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El terremoto del pasado mes de febrero en Chile, que es uno de los más intensos que se hayan registrado, se generó en la frontera entre las placas tectónicas de Nazca y Sudamérica debido al deslizamiento de la placa oceánica de Nazca por debajo de la placa continental de Sudamérica. Este movimiento produjo una redistribución de la masa terrestre, haciendo la Tierra más compacta, lo que a su vez habría llevado a un aumento en su velocidad de rotación y en consecuencia a un acortamiento del día. El efecto es similar al que experimenta una patinadora sobre hielo cuando al girar recoge los brazos –es decir, redistribuye su masa corporal y se hace más compacta– con lo que incrementa su velocidad de giro.
Otros terremotos han sido también responsabilizados de cambiar la duración del día y la orientación del eje terrestre. Por ejemplo, el terremoto de 9.2 grados ocurrido en el Océano Índico en diciembre de 2004 frente a la costa oeste de Sumatra por el deslizamiento de la placa tectónica de la India por debajo de la placa de Birmania –y que dejó 230,000 muertos por el maremoto que le siguió–, se ha estimado que cambió la duración del día en tres millonésimas de segundo. El movimiento de tierra más intenso que ha sido registrado – con 9.5 grados en la escala de Richter–, ocurrido en 1960 en la provincia de Valdivia en Chile –no lejos del epicentro del sismo del pasado mes de febrero– se estima que habría cambiado en 30 centímetros el eje de la Tierra.
La rotación de la Tierra también puede ser modificada por causas no naturales. La presa Tres Gargantas en China, por ejemplo, que estará en operación plena el próximo año, almacenará 40 kilómetros cúbicos de agua que, según la NASA, harán a la tierra ligeramente menos compacta, lo que alargará el día por 60 mil millonésimas de segundo y moverá el eje de la Tierra por unos 2.5 centímetros.
Como sabemos, nuestro planeta gira sobre si mismo alrededor de un eje que está inclinado aproximadamente 23 grados con respecto al plano de su órbita alrededor del Sol. Esta inclinación, que es siempre la misma, hace que la cantidad de luz solar que, de manera alternada, reciben ambos hemisferios norte y sur varíe a lo largo del año dando lugar a las estaciones. Surge entonces la pregunta de si el cambio en la orientación del eje de rotación de la Tierra por efecto de un terremoto podría cambiar el clima terrestre.
La respuesta es que no sería éste el caso, pues los efectos de un terremoto sobre la rotación de la Tierra son muy pequeños, aun en el caso de los terremotos más intensos como el ocurrido en Valdivia. De hecho, estos efectos son tan pequeños –algunos centímetros de desplazamiento del eje terrestre en comparación con la dimensiones de la Tierra, o unas pocas millonésimas de segundo de las 24 horas que componen un día– que es incluso difícil medirlos.
Además, como hace notar Richard Gross en una entrevista concedida a la revista Scientific American en 2005 en relación al sismo de Sumatra, hay otras fuerzas naturales que producen cambios más marcados en la rotación de la Tierra. Entre éstas menciona a los cambios en la dirección de las corrientes marinas y, sobre todo, a los cambios en la dirección de los vientos. En este último caso el efecto sobre la rotación terrestre sería unas 300 veces más grande que el de un terremoto.
Podríamos quizá entonces considerar que, al menos parcialmente, la amplia difusión que se le ha dado a los cálculos del Laboratorio de Propulsión a Chorro sobre los efectos del terremoto chileno es parte de la estrategia de relaciones públicas de la NASA. Como una entidad que funciona con recursos públicos, la NASA está obligada a dar a conocer sus logros de la manera más favorable posible a fin de obtener los recursos que necesita para operar.
Tenemos entonces que si hay cambios en la rotación de la Tierra –que de hecho los hay– éstos no son debidos, de manera primordial, a los terremotos. Desde este punto de vista podemos dormir tranquilos sin el temor de que un movimiento telúrico nos acorte de manera repentina las horas de sueño.
Lo que si pudiera ser motivo de preocupación –aunque no para nuestra generación– es que la rotación de la Tierra sea modificada por causas atribuibles a actividades humanas, como lo ejemplifica la presa Tres Gargantas. Ciertamente en este caso los efectos son despreciables en comparación con el tamaño de la Tierra. No obstante, al inicio de la revolución industrial hace 200 años nadie hubiera pensado que algo tan vasto como es la atmósfera terrestre pudiera ser llegar a ser contaminada de manera tan seria.
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