo de Chicxulub, cercano de Mérida. Este impacto es famoso porque se piensa que la nube de polvo emitida a la atmósfera como resultado del choque provocó un oscurecimiento global que impidió el paso de los rayos solares por largo tiempo, lo que llevó a una catástrofe ambiental que a su vez causó la extinción masiva de los dinosaurios. Se estima que el asteroide de Chicxulub tenía una dimensión de unos 10 kilómetros.

En épocas menos remotas, en 1908, en la cuenca del Río Podkamennaya Tunguska en Siberia, se produjo una explosión de gran magnitud –conocida como el evento de Tunguska– que derribó árboles en un área de más de 2000 kilómetros cuadrados –que como comparación es más de 15 veces el área comprendida dentro del anillo periférico de la ciudad de San Luís Potosí y es mayor que toda el área de la ciudad de México. La explosión de Tunguska tuvo efectos en lugares tan lejanos como Inglaterra, en donde hubo claridad nocturna por varios días después de ocurrida. Es aceptado que el evento de Tunguska fue producido por un asteroide o cometa con una dimensión de decenas de metros, que explotó en el aire a una altura de 5-10 kilómetros.

El evento de Tunguska, juntamente con otros similares pero de menor magnitud, ha provocado preocupación sobre las posibles consecuencias de la colisión de un objeto celeste con la Tierra, la cual podría ser catastrófica de ocurrir en una zona densamente poblada. En particular, ha sido motivo de alarma la eventual colisión con Apohis que es varias veces mayor que el cuerpo que produjo el evento de Tunguska y que podría tener un efecto destructivo 100 veces más grande.

Se estima, por otro lado, que una misión espacial para desviar la trayectoria de Apophis costaría hasta 80,000 millones de dólares. Cabe preguntarse, entonces, que tan peligroso debería ser Apophis para merecer gastos tan elevados. Una manera de abordar esta pregunta toma en cuenta lo que subjetivamente percibimos como peligroso para nuestra seguridad personal –percepción que por supuesto varía entre diferentes culturas y épocas–, lo que podemos poner en función de la probabilidad de que nos ocurra un determinado accidente.

Todo lo que hacemos implica un cierto riesgo de morir. Algo que, por ejemplo, la inmensa mayoría juzga peligroso y por lo tanto evitaría sin reserva es el juego de la ruleta rusa, por la gran probabilidad de resultar con una bala en la cabeza –1 en 6 si el revólver tiene una sola bala. Por otro lado, aunque somos conscientes de que viajar por carretera implica un cierto riesgo para nuestra seguridad, pocas personas evitarían realizar un viaje de 1000 kilómetros en automóvil alegando que resultaría peligroso. Esto último, por supuesto, tiene que ver con la probabilidad relativamente pequeña de morir en un accidente carretero, que en los Estados Unidos es aproximadamente 1 en 100,000 para un viaje de 1000 kilómetros.

En algún momento después de su descubrimiento, se estimó que la probabilidad de que Apophis chocara con la Tierra era de 1 en 37. Actualmente, sin embargo, nuevas observaciones de su trayectoria indican que esta probabilidad es solamente 1 en 250,000. Si la primera estimación fuera cierta, el peligro de colisión se acerca a lo que subjetivamente consideramos como muy peligroso y cualquier gasto que se realizara para evitarla sería justificable. Por el contrario, si la estimación más reciente fuera la correcta, una posible colisión con Apophis no debería ser motivo de preocupación pues estamos acostumbrados a vivir en medio de peligros sensiblemente mayores.

A reserva de que en el futuro se actualice al alza la probabilidad de colisión con Apophis, pareciera que el llamado del director de la agencia espacial rusa resulta por el momento prematuro.

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