El primer laboratorio científico de la historia

Vitalismo en declive



Los seres vivos están formados por elementos químicos –carbono, hidrógeno, oxígeno, etc.– que pueden también ser constituyentes de materiales inanimados. Esto nos lleva a una pregunta elemental: si tanto la materia viva como la inanimada pueden estar formados por los mismos átomos ¿por qué una y otra se comportan de manera tan diferente? La pregunta ha estado en el aire por mucho tiempo, sin que se haya dado una respuesta concluyente. Según el punto de vista vitalista, existe una “fuerza vital” necesaria para dar vida a la materia inanimada, lo que la haría cualitativamente diferente de su contraparte inanimada. Según el punto de vista opuesto, la materia viva está formada por un agregado de elementos químicos, sin la participación de una fuerza vital de naturaleza inmaterial o espiritual.

El pasado jueves 20 de mayo, un grupo de investigadores que trabajan para la compañía privada norteamericana, “J. Craig Venter Institute”, encabezados por J. Craig Venter, reportaron en la revista “Science” haber logrado fabricar una célula por métodos artificiales. Esto constituiría una prueba de que la materia viva no es más que un agregado de átomos –aunque, ciertamente, de extrema complejidad.

Como primer paso en la fabricación de la célula artificial se sintetizó el genoma de la bacteria “Mycoplasma mycoides”, empleando la información genética que se tenía disponible. Posteriormente, el genoma artificial se insertó en la bacteria “Mycoplasma capricolum”, remplazando a su genoma natural. Así, dado que el genoma de un organismo contiene las instrucciones necesarias para su reproducción, la célula huésped empezó a reproducirse siguiendo el patrón que le dictaba el genoma sintético. Se transformó de este modo a una célula en otra diferente. En declaraciones al diario The Independent, Venter afirmó: “Esta es la primera célula sintética que ha sido hecha, y la llamamos sintética debido a que la célula se derivó totalmente de un cromosoma sintético, hecho con cuatro botellas de substancias químicas en un sintetizador químico, a partir de información almacenada en una computadora”.

Sin bien anteriormente se había logrado modificar el genoma de un organismo empleando diferentes técnicas –a través de la cruza de especies o por medio de la ingeniería genética– nunca se había hecho en la escala en la que lo lograron los científicos de J. Craig Venter, que alcanzaron lo que es considerado uno de los mayores avances de la biología y de la tecnología de manipulación genética.

No todos los expertos, sin embargo, coinciden en que el grupo de Venter haya creado una célula genuinamente sintética que represente una nueva forma de vida. George Church, genetista de la Harvard Medical School, por ejemplo, señala que, aunque con pequeñas variaciones, la célula sintetizada es en realidad una copia de una célula existente y por lo tanto no califica como una nueva forma de vida (Science, 20 de mayo de 2010). De la misma manera, Steem Ramussen, profesor de física de la Universidad del Sur de Dinamarca, hace notar que las instrucciones contenidas en el genoma no son suficientes para construir materia viva, sino que además es necesaria una cierta cantidad de energía, que es provista por el metabolismo de la célula, lo mismo que una barrera de protección –la membrana de la célula– dentro de la cual ocurre todo el proceso. La síntesis de Venter atendió a la parte del genoma, pero no a la del sustento físico para la reproducción de la materia viva. De este modo, la célula resultante sería solamente semi-sintética.

No se considera, por otro lado, que el conocimiento genético del que se dispone en estos momentos sea suficiente para sintetizar una célula completa partiendo de cero. En palabras de Jim Collins, profesor de ingeniería biomédica en la Universidad de Boston: “Francamente, los científicos no saben la suficiente biología para crear vida. Aunque el proyecto de genoma humano ha expandido la lista de partes que componen una célula, no hay un manual con las instrucciones para ensamblarlas y producir una célula viviente. Es como tratar de ensamblar un jet jumbo disponiendo solamente de su lista de partes. Aunque algunos de nosotros que trabajamos en biología sintética pudiéramos tener delirios de grandeza, nuestras metas son mucho más modestas” (Science, mayo de 2010).

No obstante –delirios de grandeza al margen–, aun si en estos momentos la biología está lejos de crear vida verdaderamente artificial y tengamos que retrasar la declaración de muerte definitiva de las ideas vitalistas sobre el origen de la vida, es claro que el resultado del grupo de Venter les asesta un golpe muy fuerte. Este resultado nos anuncia que, con mucha probabilidad, tarde o temprano se alcanzará un nivel de conocimiento científico y tecnológico tal que hará posible construir organismos vivos partiendo de cero, con características físicas diseñadas a voluntad. Es posible, sin embargo, que algunos de nosotros no lo veamos.

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