El primer laboratorio científico de la historia

Bombas de bolsillo



Los pasados 12 y 13 de abril se llevó a cabo en Washington, D.C., con el Presidente Obama como anfitrión, una reunión cumbre promovida por los Estados Unidos sobre seguridad nuclear. A esta reunión asistieron líderes de 47 países, incluyendo al Presidente Felipe Calderón. Un tema central de discusión fue el del terrorismo nuclear, en particular, la posible detonación por grupos terroristas de un dispositivo nuclear en un área densamente poblada.

El terrorismo en general ha sido una preocupación constante en los Estados Unidos, sobre todo a partir de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001. En referencia al terrorismo nuclear, algunos investigadores consideran que existe una probabilidad no nula de que un grupo terrorista lo suficientemente sofisticado sea capaz de construir una bomba nuclear de pequeñas dimensiones, introducirla clandestinamente a los Estados Unidos y detonarla en un área urbana, con el resultado de decenas o cientos de miles de muertos y un daño económico de grandes dimensiones.

La era nuclear se inició el 16 de julio de 1945, cuando los Estados Unidos llevaron a cabo la primera explosión nuclear de la historia en el desierto de Nuevo México, en un sitio al sur de Alburquerque. En el curso de unas pocas semanas, a esta primera explosión siguieron los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki que pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial. Tanto la bomba de Nuevo México como la lanzada sobre Nagasaki emplearon plutonio como explosivo, mientras que la bomba de Hiroshima fue fabricada a partir de uranio.

Aunque la producción exitosa de la bomba nuclear de uranio requirió de un gran esfuerzo en un número de áreas científicas y tecnológicas, el reto principal fue la obtención de uranio con la pureza necesaria. El uranio natural está compuesto en un 99% del isótopo uranio-238 y en menos del 1% del isótopo uranio-235 –los isótopos de un elemento químico son átomos del mismo elemento pero con pesos diferentes–. Una bomba nuclear, por otro lado, requiere de uranio con una alta concentración de uranio-235, de modo que es necesario procesar el uranio natural para enriquecerlo con el isótopo 235. Purificar uranio, sin embargo, es un proceso complejo que requiere de grandes inversiones y que no está al alcance de cualquiera.

Por su lado, el plutonio adecuado para fabricar una bomba nuclear es obtenido en reactores nucleares a partir del uranio-238. Al igual que en el caso del uranio, la obtención de plutonio con la pureza necesaria para fabricar una bomba nuclear es también un proceso que no puede ser llevado a cabo sin contar con una infraestructura de grandes proporciones.

De este modo, si un grupo terrorista ha de fabricar una bomba atómica, tendrá que robar o comprar subrepticiamente el uranio o el plutonio necesario. Una vez con los explosivos nucleares en su poder, sin embargo, se considera que si el grupo es lo suficientemente sofisticado podrá llevar a cabo exitosamente la fabricación de la bomba.

Así, la estrategia correcta para minimizar el riesgo de un ataque terrorista con armas atómicas (Matthew Bunn, Securing the Bomb 2100) es la de incrementar la seguridad de las reservas de plutonio y uranio enriquecido que existen en el mundo. De acuerdo con el International Panel on Fissile Materials, estas reservas son de alrededor de 1600 toneladas de uranio enriquecido y de 500 toneladas de plutonio, cantidades que permitirían fabricar 60,000 bombas nucleares de cada tipo.

Una bomba de uranio requiere 25 kilogramos de uranio enriquecido mientras que una de plutonio requiere aproximadamente 8 kilogramos de este elemento. Es entonces factible la construcción de una bomba nuclear de pequeñas dimensiones y, de hecho, en las décadas de los años cincuenta y sesenta se construyeron bombas que podían ser transportadas por una persona. Habría por lo tanto motivo de alarma.

El temor a un ataque nuclear con una “bomba atómica de bolsillo”, sin embargo, no es algo nuevo en los Estados Unidos, como lo comenta Scott Shane en un artículo aparecido en el New York Times el pasado 15 de abril. De hecho, esta preocupación ya existía al inicio de la Guerra Fría en la década de los años cincuenta, sólo que el papel que hoy juegan las organizaciones terroristas lo jugaban los soviéticos: “Cientos de páginas de documentos clasificados de los años cincuenta obtenidos por The New York Times….. nos relatan una historia sorprendentemente similar, en la cual los agentes comunistas jugaban el papel de Al Qaeda”.

No habría entonces nada nuevo bajo el Sol. Y sin embargo, un ataque terrorista con explosivos nucleares cambiaría drásticamente para mal al mundo, como lo cambió la primera explosión nuclear en el desierto de Nuevo México hace 65 años.

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