El primer laboratorio científico de la historia

Chicxulub y los dinosaurios



En los últimos 500 millones de años han ocurrido cinco grandes extinciones de especies en la Tierra. La última, que tuvo lugar hace 65 millones de años en algún momento durante la transición entre el periodo cretácico y el paleógeno –conocida como extinción K-Pg–, es la más famosa pues dio origen a la desaparición de los dinosaurios más grandes. Los paleontólogos averiguaron que hubo una extinción masiva de especies hace 65 millones estudiando la existencia de fósiles en las diferentes capas cercanas a la superficie terrestre. En este respecto, los geólogos saben que a mayor profundidad le corresponde una mayor antigüedad de modo que los diferentes estratos geológicos nos describen la historia de la Tierra. La extinción K-Pg, que llevó a la desaparición de más de la mitad de las especies existentes, es evidente por la ausencia de fósiles de las especies extintas en estratos geológicos inmediatamente posteriores a la frontera entre los periodos cretácico y paleógeno.

Aunque existen hipótesis alternativas para explicar esta extinción masiva de especies, hoy en día la más aceptada es la que la relaciona con el choque, hace 65 millones de años, de un aerolito con un tamaño de 10 kilómetros con la Tierra. Este choque produjo un cráter de casi 200 kilómetros de diámetro, y provocó una nube de polvo y gases en la atmósfera que bloqueó casi por completo la luz del Sol por varios años. Este bloqueo impidió la actividad fotosintética por medio de la cual las plantas fabrican material orgánico, interrumpiendo de este modo la cadena alimenticia. Así, los animales herbívoros sufrieron escasez de alimento al igual que los carnívoros que se alimentan de aquellos. Además, los animales más grandes sufrieron más que los pequeños la falta de alimento y fueron en consecuencia más vulnerables.

La hipótesis que liga la extinción masiva K-Pg con la caída de un aerolito en la Tierra fue aventurada por vez primera en 1980 por el físico estadounidense de origen español Luís Álvarez –premio Nobel de Física 1968 y el mismo que a bordo del Enola Gay durante el bombardeo atómico de Hiroshima sirvió como observador científico de los efectos de la explosión– y su hijo el geofísico Walter Álvarez, ambos de la Universidad de Calfornia, Berkeley. Estos investigadores basaron su explicación en la las altas concentraciones del elemento iridio que encontraron en capas geológicas pertenecientes a la frontera K-Pg, medidas en varios sitios en Italia y Dinamarca. El iridio, que es poco abundante en la superficie de la Tierra, fue encontrado en dichas capas en concentraciones inusualmente altas. Este hallazgo apuntaba a un origen extraterrestre del iridio –que habría sido traído a la Tierra por un aerolito–, pues se sabe que este elemento es abundante en cuerpos del sistema solar como asteroides y cometas.

En la época de publicación del trabajo original de Luís Álvarez y colaboradores –aparecido en la revista “Science” con el título: “Causa extraterrestre de la extinción cretácico-terciario” –no se tenían candidatos para el sitio en donde habría caído el supuesto aerolito. Un indicio firme al respecto llegó en 1991 cuando se publicó en la revista científica “Geology” un artículo en el que se reportaba que en la península de Yucatán existe un cráter de 180 kilómetros de diámetro producto del impacto de un meteorito en una época coincidente con la frontera K-Pg . Hoy en día existen evidencias firmes que este cráter fue la causa de la extinción de especies en la frontera Cretácico-Paleógeno. El cráter tiene su centro en el mar a poca distancia del un pueblo llamado Chicxulub, cercano a Mérida. Había sido descubierto años atrás por dos ingenieros que trabajaban para PEMEX en tareas de exploración geológica, pero sólo fue identificado como tal hasta 1991.

En un artículo publicado el 5 de marzo pasado en la revista “Science”, y al que se le dio una gran publicidad en los medios, un grupo de 41 científicos de varios países, incluyendo México, hacen una revisión de la información científica que se tiene acerca del impacto de Chicxulub, llegando a la conclusión de que el mismo fue la verdadera causa de la extinción masiva de especies hace 65 millones de años. El estudio incluye una revisión del estrato geológico de la frontera K-Pg en 350 sitios, localizados tanto alrededor de Chicxulub como en lugares tan alejados como la India y Australia. El impacto del asteroide, con un tamaño de 10 kilómetros y una velocidad de 20,000 kilómetros por hora, habría generado terremotos de grado superior a 11 en la escala de Richter, tsunamis gigantescos que habrían barrido las costas e incendios generalizados que habrían lanzado a la atmósfera enormes cantidades de polvo, hollín, y entre 100,000 y 500,000 millones de toneladas de azufre y otros gases. Esto último habría bloqueado la luz solar por años.

Las consecuencias de la caída en la Tierra de un asteroide como el de Chicxulub son ciertamente aterradoras. No obstante, las probabilidades de que ocurra otro evento similar son muy pequeñas. Luís Álvarez y colaboradores en su artículo de 1980, por ejemplo, estiman que un aerolito con un tamaño mayor a 10 kilómetros cae en la Tierra cada 100 millones de años en promedio. Tendríamos entonces que esperar un tiempo considerable hasta el nuevo impacto y nadie de nosotros vivirá tanto para atestiguarlo.

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