El primer laboratorio científico de la historia

Huracanes “extremos”



El huracán “Alex”, que asoló el noreste de nuestro país al inicio del presente mes de julio, fue la primera tormenta tropical de la temporada de huracanes 2010 en el Océano Atlántico, la cual empezó oficialmente el pasado 1 de junio. No tuvimos que esperar mucho para que llegara la segunda tormenta, “Bonnie”, que está en curso, como bien podemos constatar por las lluvias que hemos padecido en los últimos días, encontrándose localizada en estos momentos en el norte del Golfo de México frente a las costas de Luisiana.

Hay quienes sostienen que el calentamiento global, producido por la cada vez mayor concentración de gases de invernadero en la atmósfera –y que se ha traducido en un incremento de alrededor de medio grado centígrado en la temperatura de los océanos en los últimos treinta años–, es responsable de la ocurrencia de eventos climáticos “extremos”; es decir, de ondas de calor o de frío, sequías, huracanes, entre otros fenómenos, con intensidades por encima de sus valores históricos promedio. Se puede señalar, por ejemplo, que en un artículo publicado el presente año, investigadores de la Universidad de Stanford sostienen que debido al cambio climático, las ondas de calor como la registrada recientemente en la costa este de los Estados Unidos, serán comunes en las próximas décadas.

En referencia a los huracanes, en los últimos años hemos tenido algunos que han producido grandes devastaciones en nuestra región. En 1988 el huracán Gilberto asoló la península de Yucatán y, al igual que lo hizo el huracán Alex hace unas semanas, afectó gravemente el noreste de nuestro País. En 2005 el huracán Katrina golpeó a la ciudad de Nueva Orleáns, causando una de las peores catástrofes naturales en la historia de los Estados Unidos, mientras que en 1998 el huracán “Mitch” provocó inundaciones y mató a más de 10,000 personas en el norte de Honduras.

Hay que hacer notar, además, que ha habido años con un número de huracanes muy por encima del promedio histórico. En el año de 2005, por ejemplo, ocurrieron un total de 15 huracanes, 7 con una categoría mayor (3, 4 o 5). Entre estos últimos se encuentran el Katrina y el Wilma; este último, el huracán más intenso jamás observado en el Océano Atlántico, con vientos máximos de 295 kilómetros por hora. De la misma manera, durante el año de 1950 ocurrieron 8 huracanes con una categoría 3-5, que es el número mayor registrado en el Atlántico.

En las últimas décadas, no obstante, no se observa una tendencia positiva en el crecimiento del número de huracanes a nivel mundial y en particular de huracanes en el Océano Atlántico. Por ejemplo, el número de ciclones que han golpeado las costas de los Estados Unidos ha mantenido un promedio de aproximadamente 18 por década, si se incluyen todas las categorías (1-5) en la escala de Saffir-Simpson, y de 6 si consideramos solamente las mayores (3-5), sin mostrar una tendencia clara a crecer o decrecer. Las fluctuaciones observadas en el número de huracanes obedecerían de este modo a causas naturales y no estarían relacionadas con el cambio climático. No podríamos atribuir la ocurrencia de un evento climático particular, el huracán Alex, por ejemplo, al calentamiento global

No obstante lo anterior, Kerry Emmanuel del Instituto Tecnológico de Massachussets, a través de un análisis del registro histórico de huracanes, sostiene que si bien éstos no han aumentado en número en los últimos años, su potencia a lo largo de su periodo de vida sí se ha incrementado en consonancia con la elevación de la temperatura de los océanos. Este punto de vista, sin embargo, es controvertido.

Por su lado, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático apunta que de continuar en el futuro el incremento de la temperatura de los océanos por el efecto invernadero, probablemente se incrementen de manera concurrente, tanto la velocidad máxima del viento de los huracanes, como la precipitación pluvial que ocasionen.

¿Seremos testigos en un futuro de eventos climáticos extremos –huracanes, sequías, ondas de calor o de frío– causados por un calentamiento global creciente? De momento, posiblemente no existan evidencias científicas suficientes para contestar esta pregunta en un sentido o en otro. Si encontráramos en un futuro que la respuesta es positiva, sin embargo, nuestro País estaría muy pobremente equipado para sortear el problema. Esto es evidente si consideramos que la devastación causada por Alex en Monterrey se dio solamente dos décadas después del desastre similar debido a Gilbert, sin que aparentemente se hayan tomado las medidas preventivas suficientes. Si la frecuencia de los huracanes de categoría mayor aumenta en el futuro, no podríamos esperar nada positivo, ni para Monterrey y ni para otras ciudades de nuestro País.

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